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Amando de Miguel

No es posible un Gobierno estable

No importa que los negociadores se consideren unidos por el progresismo. El progresismo es al progreso como el oportunismo es a la oportunidad.

No importa que los negociadores se consideren unidos por el progresismo. El progresismo es al progreso como el oportunismo es a la oportunidad.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tras firmar su preacuerdo | EFE

En estos tiempos adocenados, una de las modas léxicas más insoportables es esa de terminar una frase con el latiguillo de "es posible". No digamos los estribillos de "sí se puede" o "podemos". Son importaciones fraudulentas del inglés norteamericano. Las aceptan sobre todo con pueril fruición los tipos que odian los valores fundamentales de la sociedad de los Estados Unidos. La importación viene a resaltar un rasgo muy característico de la izquierda de nuestro país: el voluntarismo tonto. Basta con enunciar que algo se desea para que parezca que ya se ha conseguido.

Pues bien, en claro castellano me atrevo a aventurar que, en la España de hoy (no hace falta decir "a día de hoy"; otro barbarismo) no es posible un Gobierno estable. Verdad es que se lleva formando más de un año; y el último intento sin que el Rey haya encargado al doctor Sánchez la ceremonia, como prescribe la Constitución. Las componendas que se han llevado a efecto (ahora se llaman "diálogo") revelan un imposible: que se entiendan los que se odian o se desprecian. Como señala la tradición jurídica, "a lo imposible nadie viene obligado". No importa que los negociadores se consideren unidos por la charnela del progresismo. El progresismo es al progreso como el oportunismo es a la oportunidad.

En estos momentos el Gobierno más probable es la confusa amalgama progresista: socialistas, comunistas (Unidas Podemos y sus confluencias), nacionalistas revolucionarios (catalanes) y nacionalistas reaccionarios (vascos). No todos van a participar en el Consejo de Ministros, pero ayudarán decisivamente a la votación de investidura. Después de todo, rascando un poco, a la cuadrilla dicha les une la idea de que no existe o no debe existir la nación española. Tampoco les entusiasma mucho la figura del Rey, tan idealizada tienen la nefasta experiencia republicana.

La inestabilidad que anticipo idealmente no se deriva solo de lo heteróclito de las fuerzas entretenidas en las componendas para gobernar. La desazón será mayor cuando haya que empezar a sacar leyes, empezando por la de presupuestos. Es ahí donde no van a poder pactar unos intereses tan contrapuestos. A no ser que el Gobierno se centre en la repartija del botín que llaman Fisco bajo el manto protector del Estado de Bienestar en aras de la famosa igualdad. Mayores incongruencias se han visto. Bien atornillados al poder, a los políticos progresistas les da una higa todo lo demás.

Caben otras salidas del laberinto. Por ejemplo, que el doctor Sánchez regrese a su cátedra y en su lugar se alce una mujer de las varias muy parleras que rodean al presidente como su guardia pretoriana. Sería la fórmula del auténtico feminismo. En tal caso sería más probable que el Partido Popular se atreviera a colaborar, al menos no oponiéndose a la votación de investidura del Gobierno. Mediante tal cesión, se podría superar el contradiós que significa el hecho de que los separatistas vascos y catalanes aúpen al Gobierno.

Claro que todas las especulaciones anteriores resultan bastante vanas. En el cotarro político se manejan con soltura y desfachatez porque da un poco de vergüenza mantener tanto tiempo un Gobierno "en funciones", es decir, que no funciona.

La aporía mayor es cómo armar el Gobierno de la nación cuando sus componentes no creen que exista propiamente la nación española. Lo natural en los separatistas es la negación permanente de la nación española, que ellos llaman "Estado", con profundo desconocimiento de los conceptos. Quizá confundan Estado con estado, que es una tabla estadística.

La inestabilidad que aseguro (y temo) no es tanto la del empeño en formar Gobierno como la de la acción de gobernar con legitimidad y eficacia. Ahí te quiero ver, escopeta.

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