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Antonio Robles

Mbappé, la leyenda quebrada

Kylian Mbappé desechó la oportunidad. Prefirió el vil metal a la honestidad de su sueño.

Kylian Mbappé desechó la oportunidad. Prefirió el vil metal a la honestidad de su sueño.
Cordon Press

"¿Pueden los sueños dirigir la vida de los hombres? ¿Puede un jugador de fútbol renunciar al vil metal por vivir su sueño? ¿Todo hombre tiene un precio?". Así iniciaba una reflexión sobre el valor de los sueños en un niño de extracción humilde que llega a lo más alto del deporte.

"Acaba de empezar la leyenda de Kylian Mbappé, el joven deportista que eligió su sueño, su dignidad y su libertad, frente al dinero". Y así erraba mi previsión sobre el destino de Mbappé tras la remontada del Real Madrid ante el PSG en el Bernabéu.

Por un momento creí que podría más el sueño de ese niño que el dinero de su dueño. Deseamos tanto finales épicos que a menudo obviamos la realidad en favor de su recreación. De ahí que encumbrara a Mbappé a una categoría humana que sólo está al alcance de los mitos.

El joven Kylian tenía la oportunidad de convertirse en leyenda por el simple hecho de negarse a ser tratado como mera mercancía. No dejarse comprar en un mundo donde todo se reduce a mercancía es hermoso. Y una lección para tantos niños que ven en sus ídolos un espejo donde reflejarse.

Pero el cuento se quedó en cuento. Una vez más. Y Kylian Mbappé desechó la oportunidad. Prefirió el vil metal a la honestidad de su sueño. No es nada deshonroso ni criticable, vivimos en un mundo donde nuestro bienestar depende del cambio de mercancías mediante un mecanismo infalible: oferta y demanda. A Kylian lo que es de Kylian, tenía tanto derecho como cualquier otro a aprovechar su fortuna. Y lo hizo. Pero en contrapartida, perdió toda posibilidad de convertirse en ejemplo, en modelo, en una leyenda.

No entiendo la reacción enfurruñada de muchos seguidores del Real Madrid contra Mbappé. Y aún menos si está fundamentada en la crítica al poder de clubes inmensamente ricos que quiebran la hegemonía clásica de clubes como el Real Madrid. Al fin y al cabo, estos clubes han tenido los mejores jugadores porque pertenecían a ciudades grandes frente a clubes modestos. ¿O nos hemos olvidado que Florentino Pérez pagó la cláusula de rescisión del contrato de Figo, valorada en 10.000 millones de pesetas? ¿O que trajo a golpe de talonario a Laudrup, Kaká, Ronaldo…? Cierto es que los clubes-Estado están alterando la economía del fútbol al inyectar dinero no generado por el propio fútbol, y eso debe ser regulado; pero si alguien no tiene derecho a quejarse del talonario del otro es quien ha usado el talonario para doblegar a los clubes más humildes. En la vida no se puede ganar siempre, y en el deporte menos. ¿Qué sentido tendría si no el mérito en la victoria si el ganador fuera siempre el mismo?

A mí me hubiera gustado ver cumplido el sueño de Mbappé. Por puro romanticismo. Y verle cabalgar como una manada de búfalos en el Real Madrid de Benzema, Vinícius y Valverde, pero no olviden los que ahora lo odian que el no haber cuajado su fichaje el pasado verano dio la oportunidad a Vinícius de ser lo que es hoy. Y puede que mañana pase lo mismo con Rodrygo Goes. La profesionalidad actual del deporte genera talentos todos los días. No hemos de confundir las portadas de la prensa deportiva, que vive de crear cracks todos los días, con su calidad real.

Bastante tiene ya el multimillonario Mbappé con gestionar la vanidad que generan 600 millones en tres años, y la soberbia que le ha llevado a convertirse en el cacique del club para mangonear a su antojo lo que debería ser responsabilidad de sus dirigentes y de su entrenador. Un error inmenso del PSG que le puede llevar al mismo fracaso del Barça por dejarse mangonear por Messi. Ese es su error; y la animadversión futura de sus compañeros, su penitencia.

De aquí a tres años, Mbappé tendrá 26 años. El Madrid no debería desechar la posibilidad de ficharle. Bajo sus condiciones. "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos", la lección de Di Stéfano.

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