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EDITORIAL

Caciquismo institucionalizado en Andalucía

El PP ha desperdiciado, cuando no traicionado, la esperanza de cambio y regeneración que recorrió toda España - Andalucía incluida- en 2011

Nada mejor para hacerse una idea fidedigna del caciquismo institucional al que se ha llegado en Andalucía que escuchar el impresionante audio al que ha tenido acceso Libertad Digital, en el que la entonces (2012) delegada de Empleo de la Junta en Jaén, Irene Sabalete, conminaba a un grupo de trabajadores de la Administración autonómica a hacer campaña electoral a favor del PSOE o, en otro caso, a no seguir trabajando en la Junta.

Se puede y se debe alertar contra la concepción patrimonial de las instituciones y de los recursos públicos, contra la Administración Pública convertida en pesebre, contra la acción de gobierno que teje redes clientelares y contra el espíritu sectario que desvirtúa y envilece la función pública. Pero nada resulta más impactante que escuchar la naturalidad y la crudeza con la que todos estos males son defendidos e impulsados por Sabalete.

El hecho de que Sabalete, que acaba de ser detenida por orden de la juez Alaya por su implicación en el fraude de los cursos de formación financiados por la Junta, haya sido candidata del PSOE en las elecciones autonómicas del pasado domingo es buena muestra de hasta qué punto el caciquismo está institucionalizado en Andalucía y del nulo propósito de enmienda de aquélla.

El PSOE, que gobierna esa comunidad autónoma desde hace más de treinta años, es, sin duda, el máximo responsable de su empobrecedora corrupción institucionalizada. Pero no es menos cierto que el PP ha desperdiciado, cuando no traicionado, la esperanza de cambio y regeneración democrática que recorrió toda España –Andalucía incluida– en las últimas elecciones generales. Confiado en el hecho de que más del 45% de los votantes andaluces había respaldado al PP en aquellos comicios nacionales, Rajoy decidió, ya desde su primer Consejo de Ministros, incumplir su programa electoral, lo que llevó a medio millón de sus votantes andaluces a abstenerse en las elecciones autonómicas que se celebrarían escasamente cuatro meses después.

Que el PP andaluz estuviera tanto tiempo descabezado tras la marcha de Javier Arenas, que Rajoy nombrara a dedo a un sucesor de tan bajo perfil como Moreno Bonilla y que no hubiera propósito de enmienda sino empecinamiento en la traición a la promesa regeneracionista explican que los populares hayan obtenido este domingo un patético 26,76% de respaldo en Andalucía.

El resultado de todo lo anterior no es tanto que el deseo de cambio haya desaparecido en Andalucía como que se ha dispersado en beneficio de un Partido Socialista que sigue perdiendo votos pero caciqueando a modo.

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