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EDITORIAL

La indignante hipocresía de Irene Montero

Si se confirman las acusaciones, a la potentada comunista no le queda otra salida digna que la dimisión.

"El capitalismo es incompatible con la vida" fue el lema que más repitió en campaña Irene Montero. Lo cierto es que no resultaba un eslogan muy creíble en la boca de una persona que, viviendo en un sistema más o menos capitalista, ha logrado con sólo 31 años ganar un sueldo notable y acumular un importante patrimonio.

Así, es evidente que la portavoz parlamentaria de Unidos Podemos –y pareja sentimental del líder del partido– vive en una enorme contradicción, entre las proclamas que emite como política y lo que verdaderamente hace como particular.

Ha sido, hay que reconocerlo, algo bastante habitual entre sus compañeros en la cúpula de la formación de extrema izquierda, que desde el primer momento han desligado completamente su praxis política de sus propios comportamientos: siempre han presumido de ser lo que no son y de no hacer lo que al final sí hacían.

Esto podría ser más o menos relevante en cualquier formación política, pero debería haber sido letal en una como Podemos, que planteaba su programa como un asunto eminentemente moral, algo necesario para, como ellos mismos dicen, "devolver la dignidad" a la sociedad.

Por eso las revelaciones que se han conocido en los últimos días sobre el comportamiento de Irene Montero con sus trabajadores tienen no sólo una dimensión ética, también otra política: la portavoz de Unidas Podemos no puede presentarse como una representante o incluso defensora de los desfavorecidos cuando trata de forma absolutamente humillante a sus subordinados, al menos según la denuncia de una trabajadora.

Y es que mientras ataca al capitalismo por algo que el capitalismo no es, Montero reproduce milimétricamente los peores comportamientos que en teoría denuncia: el abuso de poder, la humillación al débil, la falta de respeto por los derechos de los trabajadores… Todo, además, con un estilo absolutamente… como de marquesona espeluznante: cenas que tienen que ser llevadas desde Madrid hasta Galapagar, invitados que reciben servicio de chófer, trabajadores que tienen que adelantar su jornada de trabajo para que la señorita no se encuentre el coche muy frío…

Para colmo, y este no es un aspecto baladí, el sueldo del trabajador que tenía que satisfacer todos estos caprichos estaba sufragado por el partido, que a su vez se financia con los impuestos que paga la ciudadanía. En resumen: son los contribuyentes los que le pagan el asistente personal a una líder comunista.

Dicho esto, lo que sí que hay que reconocerle a Montero es una brutal coherencia histórica: si algo han hecho los líderes comunistas durante toda la historia ha sido servirse de trabajadores explotados para vivir como aristócratas mientras denunciaban, con mucho énfasis, la explotación capitalista de los trabajadores.

La conclusión a todo lo anterior es sencilla: si se confirman las acusaciones, a Irene Montero no le queda otra salida digna que la dimisión.

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