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ARGENTINA

Exacerbando la conflictividad

Miente, que algo queda. Goebbels, el ministro nazi de Propaganda, hubiera envidiado a Kirchner, que engañó no sólo a buena parte de la opinión pública, sino a muchos burócratas, empezando por los del Fondo Monetario Internacional y los del Banco Mundial.

Miente, que algo queda. Goebbels, el ministro nazi de Propaganda, hubiera envidiado a Kirchner, que engañó no sólo a buena parte de la opinión pública, sino a muchos burócratas, empezando por los del Fondo Monetario Internacional y los del Banco Mundial.
Como señala Martín Simonetta, de la Fundación Atlas, el oficialismo asegura que el PIB ha venido creciendo "espectacularmente" (un 8,5% al año), pero se ha olvidado de aclarar que para tal medición se utiliza el peso, que se ha devaluado más de un 300% respecto al dólar.
 
Hecha la corrección, y aun suponiendo que los datos oficiales sean ciertos, el PIB medido en dólares ha bajado un 5% entre 1998 y 2007. Se trata de un dato coherente con lo que se puede observar a simple vista. Y como la situación empeora rápidamente, sobre todo para los sectores más pobres, el Gobierno insiste en redistribuir los ingresos utilizando su poder coactivo.
 
El estatismo consiste, precisamente, en la utilización del poder represivo (violento) del Estado para imponer las leyes y regulaciones de éste por sobre las naturales. Al ejercer la violencia sobre la ciudadanía, además de destruir la sociedad, pues desarticula su crecimiento natural, provoca una tensión creciente, lo cual desemboca asimismo, muchas veces, en violencia.
 
Así las cosas, un Estado cada vez más represivo está encontrando respuestas cada vez menos pacíficas... y nuevas excusas para que el Gobierno desate una represión aún mayor.
 
El Ejecutivo, ávido de dinero fácil y ajeno para sus labores redistributivas, decidió aumentar las retenciones (impuesto a la exportación) sobre la soja hasta casi un 50%. Esto provocó la ira de la gente del campo, cuyos gremialistas iniciaron un paro. Cristina Kirchner endureció entonces su posición, lo cual provocó a su vez la ira popular, de la que fueron exponente los cacerolazos registrados en varias ciudades, y que concitaron a miles de personas.
 
Como buen Gobierno peronista –fascista de origen–, envió a sus fuerzas de choque: los sindicatos y piqueteros oficialistas produjeron enfrentamientos violentos. Además, organizaron actos progubernamentales al viejo estilo corporativista. El oficialista y ex gobernador Felipe Solá ha asegurado: "En el oficialismo hay mucha gente que tiene miedo de decir lo que piensa".
 
El secretario de Comercio aumentó la represión: prohibió la exportación de carne y amenazó a ganaderos e industriales con aplicar la "ley de abastecimiento" –promulgada por la dictadura militar, prevé penas de cárcel y el estado de sitio– utilizando frases como: "Les vamos a romper el culo". He aquí la extrema agresividad y el mal gusto que caracterizan al Gobierno.
 
"Es necesario (...) una gran batalla cultural para hacerles comprender a las elites (...) Sabemos que en ese combate por la dignidad nos van a poner obstáculos", aseguró, en un intento por reavivar la lucha de clases, María Antonieta Kirchner (madre del ahora también político delfín Máximo), que no se priva de costosísimas vestimentas y que durante su visita a París exigió que no se le acercara Carla Bruni, para que la mujer de Sarkozy no la opacara.
 
Al igual que hacía Perón, los Kirchner utilizan a la izquierda como y cuando les conviene. Para dárselas de progresistas, han hecho lo imposible por defender los derechos humanos. No obstante, el procurador penitenciario ha denunciado "gravísimas torturas y violaciones de los derechos humanos" en las cárceles, lo cual viene a demostrar que en Argentina la represión no es cosa menor. Además, intentan servirse de la prensa y manipulan descaradamente la justicia. De hecho, el presidente de la Asociación de Magistrados ha asegurado:
La presión sobre los jueces se ha agravado con este Gobierno; si bien siempre hubo presiones desde el poder político, nunca se dio con tanta acentuación como durante esta Administración.
La brutal represión tributaria (que en algunos casos se lleva el 75% de los ingresos) sirve al Gobierno para repartir dinero autocráticamente y asegurarse el control político del Congreso y los gobernadores.
 
Y, al igual que los nazis, quieren manipular la herencia. Un proyecto oficialista aboga por promover las ligaduras de trompas y las vasectomías, garantizadas por una ley nacional, con el fin de esterilizar a los "sectores sociales con escasos recursos y falta de educación". El estatismo es esto: acabar con la pobreza matando a los pobres.
 
 
© AIPE
 
ALEJANDRO A. TAGLIAVINI, analista político argentino.
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