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Amando de Miguel

Otra vez la 'ley de fugas'

Se requiere una policía algo más profesional y entrenada que la actual.

Hace un siglo, más o menos, se generalizó en España la expresión "ley de fugas" para disimular el oscuro suceso de que la Guardia Civil mataba a los delincuentes peligrosos que había detenido. En el correspondiente informe se aseguraba que el criminal había intentado huir, por lo que los guardias no habían tenido más remedio que disparar a matar. Se suponía que era un medio expeditivo para disuadir a futuros criminales. No funcionó. Más bien se trataba de una vergüenza colectiva, sobre la que se corría un estudiado silencio.

Hoy no existe en España la pena de muerte y nos hemos civilizado bastante en este y en otros extremos. Pero, a través de las noticias y las películas, asimilamos un suceso terrible. En los Estados Unidos, ante la amenaza de los francotiradores o los terroristas, los policías simplemente abaten (ese es el eufemismo) a los delincuentes armados. Los liquidan en el acto. Socialmente se considera que es una salida necesaria, una especie de defensa propia. Podría haber sido un caso exclusivo de los Estados Unidos, donde existe una gran facilidad para comprar armas y donde se acepta generalmente la pena de muerte. Pero la sádica costumbre se ha extendido a los países europeos, y desde luego a España, por razón de la amenaza terrorista, que no se sabe bien cómo atajarla, salvo con el expediente de las armas. Oficialmente se habla de "lucha antiterrorista", como si fuera una especie de batalla de igual a igual. No se cae en la cuenta de que el terrorismo se ataja primordialmente con información. Es decir, se previene.

No parece una decisión encomiable la de los policías que abaten a una persona que pasa por terrorista sin apelar a otras opciones. Más inteligente y moral sería que, en los casos de presencia de los terroristas en la calle, los policías trataran de reducirlos por la fuerza o la intimidación. No tendría por qué ser tan automática la decisión de abatirlos sin más. También se dice "neutralizarlos", un eufemismo aún más educado o hipócrita. Una persona particular sí debe recurrir a la fuerza como defensa propia, pero los policías tienen otros procedimientos y otros medios. Debe exigírseles la profesionalidad suficiente para poder reducir a un terrorista en acción sin necesidad de acabar con él de manera inmisericorde. Hay, además, una razón práctica. Un terrorista herido y capturado puede proporcionar información sobre su banda, cosa que lógicamente es imposible cuando resulta abatido. Insisto en que la lucha antiterrorista debe basarse sobre todo en el manejo de la información adecuada.

¿Cómo se explica que la excesiva crueldad de la policía en esos casos sea tan popular? Muy sencillo. La población presumiblemente civilizada sigue aceptando la vieja interpretación de la justicia como venganza. Por eso en su día se comprendió muy bien el principio del ojo por ojo o su traducción lamentable en la ley de fugas. Tanto es así que se suele premiar al policía que neutraliza a un delincuente armado sin mayores averiguaciones. En el caso improbable de que vaya a juicio, el juez apreciará la legítima defensa o el estado de necesidad. La población aplaudirá tal veredicto. Si se exploraran bien las actitudes de la gente que pasa por pacífica, se vería que sigue predominando la noción de justicia como venganza.

Alguna vez cambiarán estas prácticas de aparente eficiencia extrema de la policía, por lo mismo que la opinión pública ya no acepta la pena de muerte. Se requiere una policía algo más profesional y entrenada que la actual. Se trata de una profesión arriesgada, de larga y ardua formación, con una capacidad extraordinaria de tomar decisiones en casos excepcionales. El Estado debería dedicar más esfuerzo para disponer de una policía (sin el circunloquio de "cuerpos y fuerzas de seguridad") adaptada a los tiempos actuales. La propuesta vale para España, pero aún sería más necesaria en el resto de Europa o en los Estados Unidos.

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