Andaban hace poco nuestros politicastros algo aburridos en sus despachos cuando, de repente, por arte de no se sabe bien qué decidieron que por navidades no estaría mal del todo empezar a meter a la gente a la cárcel, por la cosa de darles un sustito inocentón y clarear un poco las calles, que andan por estas fechas a rebosar, a todo aquél que tomase una cerveza y se pusiese después al volante.
Lo de la secesión, evidentemente. Desconozco cuándo y cómo se producirá pero, más tarde o más temprano, lo que hoy es de hecho lo tendrá que ser de derecho.
Les hablaba de la relación "asimétrica" entre el nacionalismo y la cultura. Una relación ciertamente extraña. En realidad, la cultura no necesita para nada al nacionalismo; es más, le sobra el nacionalismo si esa cultura aspira a alguna grandeza y a alguna universalidad. El nacionalismo, sin embargo, esta obsesionado por la cultura y no deja de torturarla por las vías más rebuscadas: pone su foco en una parte de ella y deja al resto en la oscuridad; o bien extiende esa cultura hasta lo insospechado…
Buenas palabras y promesas de limosnas, pero nada de libre comercio.
Denme mil millones y prometo que no exportaré inmigrantes. ¿Se puede tener más cara? Adivinen quién ha soltado semejante frase.
Fijaos cómo ha cambiado la situación en Iraq que hasta el general Batiste -aplaudido con las orejas cuando arremetió contra Rumsfeld, Bush y la guerra- se ha pasado de bando y ahora escribe loas al progreso en el país mesopotámico.
¿Por qué los tiroteos públicos siempre ocurren en las zonas libres de armas?
Por la misma razón por la que no ocurren en una galería de tiro.
Hoy es 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos. Un día perfecto para acordarnos de Cuba.