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Amando de Miguel

Remilgos contra Vox

El partido de Santiago Abascal representa una nueva derecha que pone en peligro la inveterada hegemonía cultural de la izquierda.

El partido de Santiago Abascal representa una nueva derecha que pone en peligro la inveterada hegemonía cultural de la izquierda.
EFE

Digo "remilgos" por educación, por conceder un mínimo de honradez a las actitudes enconadas contra Vox por parte de ciertos líderes políticos, en particular los que se reservan para sí el título de Ciudadanos. En realidad, se trata más bien de prejuicios caprichosos, incongruencias irracionales, antojos enfermizos. No tienen más fundamento que el defensivo, algo que suele acompañar a los sentimientos de suspicacia, recelo, envidia. Se han estudiado con detalle en el prejuicio antijudío, el más amplio y dañino de la historia. En el caso de Vox se da la paradoja de que la inmediata invectiva que recibe de los que lo desprecian es la de "fascista". Cree el ladrón que los otros son de su condición.

Se comprende la reacción despreciativa hacia Vox por parte de los rufianes y errejones de toda laya, que son legión. Razonan con buena inteligencia que Vox representa una nueva derecha que pone en peligro la inveterada hegemonía cultural de la izquierda. No es broma; la pérdida de influencia ideológica de la siniestra equivale a una sensible disminución de las oportunidades ocupacionales, las subvenciones y en consecuencia de los ingresos.

Lo que llama la atención es el prejuicio contra Vox por parte de los gerifaltes de la derecha establecida, peor, la que a sí misma se considera de centro para la galería. Los más cultos quizá recuerden aquello de in medio stat virtus, quando extrema sunt vitiosa (cuando los extremos parecen desmesurados, lo mejor es situarse en el centro). Así que lo práctico es vituperar a Vox como de "extrema derecha", aunque no sea ese lugar en el que han sentado a sus diputados en el Congreso. Los han puesto en la montaña, que también es un símbolo político.

Es de manual de psicología que las rivalidades o animadversiones se enconan de manera particular entre parientes, vecinos, colegas; es decir, entre las personas que parecen próximas. Ocurrió ya con Ciudadanos. Este nuevo partido surgió por la mala conciencia que ocasionaba a muchos seguidores del PP el hecho de que su partido fuera tan cobarde contra los separatistas y tan indulgente con los corruptos. La tropa de Ciudadanos venía a ser una especie sincrética de centro reformista, liberal y socialdemócrata. Se trataba de superar a la derechona, tocada por sus orígenes franquistas. De ahí el fulgurante ascenso electoral de Ciudadanos. Eso fue así hasta que hace un par de años, en que, frente a las ambigüedades de Ciudadanos, se alzó Vox con las propuestas típicas de la derecha. Es lógico, pues, que los jerarcas de Ciudadanos, que después de varios años de brega apenas han tocado poder, se muestren resentidos respecto a Vox. No hay peor cuña que la de la misma madera.

Produce una especie de vergüenza ajena asistir al espectáculo de algunos capitostes de Ciudadanos, a los que les tiembla la voz y bajan los ojos cada vez que no tienen más remedio que referirse a Vox. La paradoja está en que el rechazo del lenguaje corporal traiciona la necesidad de contar con los votos de Vox para alcanzar o retener algunas parcelas de poder. El caso del PP está aún más claro. Si el PP sigue conservando algunos escalones de la pirámide del poder es gracias al apoyo de Vox. Habría que recordar aquello de que "de bien nacidos es ser agradecidos".

No sé si hay suficiente espacio para la trimurti de PP, Cs y Vox. Demasiados jefes y pocos indios. Se impone la necesidad racional de una sola y fuerte derecha sin complejos. La crudelísima ley de la evolución hará que Ciudadanos devore a lo que quede del PP (o al revés) y que Vox se alimente de los restos de Ciudadanos o del PP. Bien es verdad que para ello resulta necesario que en Vox se produzca una extraordinaria aportación teórica de su sistema de ideas. Los políticos voxeros en activo bastante tienen con las vicisitudes de la brega diaria y no pueden descender a una tarea tan aburrida como la de hacer literatura. Que conste que el menester intelectual de ejercitar el pensamiento también se ha quedado sin hacer en el PP y en Ciudadanos. Esa es la principal debilidad de la derecha, más notoria aún ante la hegemonía cultural de la izquierda. La cual es tan firme que ha llegado a cristalizar la creencia de que es ilegítimo que la derecha gobierne en España. He ahí la razón por la que nuestra democracia se muestra tan quebradiza.

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