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Amando de Miguel

El plebeyismo en el lenguaje

Lo que pasa es que el deporte exige un lenguaje poco variado. Por eso los comentaristas deportivos son tan aficionados a las metáforas y otras figuras retóricas.

Nada más plebeyo que escribir con faltas sistemáticas de ortografía. Revela que uno no ha tenido la instrucción suficiente o bien que quiere pasar por una persona corriente. Ramón Freire se refiere a un caso que yo desconocía. Por lo visto alguien envía mensajes a la tele y se los transcriben con faltas de ortografía o de sintaxis. Así los lee la audiencia. Yo creía otra cosa, que la cadena de televisión no podía alterar los textos que le llegaban, aunque tuvieran faltas. Solo podía censurar los que eran obscenos o insultantes. Habrá que estudiar el asunto. Mi opinión es que no deberían leerse mensajes con gruesas faltas de ortografía. Esa corrección no viola en absoluto los límites de la privacidad.

Un plebeyismo menor pero muy llamativo es el abuso de giros populares que a veces emplean los políticos. Diego López Ordóñez critica la dicción de Mariano Rajoy cuando dice "Estao" por "Estado". Me sumo a la crítica. Un líder político no debe hablar como un personaje cómico de zarzuela o como se habla en una reunión de amigos. No puede decir "pues vamos daos" o "yo, es que alucino". He visto que el portavoz del PP, Pons, utiliza a veces giros de ese cariz. Mala cosa.

Una regla de oro del lenguaje es que hay que acomodar la forma de hablar a las circunstancias del caso. Por ejemplo, en una tertulia de la tele los participantes hablan de una forma delante de las cámaras y de otra en los descansos de la publicidad. Aun así, esos dos lenguajes pueden llegar a mezclarse con la consiguiente degradación de lo que podríamos llamar el lenguaje formal o cortés. En los últimos tiempos noto cómo algunas muletillas del habla coloquial se introducen tranquilamente en el habla formal. Es el caso del "sí o sí", que más bien parece un ñoñismo, pero que gusta a muchos tertulianos. Hay algunas muletillas que están bien si se dejan caer a su debido tiempo, pero que estragan cuando se sueltan a troche y moche. Por ejemplo, "con la que está cayendo" (para cualquier dificultad) o "desde el minuto uno", que quizá proceda del lenguaje deportivo. Lo que no entiendo es "desde el minuto cero".

Pedro Lorenzo se queja, precisamente, de la vulgaridad de ciertas expresiones que gustan muchos a los cronistas deportivos y que pueden ser impropias. Aduce el caso del adjetivo "carioca" (gentilicio de Río de Janeiro), que se hace extensivo a todos los brasileños. Por lo mismo, lo del "marcador inalterable", extraño giro para el marcador que registra un empate a cero. Más hiriente es el plural de "club", que aparece tantas veces como "clubs, clues o clus", pero no "clubes", como es lo correcto. No trato de defender a los cronistas deportivos, que suelen ser buenos intérpretes de la realidad. Lo que pasa es que el deporte exige un lenguaje poco variado. Por eso los comentaristas deportivos son tan aficionados a las metáforas y otras figuras retóricas. Lo malo es cuando esos hallazgos léxicos se imitan y se repiten. Entonces se convierten en muletillas poco imaginativas. Pero eso mismo ocurre en toda suerte de comentaristas. Por ejemplo, últimamente se abusa hasta el hastío del adjetivo "contundente", en el sentido de que algo está bien hecho, es lo correcto, etc. Lo contundente implica algún grado de violencia, pero ese sentido se oculta porque lo de la violencia está mal visto. Es más, los asesinos aparecen muchas veces como "violentos".

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