Que Artur Mas utilice un viaje al extranjero como presidente de una comunidad autónoma española para mentir sobre España no es noticia. La falta de respuesta del Gobierno, desgraciadamente, tampoco. Esta vez ha sido en Brasil, donde esta semana el político nacionalista, además de gastarse el dinero de sus contribuyentes sin una utilidad demasiado clara, ha vuelto a la cantinela del "Madrid nos roba".
En esta ocasión, la excusa ha sido el envío por parte del Ministerio de Hacienda a las autonomías de la liquidación de 2011, que demostraría, según los cálculos de la Generalidad, que Cataluña fue la tercera región que más aportó a la caja común, pero sólo la décima en recursos recibidos per cápita.
Conociendo la creatividad contable del Gobierno catalán, lo mejor es poner en cuarentena estas cifras. No hace ni dos meses que su consejero de Hacienda presentaba con toda seriedad un estudio de las balanzas fiscales que manipulaba de arriba abajo los datos, para conseguir que un saldo favorable a Cataluña (contando la Seguridad Social, la región recibió más de lo que sus ciudadanos pagaron en impuestos) se convirtiera en los famosos 16.000 millones de déficit que Mas recuerda cada vez que tiene un micrófono delante.
El discurso del nacionalismo catalán en lo que respecta a las balanzas fiscales se basa en mentiras o medias verdades que sería muy sencillo desmontar si hubiera voluntad política. Por eso, incluso aunque en esta ocasión los datos fueran ciertos –en el sentido de que las entradas y salidas de ingresos según el modelo de financiación sean las que asegura la Generalidad–, sería necesaria una respuesta contundente por parte de Hacienda, basada en las cifras reales de todo el sistema y en argumentos de peso.
Podría Cristóbal Montoro comenzar mostrando a todos los españoles (especialmente a los catalanes, anestesiados por una prensa sumisa y vendida al poder político) los datos del informe con el que Convivencia Cívica Catalana desenmascaró las triquiñuelas de Mas.
Luego, podría recordar que todos los sistemas de financiación se han pactado entre Moncloa y el Gobierno de la Generalidad. González-Pujol, Aznar-Pujol, Zapatero-Carod Rovira: nunca se aprobó un cambio en esta cuestión sin el apoyo directo de los partidos nacionalistas. Por lo tanto, si tan malo es el modelo para sus ciudadanos, deberían ser ellos los primeros en explicarlo.
Por último, no estaría de más que el ministro hiciera algo tan sencillo como conminar a Artur Mas a que haga en casa lo que exige al Gobierno central casi cada día: es decir, que publique las balanzas fiscales de Lérida, Gerona o Tarragona respecto a Barcelona. CiU y ERC siempre se negaron. Ciudadanos (la única oposición real en la región) lo ha pedido en repetidas ocasiones. Se ve que la transparencia que reclaman para los demás no se aplica en su caso.
Desde hace tiempo, los nacionalismos han hecho del tema fiscal el centro de su discurso político. Y es lógico. Por un lado, saben que no encontrarán respuesta. Por otro, son conscientes de que es fácil que el contribuyente catalán, hastiado de pagar impuestos, simpatice con la crítica a un modelo que hace aguas.
El sistema de financiación autonómica necesita una profunda renovación. No tiene ningún sentido que unas Administraciones recauden mientras otras gastan. Los incentivos perversos que esto genera están en la base del descontrol presupuestario que amenaza con llevar España a la ruina. O se avanza en el camino de la corresponsabilidad fiscal y se obliga a las autonomías a afrontar el coste político de cobrar los impuestos, o se retrotrae la cesión de competencias, especialmente en Sanidad y Educación, y el Estado comienza a hacer algo más que pagar las facturas.
Sin embargo, las carencias de un modelo absurdo no pueden servir de excusa para el nacionalismo ni un día más. Si Cataluña se empobrece cada día en relación con el conjunto de España no es por el sistema de financiación, sino por las políticas intervencionistas de sus Gobiernos. Si su deuda se dispara no es porque la Administración central se quede con sus recursos, sino por el despilfarro continuo de la Generalidad. Y si las empresas extranjeras huyen a la mínima ocasión no es por un inexistente centralismo, sino por una fiscalidad asfixiante y el provincialismo lingüístico.
De hecho, si alguna región podría sentirse maltratada por el modelo pactado entre el PSOE y ERC, ésa es Madrid. Sin embargo, las políticas liberales de Aguirre y González han conseguido que su comunidad crezca con fuerza, cree empleo por encima de la media y tenga el nivel de deuda/PIB más bajo de España. Si Montoro quiere un argumento para enfrentar al nacionalismo, lo tiene muy cerca. Entre su Ministerio y la sede de la Comunidad apenas hay 200 metros. Es una distancia muy pequeña, pero recorrerla serviría para terminar con una cantinela que se hace muy cansina.

