¿Y si Errejón era inocente?
Bien, a ese ciudadano le han arruinado la vida. Y ahora, ¿qué? ¿La actriz mediocre va a pagar por ello? ¿Alguien va a pedir perdón?
Cuando ya hace más de un año que la carrera política y profesional del ex diputado Íñigo Errejón fue destruida para siempre merced al muy contradictorio e inconsistente relato de una actriz mediocre necesitada de notoriedad mediática, cuando ya todo el daño posible está hecho y no existe manera alguna de repararlo, también cuando la famélica legión de los mercaderes de carroña que plantan sus tenderetes en los platós de televisión ha roído con saña hasta el último despojo de la presunción de inocencia del lapidado Errejón, resulta que la Fiscalía sostiene que no hay caso.
Bien, a ese ciudadano le han arruinado la vida. Y ahora, ¿qué? ¿La actriz mediocre va a pagar por ello? ¿Cristina Fallarás devolverá el dinero fácil que consiguió pillar en las tertulias de la telebasura merced al libelo que publicó contra él? ¿Alguien va a pedir perdón? Todos conocemos la respuesta común a esas tres preguntas. Pero rememoremos el guion de aquel horrible escándalo que paralizó a España entera. Resulta que un señor y una señora, ambos mayores de edad y en pleno dominio de sus facultades mentales, se fueron de juerga un día que ya por entonces empezaba a formar parte del pasado remoto de la pareja ocasional, pues el mentado jolgorio sucedió tres años antes de que la actriz en horas bajas se acordara de denunciarlo en público.
El encuentro se extendió desde el mediodía hasta altas horas de la madrugada. La fecha de autos, pues, ella dispuso de todo el tiempo del mundo para dejar plantado a su acompañante con un palmo de narices. Pero la actriz desconocida prefirió alargar el paseo en compañía del político famoso, en cuyo domicilio acabó la excursión sin que, por lo demás, tampoco nada memorable allí aconteciera. Sí, la cuarta economía de la Unión Europea vivió conmocionada por esa terrible historia durante un mes, quizá más. "Si parece violencia de género, es violencia de género", reza el eslogan idiota de una campaña de publicidad institucional que acaba de lanzar la Generalitat de Illa. Y si parece un numerito, ¿qué será?
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