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Carmelo Jordá

Una ficción llamada Margarita

La última gran esperanza roja de la derecha era Margarita Robles… hasta este martes.

La última gran esperanza roja de la derecha era Margarita Robles… hasta este martes.
Margarita Robles, ministra de Defensa. | EFE

Hay un sector muy importante de la derecha sociológica española al que le es imposible vivir con la certeza de que el PSOE, pese a que ha sido casi siempre un cáncer para este país, ahora es aún peor que eso: un partido sin la más mínima responsabilidad, cuyo principal proyecto político remite al cortísimo plazo y que está dispuesto a supeditarlo todo y a entregarlo todo para su mera supervivencia.

Entiendo que es duro convivir con eso, durísimo, así que, como el drogadicto que se dice que puede dejarlo cuando quiera, muchos medios y no pocas cabezas pensantes diestras necesitan creer en un partido socialista distinto, que en el fondo sí es responsable, que en el fondo no es antiespañol, que en fondo, vaya, le deja a uno dormir más o menos tranquilo cuando está en el poder, que es casi siempre.

La lástima, ay, es que ese PSOE sólo exista en su imaginación y, por tanto, que sus hipotéticos líderes, esenciales para mantener viva la ficción, también hayan sido siempre más fruto de una especie de sugestión colectiva que una realidad. Así, durante distintas épocas la derecha en general y el PP en particular han confiado en diferentes socialistas, que "ya verás tú cómo no van a consentir esto": Alfonso Guerra –¡Alfonso Guerra!–, los famosos barones autonómicos, Susana Díaz…; pero llegada la hora de la verdad jamás hubo nada, nunca se rebeló nadie, la única que llegó a irse fue Rosa Díez y sólo se rompió la disciplina de voto una vez: precisamente en contra de ese PSOE algo más pactista y razonable y de la mano del actual secretario general y presidente del Gobierno.

La última gran esperanza roja de la derecha era Margarita Robles… hasta este martes. Aparentemente menos sectaria que muchos de sus compañeros en el Ejecutivo, sí; seguramente más profesional que la mayoría de ellos, también, pero es que comparándose con esa jarca de indocumentados cualquier cosa parece algo; esas dos virtudes por contraste la habían hecho acreedora de un cierto prestigio moral que ya hace tiempo no tenía ningún motivo, pues nadie que colabore de una u otra forma con lo que le está haciendo Sánchez a España merece ya no buena reputación sino siquiera respeto. Un prestigio que, además, este martes ha estallado en mil pedazos: Margarita Robles, la gran Margarita, la estupenda Margarita, la distinta Margarita ha demostrado la misma dignidad que sus otros compañeros en el Consejo de Ministros, es decir, ninguna, cero, nada, nothing, nichts, niente.

No, resulta que Margarita Robles no es y probablemente nunca ha sido ejemplo de nada, sólo es otra socialista más que colabora con el peor Gobierno posible y se muestra capaz de cualquier bajeza por mantenerse en el machito, como destituir a un alto cargo que dirigía un organismo esencial para el Estado por motivos tan espurios que ni siquiera ha sido capaz de explicarlos de una forma medianamente coherente en rueda de prensa.

Entre unos y otros se había construido un ente de ficción que respondía por Margarita Robles, cuyo parecido con la realidad era pura coincidencia, que ha muerto políticamente este martes y que ahora es sólo otra lápida más en el cementerio de cadáveres políticos de Sánchez, que otra cosa no pero a la hora de devorar el prestigio y el caudal político de los suyos es un depredador que ni una mezcla imposible de tiranosaurio y velocirraptor, una auténtica bestia caníbal, oigan. Da miedo el bicho.

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