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Eduardo Goligorsky

Déjenla trabajar en paz

Esperemos que Inés Arrimadas no nos defraude.

Esperemos que Inés Arrimadas no nos defraude.
Albert Rivera, en la tribuna de invitados del Parlament junto a Inés Arrimadas y la portavoz de JxC Laura Borrás | EFE

Me esfuerzo por moderar el lenguaje cuando opino sobre los intelectuales cuyo fuego amigo averió seriamente la nave de Ciudadanos y provocó el retiro de su comandante circunstancial, Albert Rivera. Me controlo y me abstengo de dar nombres, porque conservo intacto mi respeto por todos ellos, que iniciaron la resistencia contra la operación secesionista cuando todavía nadie vislumbraba su existencia. Y porque siguen firmes en la misma brega desde otra perspectiva. Aborrezco la estulticia de los comunistas que borran las imágenes de sus fundadores después de expulsarlos o asesinarlos porque no obedecen al nuevo dictador. Tampoco tengo compromisos con Cs, aunque lo voté e invité a votarlo, y los dos únicos dirigentes con los que he tenido contacto ya han renunciado porque pertenecen al sector crítico. Aclarado esto, entro en materia.

Recetas magistrales

Temo que los intelectuales que descargaron su artillería dialéctica contra Cs y su líder sobreestimaron su propia aptitud para diseñar estrategias políticas, y aplicaron su probada capacidad para el debate académico a algo que les era ajeno: la resolución de los conflictos traumáticos que se plantean en la arena pública. Un espacio donde la ortodoxia y el dogmatismo operan como lastres, y donde el posibilismo y el pragmatismo ofrecen recetas magistrales para la resolución de esos conflictos.

Lo cual no implica justificar a quienes emplean estas dos virtudes –el posibilismo y el pragmatismo lamentablemente devaluados por su mal uso– para encubrir las transacciones mafiosas con corruptos y sediciosos. Su valor se aprecia cuando ayudan a escoger las alianzas y las herramientas más apropiadas, en cada momento, para frustrar los planes aviesos de estos trapaceros. En cambio, definir al fundamentalista Oriol Junqueras como pragmático es una blasfemia.

Quienes desmenuzaron la trayectoria pasada y presente de Cs y su líder en busca de errores reales o imaginados, exhibieron mucha memoria, pero cabe preguntarles por qué esperaron a las vísperas de las últimas contiendas electorales para destapar esos presuntos errores, en cuya ejecución participó a lo largo de los años la mayoría de los ahora críticos. La mayoría pero no todos, porque algunos renunciaron por dignidad cuando las diferencias se hicieron, a su juicio, irreconciliables.

La tapadera de la traición

¿Y cuáles son las alternativas que proponen ahora estos intelectuales disidentes para reparar aquellos errores? Es precisamente la alternativa más reiterada la que despierta más suspicacias. Les han recriminado a Albert Rivera y a sus colaboradores que bloquearan con su "no es no" la investidura de Pedro Sánchez, lo que lo obligó, alegan, a mendigar los votos de los comunistas y de los supremacistas étnicos renegados de la nacionalidad española.

Solo una élite voluntariosa de soñadores exquisitos (somniatruites, en catalán), pulcramente desconectados por su innata rectitud moral de las miserias tabernarias de los chanchullos políticos, pueden incurrir en la candidez de imaginar que un tahúr sin escrúpulos como el doctor Sánchez romperá con sus tenebrosos patrocinadores de los bajos fondos antiespañoles para asociarse con gente decente. Por eso, los manifiestos que aconsejan con buen criterio concertar un gran pacto de salvación nacional entre el PSOE, el PP y Cs merecerían el aplauso de todos los patriotas… si la inclusión del irreconocible PSOE corroído por la podredumbre ZIS (Zapatero, Iceta, Sánchez) no desvirtuara la alianza, englobando en ella la tapadera de la traición. Todo es posible sin Sánchez, nada con él.

Cantos de sirena

Si Cs hubiera aplicado los consejos de los críticos cuando estos los formularon, facilitando la investidura del Gran Felón, hoy Rivera cargaría con la inmensa culpa de haber colaborado en la implantación de un mosaico de republiquetas. Racistas unas, comunistas otras. Peor que perder –transitoriamente– 47 escaños, habría sido degradarse definitivamente conchabándose con los desguazadores de España.

La ingenuidad de estos disidentes vulnerables a los cantos de sirena de "la banda sanchista" (mote justificado que hirió a las almas hipersensibles) puede ser producto de viejas querencias izquierdistas, que también los hicieron reaccionar con disgusto cuando Ciudadanos cambió su denominación de origen socialdemócrata por la liberal, mucho más apropiada para hacerse entender por la mayoría moderada y laica de la sociedad española, capaz de votar sensata e indistintamente a Felipe González y a José María Aznar.

Los Buenos y los Malos

La asistencia de Albert Rivera al acto tripartito en la plaza Colón de Madrid cruzó la línea roja de los asépticos que consideraban contaminante la presencia de Vox. Y aquí debo hacer una concesión al maniqueísmo que siempre he combatido. En la tribuna estaban los defensores de la unidad de España y de la Monarquía parlamentaria. Con matices en las formas pero sin grietas en el fondo. Los Buenos. Enfrente, un totum revolutum de comunistas, ex terroristas, atávicos guerracivilistas republicanos, frikis antisistema y racistas que por haber renegado explícitamente de su nacionalidad española se han convertido voluntariamente en extranjeros. Todos confabulados para entregar las riendas del poder al Gran Felón, predispuesto a desmembrar el Reino de España y a repartir los trozos resultantes entre los caciques carroñeros. Los Malos.

¿Alguien en su sano juicio podía pretender que Rivera se mantuviese neutral en este envite, distanciándose de quienes eran sus aliados naturales en la defensa de la integridad de España? Cuando lo que corre peligro es nada menos que la supervivencia de la nación, no es el momento de discriminar a los compañeros de trinchera. Como si nos hubiera invadido un ejército extranjero.

Liberal y laico

El sacrificio se ha consumado. La cadena Prisa y los medios subvencionados por las satrapías nacionalistas han sembrado toda la cizaña posible contra Cs. Han estigmatizado como "derechización" lo que no es más que patriotismo cívico, obediencia al Estado de Derecho y lealtad a la Monarquía parlamentaria, cualidades estas que brillan por su ausencia en la caverna de la carcundia plurinacional que no tolera la existencia de un centro moderado. Y estos trogloditas han estado al borde de incurrir en un delito de intrusismo en la psicoterapia, cuando han simulado hurgar en el subconsciente de Albert Rivera para diagnosticarle comportamientos extravagantes alevosamente inventados por profanos mendaces.

Ahora, el partido naranja regresa a la palestra con una nueva ejecutiva y nuevos bríos. Tiene a su favor el hecho de ser el único partido que asume sin reticencias su condición de liberal y laico, comprometido con la sociedad abierta tal como la postularon John Stuart Mill y Karl Popper. Es el partido al que volverán a recurrir los ciudadanos cuando vean avanzar la marea antiespañola, antisocial y totalitaria que amenaza con ahogarnos. Un partido que, precisamente por su naturaleza liberal y democrática, puede reemplazar con normalidad a un líder talentoso por una lideresa lúcida, fuerte y valiente. Esperemos que Inés Arrimadas no nos defraude.

Por favor

Afortunadamente, los intelectuales que abandonaron Ciudadanos seguirán haciendo valiosos aportes, individual o colectivamente, al pensamiento liberal. Si son coherentes con sus enseñanzas volverán a colaborar, desde dentro o desde fuera, con el partido que mejor encarna este pensamiento. Si dejara de existir, quedaríamos huérfanos.

Lo que hay que pedirles, por favor, a esos maîtres-penseurs, es que no tomen iniciativas políticas que están fuera de la órbita de sus especialidades y que, modestamente, dejen trabajar en paz a Inés Arrimadas por el bien de todos.

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