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Eduardo Goligorsky

Crónica de un escándalo anunciado

La embestida secesionista sigue su curso, sin plan B, encabezada por los más megalómanos y los más radicales.

La embestida secesionista sigue su curso, sin plan B, encabezada por los más megalómanos y los más radicales.

Lo sabían. Vaya si lo sabían. La lectura retrospectiva de los artículos donde los catequizadores del secesionismo desgranan regularmente sus sermones para los acólitos revela que algunos de ellos, los más próximos a los estamentos del poder, estaban al tanto de lo que se cocinaba. Era la crónica de un escándalo anunciado. El patriarca, acorralado por la prensa de investigación y la justicia, iba a destapar la olla podrida y había que preparar el ambiente para el cambio de libreto. Sin apartarse de la alegoría de los fogones, escribió Francesc-Marc Álvaro el mismo día de la catarsis (LV, 25/7), sin aludir todavía a ella:

Pero la política y la cocina necesitan discreción. Y tiempo de reposo y una zona que quede al margen de las ansiedades del consumo inmediato. La enmienda a la totalidad que los nuevos populismos hacen a la democracia representativa se basa en el mito al retorno de una asamblea ideal, abierta y constante, de la cual surgirán de manera pura las decisiones más importantes a plena luz del día. Cualquiera que haya vivido lo que es una asamblea (en una universidad, por ejemplo) sabe que la distancia entre el mito y la realidad es oceánica. Si hay un sistema que es confuso, arbitrario y fácil de manipular es este.

Que las cosas maduren es el secreto de la política, porque quien la hace trabaja con tiempo y voluntades, de la misma manera que el cocinero trabaja con tiempo y fuego. Pero al ciudadano no se le explica bien que la política exige este proceso, que no es nunca lineal y va cargado de obstáculos. Se trata al ciudadano como a un niño.

Imposible describir con más precisión las anomalías del proceso secesionista, que recurre a todas las artimañas para sustituir la democracia representativa por asambleas callejeras, "un sistema confuso, arbitrario y fácil de manipular" y que trata al ciudadano como a un niño al que tienta con la golosina prohibida del referéndum. Sólo la premonición de que dicho proceso se iría al garete como consecuencia del escándalo explica esta apelación a la prudencia y a la hibernación del plan. Y retrocediendo aun más en el tiempo comprobamos que el fino olfato de Miquel Roca i Junyent también captó el hedor berlusconiano que se avecinaba y lo impulsó a aconsejar (LV, 15/7):

Sin prisas, y, si hay que seguir hablando, hágase. Y, si hay que volver a empezar, pues se empieza de nuevo.

Las advertencias, fruto del instinto de supervivencia de quienes las formulaban, no han surtido efecto. Por ahora. La embestida secesionista sigue su curso, sin plan B, encabezada por los más megalómanos y los más radicales. O sea, por quienes no tienen nada que perder si se derrumba el Estado de Derecho y si Cataluña queda al margen de la Unión Europea y de las instituciones rectoras del mundo civilizado.

Las verdades del barquero

El escándalo también sigue su curso. Algunos observadores vislumbran en él la presencia de una Lady Marta de dimensiones shakesperianas. Se equivocan: los protagonistas parecen extraídos, más bien, de una astracanada de Pedro Muñoz Seca. Es tal vez por la magnitud del ridículo que, a partir del escándalo, envuelve la operación secesionista, que los disciplinados intelectuales orgánicos se refugian en el silencio vacacional y sólo los heterodoxos desacomplejados dan la cara. Recordemos que Antoni Puigverd sentenció (LV, 1/8): "El pal de paller se pudrió".

Juan-José López Burniol levanta acta del "Paisaje después de la caída" (LV, 16/8). Lo hace desde la médula del más puro catalanismo y con el debido rigor notarial, aunque, apartándose de su profesión, suelta asimismo las verdades del barquero, no deja títere con cabeza y augura nuevas revelaciones para el futuro. Así, reclama

la exigencia de responsabilidades jurídicas a todos los implicados, que no serán sólo los miembros de la familia Pujol, pues –pese a la errónea calificación de los hechos por el president Mas como algo privado y familiar– no es concebible lo sucedido, dada su magnitud, sin la cooperación necesaria, al menos, de otras muchas personas –políticos, funcionarios o empresarios– cuyos nombres aparecerán, en un constante goteo, durante las próximas semanas.

Añade, luego, dos veredictos inapelables:

1) Convergéncia está herida de muerte, ya que nunca fue un partido al uso, sino un movimiento nacional de carácter transversal vertebrado por la figura irrepetible del president Pujol, por lo que la refundación de la que se habla será, de hecho, la creación de otro partido. 2) La vida política del president Mas se agotará con esta legislatura, como simple epígono del pujolismo que es.

Y, si no fuera porque quienes estamos curtidos en el análisis del quehacer político hemos perdido la capacidad de emocionarnos fácilmente, calificaría de conmovedora la confesión final de López Burniol, sobre todo después de compararla con los silencios o las coartadas hipócritas de muchos de quienes lo criticarán por su rectitud:

Las responsabilidades jurídicas son individuales, pero ello no obsta para que muchos hayamos podido contribuir a generar un ámbito viciado, en el que la corrupción sea más fácil, con nuestro silencio interesado, nuestro temeroso mirar hacia otro lado, nuestra blanda tolerancia para con "los nuestros", nuestra egoísta comodidad y nuestra calculada cobardía.

Fraude a manos llenas

Mientras tanto, en las trastiendas del régimen se sigue cocinando el pucherazo del 9-N, con el que culminará la paciente labor de fragmentación social que el ex honorable inició en 1980. Su objetivo, ya entonces, era montar subrepticiamente un Estado paralelo al español, valiéndose para ello del monopolio de los medios de comunicación oficiales y subvencionados, de la inmersión lingüística y doctrinaria y de los silencios, tolerancias y cobardías que ahora denuncia López Burniol. Esta es la operación política con la que los catecúmenos del patriarca caído le demostrarán que siguen siendo fieles a sus enseñanzas aunque deban renegar de él con la boca pequeña. Los preparativos para la consulta ilegal están plagados de irregularidades y fraudes que terminarán de convertirla en un mamarracho que será el hazmerreír de la comunidad internacional. Se improvisan urnas, papeletas, controles y autoridades de mesas electorales, se da por descontado que muchos Ayuntamientos no prestarán su colaboración, pero, sobre todo, se inflará el censo con menores de edad y extranjeros que no están legalmente habilitados (LV, 17/8). Fraude a manos llenas.

Afortunadamente, así como la campaña secesionista es inseparable de las miserias morales de su ideólogo, así también las medidas encaminadas a desbaratarla son inseparables de la investigación y la exhibición pública de esas miserias. El Gobierno no permanece inactivo frente a la ofensiva de quienes abominan de la convivencia entre los españoles y buscan repetir la experiencia totalitaria, aunque con otro signo y otro centro neurálgico: "Cataluña, una, grande y libre". José Antonio Zarzalejos lo explica sin pelos en la lengua (El Confidencial, 5/8):

A Jordi Pujol, según estamos enterándonos estos días, se le consintió este continuo comportamiento corrupto mientras el ex presidente de la Generalitat se instaló en la política de "la puta y la Ramoneta", es decir, en una soportable ambigüedad que no amenazaba la integridad del Estado. (…) Pero en el momento en que –con los bolsillos no precisamente de cristal, con unos hijos presuntamente corrompidos y una esposa que, dedicada a la jardinería, no había maceta catalana que se le escapara– decidió que se hacía independentista y respaldó a su delfín –Artur Mas– en su misión de vanguardia del secesionismo, el Estado sólo ha tenido que tirar de la cuerda que él mismo se puso al cuello hasta provocarle la asfixia.

Todas las preguntas remiten a la misma contestación. ¿Por qué ha confesado Pujol? ¿Por qué en este momento? ¿Por qué con una historia tan inverosímil como la del legado del padre depositado en Andorra hace 34 años? Y la respuesta es que el Estado -a través de su larga mano- le ha hecho al que fuera Molt Honorable un traje a la medida. Porque para enfrentarse al Estado, desafiándolo, hay que atarse los machos y estar limpio como una patena, con los bolsillos transparentes y en disposición de que los servicios de inteligencia pasen el escáner y no encuentren nada que no esté en su lugar.

Cuando Pujol se preguntó retórica y públicamente "¿Qué coño es la UDEF?", alguien debió contestarle: es el Estado, señor Pujol, que le está radiografiando para ver si usted –y tras de usted otros– están suficientemente aseados –es decir: si tienen autoridad moral– para atentar contra su integridad. España está débil y padece muchas patologías pero el Estado se defiende cuando percibe que está siendo atacado.

Madera de estadista

Josep Antoni Duran Lleida, que no da muestras de ver ni oler las miasmas cloacales que los envuelven a él y a su partido, cometió la barrabasada de acusar a Mariano Rajoy de ser "miope" (El País, 15/8) porque no obedece los ucases que le envía el zar Oriol Junqueras por intermedio del servicial Artur Mas. El desarrollo de los acontecimientos demostrará que la mesura con que reacciona el presidente de Gobierno frente al desafío secesionista, sin aspavientos demagógicos ni desplantes autoritarios, pero valiéndose pulcramente de los medios que la ley pone a su disposición, es la mesura propia de quien tiene madera de estadista. Ha caído el fabricante del crecepelos que encandilaba a los crédulos en las ferias de aldea. Lo seguirán, como prevén los observadores avezados, sus colaboradores necesarios. La sesión continúa. ¡Y lo que te rondaré, morena!

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