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ESTADOS UNIDOS

El sueño americano sigue vivo

"Que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos se cuentan la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". La Declaración de Independencia de los Estados Unidos dice, nada menos, que estas verdades son evidentes. La sonoridad de esa frase ha retumbado durante generaciones en las mentes y los corazones de los estadounidenses, que, pueblo práctico que son, la han llevado a la práctica con denuedo.

"Que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos se cuentan la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". La Declaración de Independencia de los Estados Unidos dice, nada menos, que estas verdades son evidentes. La sonoridad de esa frase ha retumbado durante generaciones en las mentes y los corazones de los estadounidenses, que, pueblo práctico que son, la han llevado a la práctica con denuedo.
Los norteamericanos han venido buscado su propia felicidad y labrándose su prosperidad en una sociedad que, por libre, les ofrecía todas las oportunidades para conseguir lo que querían. Cualquier persona con la suficiente iniciativa y perspicacia, que trabajara duro y se contuviera en el consumo, podía convertirse en una persona adinerada. Ése es el sueño americano.
 
Desde una perspectiva socialista, el sueño americano resulta una amenaza. Si, en principio, cualquier persona puede labrarse un buen futuro para sí y su familia sin más que someterse a las normas del sistema capitalista (perspicacia empresarial, trabajo, ahorro, cumplimiento de los contratos y de la palabra dada, etc.), ¿para qué queremos el socialismo? Si sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor para ver que ese sueño se cumple a diario, ¿por qué contentarnos con el socialismo, que al fin y al cabo es una eterna promesa de un esplendoroso futuro que nunca llega? Si todos podemos burlar a la diosa Fortuna y coger por nuestra mano, mediante nuestra voluntad y nuestro empeño, al menos un retazo de nuestros sueños, ¿dónde está la injusticia de las sociedades libres?
 
El socialismo tiene la ventaja de que se despreocupa de la realidad; como quiere sustituirla por otra cosa, no ve ningún problema en negarla. Y se ha esforzado en negar que el sueño americano se cumple. Pero la realidad es tozuda, y quienes no tengan miedo de encontrarse con ella podrán ver que, aún hoy, el derecho de todo hombre a procurarse su felicidad tiene en los Estados Unidos un testimonio permanente.
 
¿Estamos atados a nuestra condición económica como los siervos de la gleba a la tierra que cultivaban? ¿Los ricos son ricos porque, una vez instalados en la abundancia, no hay quien les mueva de su sitio? Una encuesta elaborada por la consultora TNS Financial Services revela que el 80% de los millonarios estadounidenses (aquellos que tienen un patrimonio de un millón de dólares o más) han conseguido su fortuna en una sola generación. Es decir, que la han creado ellos mismos, no la han heredado. Y no se trata de un fenómeno nuevo. Los mayores expertos sobre los millonarios en Estados Unidos, Thomas Stanley y William Danko, hacen referencia a un estudio de 1892 que encontraba que el 84% de los millonarios de entonces habían alcanzaron su fortuna sin el respaldo de una herencia previa.
 
Tampoco es necesario poseer una fortuna de un millón de dólares para ser feliz, ni cualquier progreso es vano si no se alcanzan tales cotas. Un estudio que analizaba la evolución de las rentas en Estados Unidos, tomando una muestra de 1975 a 1991, revelaba que, si se dividía a la gente por grupos de niveles de renta, se obtenía aproximadamente la misma división que si se procedía a dividir a la gente por grupos de edad. Es decir, que las rentas más bajas correspondían a las edades más tempranas, y las más altas a las más avanzadas. Para evitar la pobreza (teniendo en cuenta que la verdadera pobreza apenas existe en Estados Unidos) hay que seguir normas muy sencillas, como "completar la educación básica, no tener niños hasta haber contraído matrimonio y esperar al menos hasta los 20 años para casarse".
 
Sí, en Estados Unidos no sólo tienen el derecho de buscar su propia felicidad, sino que aún cuentan con una sociedad que se lo permite.
 
 
© AIPE
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