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Charles Krauthammer

Centrismo a la carta

Obama pretende pasar a la acción desplazándose rápidamente hacia el centro en esas cuestiones en las que él y su partido salen peor parados, a saber, la seguridad nacional y en general los asuntos culturales.

Se habrán dado cuenta de que últimamente Barack Obama lleva un pin de la bandera. Más de lo mismo. Durante la campaña de las primarias se negó a ello explicando que llevó uno tras el 11 de Septiembre, pero que después lo dejó porque "se convirtió en un sustituto, creo yo, del auténtico patriotismo".

Así que, ¿por qué vuelve a hacer ostentación de pseudo-patriotismo en su solapa? ¿Hace falta preguntarlo? Las primarias han terminado. Mientras seducía a los demócratas radicales de MoveOn.org que le sirvieron en bandeja los caucus, y por ende la candidatura presidencial de su partido, Obama no sólo despreció el pin. Lo difamó. Ahora que compite en unas generales frente a John McCain y que necesita desesperadamente los votos de esa clase media aferrada a Dios y a las armas que no pudo arrebatar a Hillary Clinton, el pin ha vuelto. Ahora su país también es el de ellos.

Pensé que ya había hecho un repaso exhaustivo de los flagrantes cambios de postura de Obama y del abandono de los principios (financiación pública de las campañas electorales, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, inmunidad de las empresas de telecomunicaciones por las escuchas post-11 de Septiembre, conversaciones incondicionales con Ahmadinejad) mientras se desplazaba hacia el centro pensando en la campaña presidencial. Me equivoqué al juzgarle. El movimiento no había hecho sino empezar.

La semana pasada, cuando el Tribunal Supremo declaró inconstitucional la prohibición de las armas de fuego ligeras en el Distrito de Columbia, Obama anunciaba inmediatamente que estaba de acuerdo con el veredicto. Esto después de que el pasado mes de noviembre su campaña declarase explícitamente al periódico Chicago Tribune que Obama pensaba que la prohibición de la tenencia de armas en el Distrito de Columbia era constitucional. Ahora el portavoz de Obama, Bill Burton, explica lo inexplicable tildando las declaraciones de noviembre (léase las primarias) de "inastutas". Esto sugiere la primera entrada del DicciObama: Inastuto: claro y directo, se dice de lo que carece de la creatividad artística que permite ulterior auto-refutación y negación.

Los principios ajustados según el momento electoral de Obama están empezando a acumularse: El TLCAN, la reforma de la financiación de las campañas electorales, las escuchas sin garantías judiciales, los pines de la bandera, el control de armas. ¿Qué queda? Irak. El cambio de chaqueta se acerca, y rápido.

Hace dos semanas predije que antes del día de las elecciones, Obama habría borrado cualquier diferencia significativa con respecto a McCain sobre la retirada de Irak. Subestimé su cinismo. Llevará a cabo la maniobra mucho antes. Utilizará su próximo viaje a Irak para reconocer los notables avances sobre el terreno y abandonar su compromiso, adquirido durante las primaras, de retirar todos los efectivos de combate en un plazo de 16 meses.

El cambio ha comenzado ya. El jueves pasado decía que su "postura original" acerca de la retirada siempre ha sido que "tenemos que cerciorarnos de que nuestras tropas están a salvo y de que Irak es estable." Y que "cuando vaya a Irak... tendré más información y continuaré refinando mis políticas". El giro en redondo ha sido prácticamente completado. Todo lo que queda es anunciar que el plazo de 16 meses sigue siendo su objetivo pero que, por supuesto, va a tener en cuenta la situación sobre el terreno y la recomendación de sus generales a la hora de determinar el ritmo definitivo de la retirada. Dicho y hecho. Y con eso, el Obama de las primarias, el Obama del historial de votación más progresista del Senado en el último año, habrá desaparecido en el vacío de la memoria colectiva.

La estrategia de Obama es obvia. El país sufre un profundo malestar y está ansioso de cambio. Su partido y él llevan ventaja en los temas nacionales y económicos. Por tanto, Obama pretende pasar a la acción desplazándose rápidamente hacia el centro en esas cuestiones en las que él y su partido salen peor parados, a saber, la seguridad nacional y en general los asuntos culturales. Con esto, y lo que es más importante, con su discurso perdedor sobre la guerra de Irak fuera de juego, las elecciones se decidirán en función del carisma y la personalidad: "En esta esquina del cuadrilátero, el contrincante elegante, joven y pulido, guay y estiloso. En la otra, el viejo". No hay color.

Después de todo, así es como barrió a Hillary. Al principio ella se presentó como centrista, a la espera de que su nominación fuera una simple coronación. Sin embargo, a la primera señal de oposición seria, cayó presa del pánico y se escoró a la izquierda. Fue un error fatal. Eso eliminó toda diferencia ideológica y política significativa con Obama (sus desesperados intentos de magnificar su minúsculo desacuerdo en materia de sanidad universal pasaron a ser casi cómicos) y convirtió la contienda en algo completamente dependiente de la personalidad. Batalla perdida.

Mientras Obama se esfuerza por eliminar cualquier diferencia con McCain en seguridad nacional y asuntos sociales, sigue confiado acertadamente en que el cansancio de Bush, la pésima situación de la economía y su propio carisma (es con facilidad la personalidad política más brillante desde John Kennedy) le conduzcan a la Casa Blanca.

Por supuesto, una vez que llegue allí tendrá que decidir lo que realmente prefiere, el discurso progresista/populista que hizo campaña durante las primarias o los giros en redondo que de forma tan astuta nos brinda ahora. 

No tengo ni idea. ¿Y usted? ¿Y él?

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