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EDITORIAL

Sálvese quien pueda

La comparecencia de Sánchez es la constatación de que lo que pretende es servirse de la tragedia para perpetuarse en el poder.

La gigantesca maquinaria propagandística que dirige desde La Moncloa el ínclito Iván Redondo con el duopoio televisivo como gran altavoz pregonaba el pasado viernes que Pedro Sánchez interrumpía sus vacaciones (cuando en realidad sólo adelantó en unas horas el regreso que ya tenía previsto) para salvarnos, otra vez, del virus. No en vano, Sánchez ya "salvó 450.000 vidas", según la factoría Redondo de fake news. Había pues cierta expectación ante los anuncios que podría hacer el presidente del Gobierno en medio de la creciente sensación de caos e impotencia con la que los españoles ven como cada autonomía hace la guerra por su cuenta mientras los contagios crecen de forma exponencial. Sin embargo, Sánchez se ha limitado a anunciar algo ya anunciado hace más de un mes por la ministra Margarita Robles, la participación del ejército para formar equipos de rastreadores. Pero la realidad es que un mes después y durante estas últimas semanas de rebrotes no se ha sabido nada de esos rastreadores, cuando más necesarios eran.

Lo cierto es que la comparecencia de Pedro Sánchez este martes no supone más que la constatación palmaria de que su prioridad no es articular una política eficaz contra el coronavirus, que exige un plan nacional y una mínima coordinación que palíe el desbarajuste ocasionado por el disparatado sistema autonómico, ni hacer frente a la catástrofe económica en la que ya estamos inmersos, sino servirse de la tragedia para perpetuarse en el poder. Y ha encontrado en las CCAA la coartada perfecta para eludir su responsabilidad, incluso derivando en ellas la posibilidad de decretar un nuevo estado de alarma (en contra del que era su discurso en primavera en la que utilizó el Estado de alarma para someter a la oposición y maniatar el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional).

Ahora Sánchez sólo tiene que cruzarse de brazos y esperar que los presidentes autonómicos se cuezan en su propia salsa, como culpables del desastre y disparar con sus cañones mediáticos a aquellos que le resulten más incomodos para su proyecto de poder. Especialmente la Comunidad de Madrid, que junto a la Corona conforman el principal y prácticamente único foco de resistencia institucional y constitucional al cambio de régimen que pretende con ahínco el gobierno social comunista. Una vez cobrada por Sánchez e Iglesias la cabeza de Cayetana Álvarez de Toledo, que les ha servido Pablo Casado en bandeja de plata, en una renuncia del PP a su obligación de hacer oposición y representar a sus votantes para esperar, al más puro estilo rajoyesco, a heredar el poder, aún a costa de un empobrecimiento sin precedentes de toda la nación.

Por si fuera poco y si nadie lo remedia, todo apunta a que la oposición seguirá siendo incapaz de articular una estrategia común, única forma posible de desbancar a los socialcomunistas del poder, y en las próximas fechas veremos como la moción de censura presentada por Vox se convierte en una nueva batallita entre los partidos del centro-derecha para el disfrute de Sánchez, Iglesias y su ejército de palmeros mediáticos.

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