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EDITORIAL

Rivera y su obsesión con Vox

El líder de Ciudadanos hace que el constitucionalismo transmita una muy frustrante sensación de bloqueo.

La oferta del PP a Ciudadanos y a Vox para abrir una negociación a tres bandas tras las elecciones del 26-M ha recibido ya respuesta por parte del partido de Albert Rivera, que tras la reunión de su Comité Ejecutivo de este lunes ha anunciado que no piensa sentarse en la misma mesa que los de Santiago Abascal.

La decisión del partido naranja supone una formidable complicación para la formación de Gobiernos en los 23 grandes ayuntamientos y las cuatro autonomías donde el centro-derecha podría cerrar el paso a la izquierda.

Rivera hace que el constitucionalismo transmita una muy frustrante sensación de bloqueo. La actitud del líder de Cs, claramente influida por sus socios europeos, tendría más sentido si su partido hubiera superado al PP en las autonómicas y municipales, como parecía vaticinar el estrecho margen que los separó en las generales. Pero Cs no solo no ha vencido al PP, sino que, mientras la diferencia entre ambos partidos en las generales fue de 220.000 votos, en las autonómicas se amplió hasta el millón.

Más allá de protagonismos estériles y cálculos electoralistas a largo plazo, lo cierto es que el entendimiento entre los tres partidos de la derecha es esencial para desbaratar los planes de Sánchez, marcados por sus enjuagues con bolivarianos, proetarras y separatistas.

La recuperación del voto liberal-conservador en las elecciones del 26-M permite la formación de Gobiernos estables del centro-derecha en multitud de ayuntamientos y autonomías. Sería una tragedia que la obcecación de Rivera frustrara esa esperanza; esperanza que comparten la inmensa mayoría de sus electores, que no fueron a las urnas para que sus votos sirvieran para despejar al camino a Sánchez y sus aliados.

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