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Antonio Robles

CiU contra Cataluña

Si alguien les malmetiese con bulos tales como que los restauradores catalanes insultan a sus clientes los tomarían por farsantes. Sin embargo, eso es precisamente lo que está trasmitiendo la Cataluña nacionalista a su principal cliente: España.

Con toda seguridad, si alguien les malmetiese con bulos tales como que los restauradores catalanes insultan a sus clientes o desprecian su fidelidad, los tomarían por farsantes o a broma. Sin embargo, eso es precisamente lo que día sí y día también está trasmitiendo la Cataluña nacionalista a su principal cliente: España. No la Cataluña productiva, esa que cada día se esmera en crear productos de calidad a un precio competitivo y esmerado mimo al cliente. No, esta, al contrario de la que vive del negocio nacional, se juega la supervivencia cada día y sabe que cuidar a sus clientes es la garantía de su bienestar. Ofenderles gratuitamente no sería de cuerdos.

España, económicamente, se nos ha quedado pequeña, y ojalá en estos próximos años se nos quede definitivamente pequeña, económicamente, porque querrá decir que nos hemos situado en el mundo.

"Estas palabras –recogidas por La Voz de Barcelona del presidente de la Generalidad, Artur Mas, pronunciadas el pasado mes de abril durante una entrevista en TV3, reflejan uno de los objetivos principales del nacionalismo catalán, como parte de un proceso de desconexión gradual de Cataluña del resto del país en todos los ámbitos: sentimental, cultural, lingüístico y económico".

Y no fue un desliz, el inconsciente le volvió a delatar hace sólo un mes en otra entrevista televisada:

Hoy por hoy una parte significativa de la economía catalana depende del conjunto de España. Nos guste más o nos guste menos, esta es nuestra realidad. Afortunadamente, cada vez esto es menos así. Pero para muchas empresas, sobre todo pequeñas y medianas, todavía hoy el mercado español es esencial. Tal vez dentro de diez años no será exactamente igual. Ojalá. [...] Ojalá llegue un momento en que España represente el 5 ó el 10% de nuestra economía. Hoy no es el caso.

Si este señor fuera el presidente de una empresa, sería despedido inmediatamente por atentar contra los intereses de sus accionistas. La balanza comercial (solo de bienes) de Cataluña en 2010 con el extranjero arroja un saldo negativo de -18.646,8 millones de euros (exporta 48.598,8 m. de € e importa 67.246,6 m. de €) mientras con el resto de España tiene un superávit de 21.857 millones de euros (vende 49.432 m. de € y compra 27.575 m. de €). De las cifras se deduce que el déficit exterior que Cataluña padece se compensa con el superávit que obtiene de sus mayores ventas al resto de España. Es decir, el mercado español es vital para la economía catalana.

Si además de bienes, incluimos servicios, la equivalencia se repite: Cataluña soporta el déficit exterior de -2.167 m. de € con los 9.995 m. de € que obtiene de sus relaciones privilegiadas con España (Idescat y Ceprede).

¿A qué responsable empresarial se le podría ocurrir despreciar a sus clientes, o lamentarse en público de la abultada agenda de clientes que aún le compran en España?

Cuando se discutió en el Parlamento de Cataluña el transvase del Ebro, CiU se opuso al PHN y propuso el trasvase del Ródano. ¡Menos mal que no salió adelante! La colosal obra de ingeniería nos hubiera dejado endeudados hasta las cejas. ¿Y por qué ese trasvase de un río francés en lugar de un río español? Por lo mismo que ahora el presidente de la Generalidad quiere reducir su dependencia económica con el resto del Estado. Sueñan con reducir al mínimo sus relaciones comerciales con España para soportar con el menor coste posible la secesión a las bravas. Cuanta menos dependencia, más libertad para romper la baraja.

El delirio debería hacer reflexionar a todos los ciudadanos de Cataluña: ¿votaría usted a un presidente de empresa que ofende a sus clientes por la quimera de un comercio internacional incierto?

Mientras casi nadie parece interesado en plantearse esta sencilla pregunta, los Durán i Lleida dale que dale con la matraca del concierto económico, la pela es la pela, las balanzas fiscales y el expolio fiscal. Es la versión más cutre que se ha editado desde aquellos famosos tocomochos de finales de los sesenta emitidos cada semana por TVE para advertir a los incautos.

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