Alberto Núñez Feijóo ha anunciado este lunes su decisión de adelantar las elecciones autonómicas gallegas al próximo 21 de octubre, con lo que coincidirán con los comicios vascos.
El propio presidente de la Xunta reconocía que uno de los factores que han pesado en su decisión ha sido, precisamente, el adelanto de Patxi López, ya que si el gallego mantenía el calendario esperado se iba a dar un periodo electoral de varios meses, lo que, en las actuales circunstancias económicas y políticas, no es nada recomendable.
Es, sin duda, un argumento razonable, como también lo es el segundo de los que ha utilizado Feijóo: en un momento económico como el actual, es mejor que el nuevo Gobierno, sea del partido que sea, pueda diseñar sus propios presupuestos y gestionarlos durante todo el año.
Hay, por supuesto, una razón que Feijóo no ha esgrimido y que resulta menos digna de elogio, aunque también es perfectamente legítima: no es esperable que de aquí a marzo la situación económica dé un vuelco tal como para que el gallego se beneficie de la gestión de su paisano Rajoy; en cambio sí sería concebible que estos meses le supusieran un serio desgaste a cuenta del Gobierno central.
La fecha será, de todas formas, la única coincidencia significativa entre las elecciones vascas y las gallegas, ya que tanto sus previsibles resultados como el reto que suponen unas y otras para el resto de España son muy diferentes: mientras que en el País Vasco el desafío nacionalista puede alcanzar en los próximos años cotas que hasta ahora parecían imposibles, en Galicia el separatismo es muchísimo menos potente, pese al apoyo que el PSOE viene dando al BNG.
Tampoco llegan en situación similar los presidentes de una y otra comunidad. Patxi López tenía prácticamente imposible acabar la legislatura, su proyecto se ha diluido y parece completamente agotado, y todo indica que va a recibir un severo correctivo en las urnas. Por su parte, Feijóo llegará a la cita con los votantes con una mayoría que no ha perdido, y pudiendo presumir de una gestión que en conjunto resulta solvente: pese a algunos errores, como el bandazo en política lingüística, Galicia es una de las comunidades autónomas con mejores cifras en cuestiones que, hoy más que nunca, resultan de vital importancia: paro, déficit, deuda... Así, y con toda lógica, Feijóo tiene, al contrario que López, muchas posibilidades de revalidar su mayoría y ser reelegido.
La noche del 21-O supondrá un examen muy duro para el PP a escala nacional: si bien un resultado positivo en Galicia podría amortiguar el fracaso que las encuestas le auguran en el País Vasco, obtener dos malos resultados sería un terrible golpe para un Gobierno que probablemente esté por entonces en lo peor de su otoño caliente.
Sin duda, los populares pondrán toda la carne en el asador; sólo cabe esperar que eso no signifique, como ya ocurrió con las elecciones andaluzas, que se postergue alguna de las medidas económicas que España y Galicia necesitan con urgencia.

