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Cristina Losada

La imagen de España

Se dice que el mundo nos está mirando, pero me temo que no somos tan importantes.

Hay en España una preocupación por la imagen de España. Semeja un déjà vu de épocas pasadas en las que se miraba mucho lo que se decía por ahí, ya para agitar contra los "enemigos foráneos", ya para celebrar que nos dieran palmaditas y nos elevaran a ejemplo, modelo o milagro. Esta inquietud de ahora por "cómo nos ven" ha crecido en los avatares de la prima de riesgo, el euro y el hecho incuestionable de que nuestra economía se encuentra vigilada. Eso es natural y también es compartido. Todas las economías están bajo la lupa. Otra cosa es que aprueben el examen. Pero cuando se habla de la "mala imagen de España", los datos económicos son únicamente el solar. Se habla de una catástrofe total y absoluta.

Yo no sé a qué viene preocuparse de la imagen que ofrece de España la prensa internacional, cuando no hace falta ir tan lejos. Para un retrato despiadado, demoledor y dantesco basta con leer la nuestra. Igual sulfura que nos dediquen un reportaje de hambruna casi africana por aquello de que nosotros nos podemos poner a caldo, pero, ¡cuidado!, que no lo haga uno de fuera. Pues, ya que estamos en el hambre, bien que dieron cancha nuestros medios a los asaltos a los súper del camarada Gordillo, y bien que legitiman a los del "No nos representan". Quiero decir que ya se suministra aquí copiosa ración de mala imagen como para escandalizarse de que lo haga el New York Times, o cualquier otro. Y menos para que vaya allí el Rey en misión imposible. No imagino a Clinton, Hilary, agobiada por una pieza, pongamos en un diario británico, sobre la gente del Bronx que busca comida en la basura.

Para algunos españoles, que la prensa extranjera airee nuestras miserias es bueno porque confirma lo que ya creen: que somos un desastre. A su vez, esa prensa se complace en confirmar así unos clichés sobre España con los que está encariñada. Y en punto a estereotipos hay donde elegir desde la leyenda negra: el mito de la España perezosa e inepta, el de la España convulsa, el de la España romántica y exótica. Contaba Juan Valera con sorna: "A mí me han preguntado los extranjeros si en España se cazan leones; a mí me han explicado lo que es el té, suponiendo que no lo había tomado ni visto nunca". Iba a ser, en fin, el mito, tan brillantemente expuesto por los noventayochistas, de la excepcionalidad y la anomalía españolas. Se dice hoy que el mundo nos está mirando. Mucho me temo que no somos tan importantes.

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