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Amando de Miguel

Luchar contra los errores

Las erratas surgen en la escritura como los hongos en el bosque húmedo, por doquier. Hay que preocuparse de que su número se reduzca, pero no pasa nada si queda alguna suelta. Es más, a veces hay erratas divertidas. Otra cosa son los errores y vicios del lenguaje, que, si menudean, hacen penosa la comunicación. En esta seccioncilla me entretengo en devanar algunas ilustraciones del idioma común tal como lo usamos los españoles. Las erratas de la escritura se deslizan un poco al capricho o al azar. No tienen importancia si el que escribe sabe cómo debe escribirse correctamente, es decir, si puede corregir el desliz. En cambio, comete un error si ignora cuál es la forma correcta. La diferencia entre uno y otro concepto es enorme. Por otra parte, hay errores, errorcillos y disparates. Esto es, lo que importa es la magnitud del desvío respecto a la norma. La Academia nos facilita la vida al aconsejarnos unos u otros usos, sin imponerlos con una capacidad coactiva que no tiene. Eso, algunas veces. En otras la Academia nos señala los verdadeíros errores y los auténticos disparates. Otra cosa es que luego los hablantes tengamos una moral léxica ─si se puede decir así ─ más o menos estricta o relajada. Debo entender que los lectores de estas cuartillas están conmigo en que debemos luchar contra los errores. Basta con esa buena disposición.

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