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Emilio Campmany

Punto de no retorno

La guerra puede durar semanas, incluso meses, pero en algún momento, más pronto que tarde, habrá un vencedor y un vencido.

La guerra puede durar semanas, incluso meses, pero en algún momento, más pronto que tarde, habrá un vencedor y un vencido.
Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, en una imagen de archivo. | EFE

Sería interesante saber quién ha filtrado la noticia de la investigación a Ayuso. Pero no lo sabemos. Lo que sabemos es que un hombre de la confianza de Génova ya ha dimitido por ello. En estas condiciones, con independencia de que sea o no responsable de la filtración, Ayuso no puede mirar hacia otro lado. Su destino está sobre la mesa de juego. No puede elegir entre mantenerse como presidenta de la comunidad de Madrid o pelear por la dirección nacional del partido. La decisión se la han dado hecha. Será la candidata del PP a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales o la obligarán a dimitir de la Comunidad de Madrid. Todo o nada. Para Casado es igual: o acaba con ella o ella acaba con él.

Cualquiera de los dos podría intentar firmar la paz. El que la acepte cometerá un error. Ya no puede ser un duelo a primera sangre. Será a muerte. Eso no quiere decir que el desenlace vaya a ser inmediato. La guerra puede durar semanas, incluso meses, pero en algún momento, más pronto que tarde, habrá un vencedor y un vencido. Y el derrotado estará muerto políticamente.

Para bien o para mal, el resultado tendrá poco que ver con quien tenga razón. Dependerá, como siempre, de quien sea más fuerte. Y, en principio, la fuerza está del lado de Génova. En los últimos días, se ha podido apreciar en los medios, incluso en Aznar, un fuerte respaldo a la decisión de Casado de no pactar con Vox en Castilla y León. No extraña en medios de izquierdas. Más notable es el aplauso que Casado ha merecido en medios habitualmente críticos con su tibieza. Todo hace pensar que Génova tiene todos los ases.

Pero están la resolución de Ayuso y la cobardía de Casado. Y además cabe la posibilidad de que la presidenta madrileña cuente con poderosos aliados, si es que queda alguno interesado en que Sánchez pierda las elecciones de 2024, algo que Casado no está en condiciones de lograr por patente incapacidad. Baste pensar que el 13 de febrero en Burgos (¡en Burgos!) el partido más votado fue el PSOE. Si pierde allí, cómo va a ganar en el resto de España. Es verdad que Sánchez ha prometido repartir los fondos europeos entre los amigos de Garamendi a cambio de la reforma de la reforma laboral. Pero eso no incluye a todos los poderosos de este país. Los perjudicados que quieran un reparto más justo no pueden esperar a 2028. Para ellos, se ha hecho patente que la solución no es Casado y que en cambio podría ser Ayuso. No obstante, si no hay tal y la brava madrileña se ve obligada a librar esta guerra sola, lo más probable es que la pierda. Los madrileños habremos perdido una gran presidenta y los españoles tendremos, como cada vez hemos tenido desde 2004, un presidente peor que el anterior. Que Dios no lo permita.

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