Una de las imágenes de mayor impacto social de esta pandemia ha sido la de los mandos militares y policiales participando uniformados en las ruedas de prensa del comité técnico creado por el Gobierno social-comunista.
Pedro Sánchez decidió que la presencia de mandos castrenses en esas comparecencias diarias era fundamental para asentar entre los españoles la sensación de que estábamos en una suerte de guerra, de ahí que él trufe sus propias intervenciones de palabras y expresiones bélicas. La estrategia diseñada en la Moncloa perseguía un doble objetivo: lograr que los españoles consideraran la pandemia como un enemigo implacable contra el que Sánchez luchaba denodadamente y esconder la tremenda responsabilidad del Gobierno detrás de los militares y los expertos que salían en directo a dar las novedades.
Pero los uniformados no tienen por qué ser cortesanos dispuestos a casi cualquier cosa por complacer al reyezuelo político de turno, y de hecho abundan los que no están para politiquerías sino para cumplir de la mejor de las maneras su misión constitucional de defender y proteger a la ciudadanía, especialmente en unas circunstancias como las que está viviendo España en estas fechas aciagas, en las que han perdido la vida más de 22.000 personas.
Aún está fresco en la memoria de todos el escándalo protagonizado por el general José Manuel Santiago, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, cuando afirmó que el Instituto Armado se estaba dedicando a combatir los climas de opinión contrarios al Gobierno. Para colmo, poco después se filtró un correo electrónico del Ministerio del Interior en el que se ordenaba esa infame persecución de la libertad de expresión al socaire del estado de alarma.
La lluvia de críticas al Gobierno ha hecho reaccionar a Sánchez, que ha borrado de un plumazo a los portavoces militares de las ruedas de prensa del comité técnico, lo que demuestra sin lugar a dudas que los utilizó únicamente para reforzar su campaña de propaganda.
Este Gobierno social-comunista envilece todo lo que toca porque su única aspiración es retener el poder. Su querencia autoritaria no hará sino agudizarse, pues Sánchez y su semejante Iglesias tienen cada vez más difícil mantener a los españoles bajo una situación de arresto domiciliario de dudosísima legalidad.