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Eduardo Goligorsky

Putin y Bárcenas en Cataluña

Solo los votos a favor de Cs, PP y Vox se alzarán contra la intromisión de Putin y sus tentáculos locales en la política española y europea.

Solo los votos a favor de Cs, PP y Vox se alzarán contra la intromisión de Putin y sus tentáculos locales en la política española y europea.
El extesorero del PP, Luis Bárcenas, durante el juicio sobre la caja B. | EFE

Ni Vladimir Putin ni Luis Bárcenas están empadronados en Cataluña y tampoco son candidatos en las elecciones del 14-F. Sin embargo, ambos desempeñan un papel importante en la campaña disruptiva de los movimientos supremacistas. Alerta Enric Juliana (“La semana de Rusia”, LV, 7/2): “Rusia acaba de lanzar un directo a la mandíbula de Josep Borrell, recordándole los sucesos del 1 de octubre del 2017 y los políticos catalanes encarcelados”. Miel sobre hojuelas para el agitprop antiespañol. Que la panfletista Pilar Rahola aprovechó para alardear de que cuando Borrell exigió, en nombre de la UE, la libertad del líder opositor Alexéi Navalni, la respuesta del ministro de Asuntos Exteriores ruso lo dejó “cual rey desnudo ante su propia miseria” (“Borrell versus Navalni”, LV, 8/2).

Hasta aquí, la zancadilla de Putin. A continuación, la de Bárcenas. Titular de La Vanguardia (8/2): “El juicio por los papeles de Bárcenas pone al PP contra las cuerdas”. Torpedo independentista contra la línea de flotación de una fragata del constitucionalismo.

Tumores separatistas

Vayamos por partes. El plan de Rusia para introducir cuñas en la Unión Europea viene de lejos. Y sus estrategas tienen claro que España es un terreno propicio, plagado de puntos débiles donde maduran tumores separatistas. Cataluña es uno de ellos, enfeudado por una panda de caudillos entre los que sobresale un tal Carles Puigdemont, muy predispuesto a subastar sus servicios entre patrocinadores foráneos. Escribió Lluís Foix (“Puigdemont, Rusia y la UE”, LV, 24/1/2019):

Mientras en Aquisgrán se renovaba la alianza entre Francia y Alemania, el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ofrecía una entrevista al diario ruso Komsomólskaya Pravda en la que propiciaba “unas relaciones estrechas y amistosas con Rusia” cuando Catalunya fuera un Estado. Puigdemont “lamentaba la reacción de la Unión Europea ante una situación que ha llevado a los líderes independentistas catalanes a la cárcel y al extranjero”.

Calificaba la actitud de la Unión Europea hacia Catalunya de vergonzosa, lo que significa la completa destrucción de la entidad moral de Europa que, a su vez, predica el respeto a los derechos humanos. Aprovechaba la ocasión para calificar de fake news las informaciones que han circulado sobre las hipótesis de que el Kremlin estuviera detrás de los hechos de octubre.

Vista ahora la intervención del ministro de Asuntos Exteriores ruso Serguéi Lavrov en temas relacionados con la política española, pocos días antes de las elecciones catalanas, cabe aventurar que Carles Puigdemont ha heredado el ADN ideológico, falaz y totalitario, del dictador ruso. Casi como si fuera un hijo de Putin y de sus sicarios envenenadores. Y lo mismo vale para el vicepresidente segundo Pablo Iglesias Turrión, que pone en duda la calidad democrática del país en cuyo gobierno participa. Aunque un poco de razón tiene, porque algo -o mucho- falla en un país donde discípulos e imitadores, como él, de sátrapas comunistas, ocupan puestos de mando.

Candidatos impresentables

La intervención de Luis Bárcenas en la contienda electoral catalana marcha por otros carriles. Lo delata La Vanguardia al afirmar en un titular de escándalo que el juicio por sus papeles pone al PP “contra las cuerdas”.

Cuidado. ¿El PP contra las cuerdas mientras los trapaceros de la dinastía Pujol cosechan aplausos en las calles de Barcelona y en la platea y los palcos del Liceu? El Partido Popular, con sus vicios y virtudes a cuestas, es uno de los que, junto a Ciudadanos y Vox, se levanta en defensa de la sociedad abierta, de la integridad territorial, de la fraternal convivencia entre personas libres e iguales, del Estado de Derecho con todas las garantías constitucionales y de la Monarquía parlamentaria. Quienes se conjuran para ponerlo contra las cuerdas son los enemigos de todos estos valores intrínsecos de nuestra civilización. Sancionar a quienes abusaron de sus cargos infringiendo la ley, sí. Menoscabar al partido, no. Cayetana Álvarez de Toledo y el retornado Alejo Vidal Quadras aportan la garantía de rectitud y racionalidad en los actos futuros.

La alternativa está a la vista, en una campaña electoral anómala, poblada de candidatos impresentables, enfrentados entre sí pero enrolados todos en la cruzada de odio contra la España de la que ellos han renegado y contra sus compatriotas a los que juzgan racialmente inferiores. El felón Pedro Sánchez trata de poner orden en este circo de tres pistas con el auxilio del domador Iglesias, cuya falta de escrúpulos típica del leninismo le facilita el diálogo con todas las fieras del show.

Promiscuidad aberrante

Iglesias alterna su casoplón de Galapagar con el palacete de Waterloo, adonde viaja para conchabarse con el prófugo rusófilo Puigdemont. Después asume el rol de alcahuete para concertar el amancebamiento del sedicioso malversador Oriol Junqueras con el Drácula travestido de vegano Arnaldo Otegi y su séquito de vampiros bilduetarras impenitentes. No se agotan aquí los vasos comunicantes. El PSOE cohabita con Unidas Podemos, que cohabita con ERC, que cohabita con Bildu, que cohabita con el PSOE, que cohabita con JxCat a través del PSC en la Diputación de Barcelona. Se cierra el círculo vicioso, que pesa como una loza sobre la candidatura de Salvador Illa, fruto híbrido de esta promiscuidad aberrante.

El 14-F, solo los votos a favor de Ciudadanos, el Partido Popular y Vox se sumarán en defensa de la Constitución y la integridad de España, y se alzarán contra la intromisión rupturista de Putin y sus tentáculos locales en la política española y europea.

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