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Amando de Miguel

Un monumento sexista

Constantino López, concejal de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) me envía amablemente un “manual para el uso administrativo de lenguaje no-sexista” que han redactado en su Ayuntamiento. Me pide mi opinión sobre el manual “por si deseo profundizar en el asunto”. Algo habrá que profundizar en un suelo tan superficial como es este de la cruzada en favor del lenguaje no sexista. (Por cierto, no hace falta ningún guioncillo).
 
Empecemos por el título: “Excmo. Ayuntamiento de Alcázar de San Juan. Manual municipal para el uso administrativo de lenguaje no-sexista”. Repárese en que todos los rimbombantes sustantivos son masculinos. Puestos a combatir el sexismo habría que decir: “Excma. Merindad de la Alcazaba de Santa Juana. Cartilla municipal para la utilización de la lengua no sexista”. ¿Le parece ridículo, don Constantino? Pues así me lo parece a  mí el repertorio de propuestas que se contienen en el citado manual, o mejor, cartilla. En todo caso, entendería que ese tipo de propuestas arbitristas las hicieran algunos señoritos ociosos de la localidad, pero no personas de izquierdas, comprometidas con el valor de la igualdad. (Nótese que “señorito” es masculino y afrentoso). Protesto en nombre del vecindario de Alcázar de San Juan por el mal uso que se hace de los dineros públicos y del tiempo de sus munícipes. No es función de un Ayuntamiento prescribir cómo tienen que hablar sus vecinos, y naturalmente, vecinas.

Para mí (y prácticamente para todos los que han hablado castellano desde hace mil años) el uso del masculino como genérico no constituye ningún desdoro para las mujeres. Tampoco lo es que haya nombres de cosas sin sexo que lleven el género masculino, femenino o neutro. Estamos ante rasgos estructurales del idioma, que proceden mayormente del latín, y que son parte de nuestra forma de ver el mundo. Para nosotros la muerte o la Luna son voces femeninas; en alemán o en otras lenguas son masculinas. Nadie debe ofenderse por ese aparente capricho lingüístico.

Dicen ustedes que en el Manual han optado “por enunciar primero el género masculino y después el femenino… pero sin ninguna intención de privilegio hacia los hombres” (entiendo que debe de ser “los varones”). Es una convención, pero no la siguen del todo. El primer párrafo del Manual empieza así: “La igualdad entre mujeres y hombres…”. Se puede decir “entre hombres y mujeres” sin que nadie se tenga que molestar.

No entiendo lo de “la ideología machista de adulamiento”. Se dice “adulación” (femenino), no adulamiento (masculino). Me pregunto por qué para ustedes el machismo es algo despreciativo y el feminismo es encomiástico. ¿No son dos sesgos vituperables?

La frase enfática “Es precisamente desde la hipótesis… desde la que se realiza este Manual…” pónganmela en lengua castellana. Ese desde reduplicado es una cursilada del politiqués. Continuamente hablan del lenguaje castellano. No les importe hablar de la lengua, que es femenino. Sostienen ustedes que el sexo de las personas solo tiene que ver con la reproducción, pero no con “otros ámbitos, ya sean sociales, políticos o culturales”. ¿Si? Entonces dígame por qué hay servicios para “señoras y  caballeros”, secciones en las tiendas de ropa para “hombres y mujeres”. En los deportes se mantienen competiciones para los dos sexos por separado. Sucede, incluso, que las mujeres viven más años que los varones, y cada vez más. Todo eso poco tiene que ver con la reproducción. Las señoras estériles no entran en los baños de caballeros. No es ningún desdoro que el sexo tenga que ver con muchos aspectos sociales, políticos o culturales. No siempre es una realidad vituperable.

Dice la cartilla que comento: “en castellano no hay sustantivos neutros”. ¿Y lo cursi? Eso es su manualillo, un tratado de lo cursi.

Puestos a buscar perversiones sexistas en el idioma, el Manual alcazareño sostiene que “un sillón (masculino) es más grande que una silla (femenino), más pequeña”. Qué tontería. También la poltrona (femenino) es algo más que un sillón (masculino) y más todavía que un sillín (masculino). También dice el Manual de mis dolores que los árboles son masculinos y sus frutos, femeninos, por ser más pequeños. Si es así, la razón es por el origen latino, pero solo en parte y no siempre. Por ejemplo, el fruto pequeño de la palmera (femenino) es el dátil (masculino). Es una fantasía el argumento de que las voces masculinas tienden a ser ponderativas y las femeninas, peyorativas. Véase la mano (femenino, lo específicamente humano) frente al pie (masculino, lo común con los animales). ¿Y qué decir de las virtudes (femeninas) y los pecados (masculino)? Se me acaba el espacio y voy por la mitad del Manual, aunque mejor sería llamarlo Pedal. Continuará.

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