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Agapito Maestre

Bush o Kerry

El denominador común del ciudadano norteamericano, independientemente de que el ganador sea Bush o Kerry, es detener el dolor y muerte de la nación americana. Lo decisivo es parar la guerra, tomarse un respiro y traer un poco de sosiego a EE.UU

Los norteamericanos mueren por todas partes. Los terroristas los matan en Nueva York e Irak, en Afganistán y Haití, en las mil guerras que hay en el planeta. Por eso, en estas elecciones, todos votan para que el próximo presidente pare la sangría de ciudadanos de EE.UU. No importa quién gane. El denominador común del ciudadano norteamericano, independientemente de que el ganador sea Bush o Kerry, es detener el dolor y muerte de la nación americana. Lo decisivo es parar la guerra, tomarse un respiro y traer un poco de sosiego a EE.UU, o sea, al mundo. Las buenas intenciones priman en todos los votantes. Sin duda, los partidarios de Kerry creen con absoluta sinceridad que éste será capaz de detener la sangría de muertos que ha llevado aparejado el terrorismo islamista y la guerra de Irak. Los votantes de Bush tienen motivaciones parecidas; más aún, sus partidarios confían en que éste será capaz de atraer al resto del planeta a sus posiciones para detener la saña terrorista.
 
"Kerry es un buen hombre, pero entre lo que dice y lo que ha hecho, mientras ha sido senador, me impide votarlo". Estas eran las declaraciones de un ciudadano americano que ha votado por Bush. Otro es el argumento de quien dice: "He votado a Kerry, porque ya sé qué cosas ha hecho Bush. Hay que tener confianza en un nuevo comienzo, aunque sé que la política con respecto a Irak y la lucha contra el terrorismo de Kerry no serán muy diferentes a la de Bush." Así se expresaba un buen amigo, residente en Madrid, y durante cuarenta años profesor en una prestigiosa universidad norteamericana, que no comparte en absoluto la política pro abortista de Kerry. En realidad, ambas opiniones reflejan la voz del ciudadano medio, la voz poética del pueblo libre y sencillo de EE.UU. Son voces, palabras y opiniones, sencillamente, políticas, que tratan de justificar su voto a favor de un candidato. Ellos votan por un candidato y no contra el otro. He aquí la principal diferencia entre la voluntad afirmativa de la democracia americana por un lado, y, por otro, el querer resentido, odioso, de un sector de la sociedad española incapaz de identificarse políticamente si no es negando, descalificando, al otro como adversario político.
 
Sin embargo, quienes en España han apostado por Kerry, aparte de no entender nada de la política norteamericana, especialmente que el demócrata no podrá dar marcha atrás en el combate contra el terrorismo ni en la guerra preventiva, reflejan tal odio hacia el candidato republicano que parece que las palabras escritas por Ortega hace 90 años aún tienen vigencia: "Merced a causas desconocidas, la morada íntima de los españoles fue tomada tiempo hace por el odio, que permanece allí artillado, moviendo a guerra al mundo. Ahora bien, el odio es un afecto que conduce a la aniquilación de los valores." Nihilismo, al fin, del que España, el Gobierno de España, parece ponerse a la cabeza de Europa. "Discurso del odio" dice, ahora, el nuevo libro de Glucksmann.

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