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Amando de Miguel

Más tesis improcedentes sobre Cataluña

En Cataluña se han producido más casos de corrupción que en ninguna otra parte de España.

En Cataluña se han producido más casos de corrupción que en ninguna otra parte de España.
Jordi Pujol y Marta Ferrusola | EFE

Alguien me lo ha recordado desde Barcelona: "Usted, señor Amando, sigue ñaca ñaca con sus ideas españolistas sobre Cataluña. No aprendió la lección de cuando le pusimos un cartel en la Universidad de Barcelona, que decía Amando, go home". En efecto, así fue. De momento me fui un año a los Estados Unidos como profesor y luego me instalé en Madrid, donde no hay palabra para designar a los de fuera.

Vamos a dejarnos de discusiones teóricas. El hecho es que, en Cataluña, y durante la última generación, dominada por los nacionalistas, se han producido más casos de corrupción que en ninguna otra parte de España. Bien es verdad que en las otras regiones españolas también se ha dado la asociación de los latrocinios del dinero público con la Administración dizque autonómica. Pero esa es otra cuestión sobre la que habrá que volver.

Una de las leyendas más piadosas sobre los catalanes es que en ellos domina siempre el seny, esto es, la mesura, el sentido común. Mi impresión es la contraria. Cataluña es la tierra de la desmesura, la exageración, sacar los pies de las alforjas. Basta pensar en el pasado anarquista (que impidió que en Cataluña se asentara propiamente el PSOE), el arte de Gaudí o de Dalí, la genialidad de Boadella, el apasionamiento de los escritores como letraheridos. El ejemplo más reciente y llamativo de ese talante de la desmesura es la rocambolesca peripecia del presidente Puigdemont. Es el forajido más famoso de Cataluña, después de Roque Guinart, inmortalizado por Cervantes.

Una de las obsesiones del catalanismo es la de los orígenes, el adanismo. Resulta que Cataluña fue una nación antes que todas las demás; no solo eso, sino una nación democrática en la época medieval. Puede que los layetanos ya fueran democráticos. Que conste que el complejo de Adán es común a los nacionalistas españoles, entusiasmados siempre por los orígenes de España. Claro que el invento historicista más genial de los catalanistas es que han impuesto la creencia de que existió una "Corona Catalanoaragonesa", entiéndase, con la capital en Barcelona.

El catalanismo es un fenómeno genuinamente español, al caracterizarse por lo que Unamuno llamó "fulanismo", esto es, la decisiva importancia de las facciones personales en los partidos políticos.

En algunos países europeos ha habido fermentos separatistas que han logrado la independencia de sus respectivas naciones con mayor o menor tradición. Así fue en Irlanda o en Noruega, por ejemplo. Ahora bien, la gran diferencia es que esos movimientos secesionistas consiguieron la adhesión del 80% de la población, por poner una cifra. Sobre esa base tan amplia triunfaron. Pero en Cataluña los independentistas no logran pasar del 50%, y eso forzando la máquina de la propaganda. Lo cual significa que aquí no hay solución más que el conflicto permanente, la inestabilidad constitutiva.

Lo primero que hacen los independentistas en todo el mundo es inventar una bandera. Lo han intentado en Cataluña, pero con escaso éxito. Pesa mucho la cuatribarrada sin más, que proviene de la Corona de Aragón y de los almogávares.

La gran ambivalencia de los catalanistas, desde Cánovas, es que se han preocupado en influir en la vida pública española con todos los Gobiernos y regímenes. Es lo que llamaron "fomento del trabajo", donoso nombre para una patronal. Recordemos que, de los siete ponentes de la Constitución de 1978, dos eran catalanes y, naturalmente, tiraban para lo suyo. Entre otras cosas, impusieron el término nacionalidades para referirse a las regiones. Es algo que provenía de la Yugoslavia de Tito. Vaya un precedente.

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