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Clemente Polo

¿’Rubalcabalgará’?

Tras el descalabro electoral, el PSOE ha nombrado a su candidato, Pérez Rubalcaba, presidente del grupo parlamentario y será, por tanto el encargado de replicar a Rajoy en la sesión de investidura y liderar la oposición.

Tras el descalabro electoral, el PSOE ha nombrado a su candidato, Pérez Rubalcaba, presidente del grupo parlamentario y será, por tanto el encargado de replicar a Rajoy en la sesión de investidura y liderar la oposición hasta que se elija al nuevo secretario general en febrero. Si difícil resultó no caer en el desánimo durante una campaña lastrada por tres años de malas noticias económicas –¡incluso la intervención coordinada de la FED, el BCE y otros bancos centrales no llegó hasta algunos días después de las elecciones!–, tampoco va a resultarle nada fácil su labor de oposición en el Congreso. ¿Podrá sobreponerse a la severa derrota y concitar los apoyos suficientes para hilvanar un proyecto con pies y cabeza? O, ¿será su interinidad aprovechada por segundones sin mando en plaza que, aunque han sufrido también severas derrotas en las urnas, ambicionan descabalgarle para ponerse ellos al frente del partido?

Si Rubalcaba aspira a articular un proyecto ilusionante –Rajoy nunca lo tuvo: se limitó a soplar a favor del viento hasta que la manzana cayó del árbol– tiene ante sí un reto formidable porque el PSOE ha quedado seriamente tocado por obra y gracia de Rodríguez Zapatero (ZP). Aunque muchas son las vías de agua a reparar, por razones de espacio me ocuparé de dos aspectos que me parecen esenciales para restablecer puentes con los electores desencantados que el 20N votaron a IU, UPyD y hasta al PP.

La primera y más urgente tarea estriba en recuperar las señas de identidad del partido desvirtuadas por la mala gestión de la recesión económica y la crisis financiera que realizaron los gobiernos de RZ. Ya desde la sesión de investidura, Rubalcaba está obligado a contraponer al programa que presente Rajoy un proyecto socialdemócrata coherente que defienda sin complejos los servicios públicos que el PP y los nacionalistas catalanes (con el apoyo del PP) han empezado a desmantelar con excavadoras en varias CCAA y que para los grupos más desfavorecidos de la sociedad española resultan esenciales. La situación económica actual es bastante mejor que la de 2009, y el PSOE se equivocará si, por sentido de la responsabilidad, apoya los recortes que Rajoy va a impulsar desde el gobierno de España para cuadrar las cuentas públicas.

Tiene el PSOE, en segundo lugar, que recuperar su estatus de partido de ámbito nacional que ha quedado también maltrecho tras la torpe reforma de los estatutos de autonomía que impulsó RZ en su primera legislatura. El PSOE ha de estar presente en todas las CCAA para evitar que los intereses locales primen sobre los intereses del conjunto. Ni puede tolerar la ausencia de un presidente autonómico (López) en las celebraciones del día de la Constitución ni apoyar un modelo educativo que impide a los españoles educarse en la lengua oficial del Estado, contraviniendo derechos fundamentales y sentencias judiciales firmes. Sobre todo, sus políticas no pueden estar mediatizadas por el PSC que, además de alardear de ser un partido independiente, gobernó siete años en coalición con dos partidos (ERC e ICV-EUiA) cuyo objetivo declarado era alcanzar la independencia de Cataluña. A estas alturas los líderes del PSOE deberían tener claro que tanto el Estatut aprobado cuando Maragall presidía el Gobierno de la Generalitat como el nuevo modelo de financiación impuesto por el president Montilla no sólo no han servido para alcanzar una entente cordial con los nacionalistas catalanes sino que los ha alentado a plantear nuevas exigencias (pacto fiscal) como paso previo al derecho a decidir.

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