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Agapito Maestre

Cuatro años y un día de tropelías

Una cosa es inequívoca: este Sánchez no puede salir a la calle como un ciudadano normal.

Una cosa es inequívoca: este Sánchez no puede salir a la calle como un ciudadano normal.
Pedro Sánchez en el Congreso. | EFE

Queda tocado Sánchez, dice Moreno Bonilla, si es derrotado el PSOE en Andalucía. De risa. Sólo faltaba que saliese ileso. Sánchez y el PSOE llegan mal, muy mal, a las elecciones andaluzas, porque Sánchez no es nadie intelectual e ideológicamente en la política española. Ahí reside la tragedia. Salvo que tiene en sus manos un poder inmenso por ser el presidente del Gobierno, la legitimidad de este personaje es nula. Eso es del dominio público, pero el hombre de Feijóo en Andalucía parece hacerse de nuevas. Hace mal, porque el político no puede llegar tarde a lo que hace tiempo sabe la sociedad civil. Sí, la sociedad civil nos enseña que el PSOE es un partido sometido a un aventurero sin escrúpulos. Estamos ante un político de corte autoritario con aspiraciones dictatoriales.

Porque es público y notorio el futuro de Sánchez, resultan simplonas las declaraciones de Moreno Bonilla. Salvo las Academias, las Universidades, el periódico El País, las televisiones y las radios, los funcionarios y la gente que queda del viejo franquismo, o sea todos los que se pasaron de Franco al PSOE, nadie daría un ardite de su patrimonio intelectual a favor de Sánchez. Este tipo es un apestado. Nunca fue capaz de salir solo a darse un paseo por las calles de España y, cuando lo intentó, fue abucheado. Sánchez y todo el PSOE es un fraude como el rollo de sus socios separatistas y comunistas de cartón piedra. La gente está harta de toda esa ideología barata. El cambio político está a la vuelta de la esquina, pero los muchachotes del PP simulan no enterarse. Se hacen los listos. ¡Cuidado! La gente no es tonta.

El gobierno de Sánchez, durante estos cuatro años y un día, no ha dejado un solo día de cometer una tropelía. Una tapaba a otra. Escándalo sobre escándalo, sin sentido y significado real para el bien del país, ha desgobernado España a golpe de decreto sin prestar atención alguna a la justicia y a la sabiduría. Sánchez lleva cuatro años y un día destrozando la Nación y los goznes fundamentales del Estado. Quizá consiga llegar hasta el último día que le permita la ley, o quizá la retorcerá para prorrogar su agonía, o peor, quizá consiga que no haya elecciones. Todo es posible con este sujeto y con esta suave Oposición de Feijóo. Pero una cosa es inequívoca: este Sánchez no puede salir a la calle como un ciudadano normal. La mayoría de los españoles sabe lo fundamental de este político: fue ilegal la moción de censura que le puso al zote de Rajoy; no ha conseguido legitimidad alguna durante estos años en el poder; y, por encima de todo, a nadie se le pasa por alto que es un autoritario porque, lejos de dar explicaciones de sus decisiones e indecisiones, en fin, de su carencia de una política democrática, persigue a la Oposición como si fuera la causante de los males de España.

La principal desgracia de España es soportar a Sánchez; y lo conlleva, como si se tratara de alguien respetable en términos políticos. Todos actuamos como si fuera normal esta legislatura. Pero la realidad es otra: todo es anormal y extraño, es decir, vivimos en una burbuja de cinismo e hipocresía. Simulamos vivir en un régimen democrático, pero esto es una cloaca de miseria sin saber cómo podemos conseguir salir de ella. Aunque por fortuna sólo hay un cosa buena: la maldad de este Sánchez ha conseguido poner de acuerdo a todos: o se le echa de la vida pública o desaparece lo poco que queda de democracia.

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