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Amando de Miguel

El desconcierto de la concertina

Antes fueron los europeos los emigrantes. Ahora nos toca recibirlos. Habrá que hacerlo con dignidad.

Antes fueron los europeos los emigrantes. Ahora nos toca recibirlos. Habrá que hacerlo con dignidad.

Estamos asistiendo en Europa al movimiento de masas más ingente desde la II Guerra Mundial. Millones de asiáticos y africanos se aprestan a asaltar pacíficamente las fronteras de la Unión Europea. No van a poder ser detenidos, por muchas alambradas de espino que se levanten y por más que los espinos sean ahora refinadas concertinas. No se pueden poner puertas al campo.

Contrariamente a lo que se dice o parece, las interminables columnas de inmigrantes o de refugiados no son los más pobres de sus respectivos países de origen. Los verdaderamente desasistidos permanecen en sus miserables poblados de nación, resignados al apocalipsis de la guerra, el hambre y la peste.

Resulta estupefaciente la historia del africano que se atrevió a recorrer a pie el túnel del Canal de la Mancha. Al final se le detuvo por "obstruir el tráfico". Se habla de las mafias que trafican con el traslado de los inmigrantes o refugiados. No se sabe de ningún mafioso que haya sido condenado por tan horrendo crimen.

Al construirse la Unión Europea se prescindió de cualquier mención a la herencia cristiana como fundamento específico de la personalidad de nuestro continente. Justo castigo a tamaña estupidez. En menos de una generación los habitantes de la UE contendrán una elevada y creciente proporción de musulmanes. Realizan pacíficamente el viejo sueño de los árabes detenidos en España o de los turcos en Austria. Estos nuevos musulmanes son prolíficos y fanáticos. No todos los musulmanes son terroristas, pero todos los terroristas son musulmanes. En los países islámicos hace ya tiempo que no se erigen iglesias cristianas, pero en la Unión Europea se levantan centenares de grandes mezquitas.

Obsérvese que el éxodo asiático y africano no se dirige a Rusia, China o Japón. Se orientan decididamente por la Unión Europea por una potísima razón. Aquí disfrutan del llamado Estado de Bienestar en su grado más afluente. A diferencia de otras corrientes migratorias masivas, esta de ahora no busca trabajo sino asistencia, ayudas humanitarias. En España un político socialista ha dicho que hay que dar "sanidad universal". ¿Y por qué no vivienda universal, educación universal, etc.? Nada más plausible, pero ¿cómo se paga? Se adivina el desconcierto.

Es de temer la reacción xenófoba europea. No hace falta llegar a las tropelías de los grupos racistas. Todos los partidos se llaman andana a la hora de hacerse cargo del problema. Resulta ridículo el paripé de los jefes de Gobierno que se niegan a hacerse cargo de las simbólicas cuotas de refugiados. ¿Qué se hizo de aquel plan para interceptar o incluso hundir los barcos de los mafiosos? Entonces eran solo unos miles los refugiados o inmigrantes. Ahora son cientos de miles. Pueden llegar a ser millones. Ojo a la xenofobia de baja intensidad.

A los europeos se nos ha olvidado que hace más de cien años salían anualmente del continente para América u Oceanía millones de emigrantes. Ahora nos toca recibirlos. Habrá que hacerlo con dignidad. No puede ser que se beneficien los fabricantes de concertina.

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