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ESTADOS UNIDOS

¿Hay más pobres que hace 20 años?

El 34% de los norteamericanos afirma ser pobre. Hace veinte años, sólo el 17% se definía como tal. ¿Qué ha pasado? Al parecer, en este punto la adscripción política, la raza y la autopercepción pesan más que el verdadero estatus económico del individuo en cuestión.

El 34% de los norteamericanos afirma ser pobre. Hace veinte años, sólo el 17% se definía como tal. ¿Qué ha pasado? Al parecer, en este punto la adscripción política, la raza y la autopercepción pesan más que el verdadero estatus económico del individuo en cuestión.
El Pew Research Center, la organización que ha llevado a cabo la encuesta que nos ocupa, sostiene que quienes así se definen lo hacen con independencia de lo que digan los datos objetivos. "El análisis de las encuestas que se han realizado a lo largo de los años –añade el Pew– sugiere asimismo que la creciente percepción de división social está impulsada por factores tanto políticos como económicos".

Echemos un vistazo al grupo de "los pobres". Prácticamente todos los baremos nos dicen que los norteamericanos, incluidos los que menos tienen, viven hoy considerablemente mejor que hace una o dos décadas. Aquí van algunos datos: 
– En 1995, el 66% de los hogares pobres tenía aire acondicionado. Sólo diez años después, en 2005, la cifra era sensiblemente superior: 80%.
 
– En 1995, el 70% de los hogares pobres tenía un coche, y otro 27% dos o más. Para el año 2005, ese 70 se había convertido en un 75, y el 27 en un 31.
 
– En 1995, cerca del 25% de los hogares pobres disponía de lavavajillas. En 2005, más del 33%.
 
– En 1995, el 64% de los hogares pobres contaba con un horno microondas. La cifra de 2005 era 25 puntos superior: 89%.
El gasto per cápita en el quintil de los hogares con ingresos más bajos equivale al del hogar medio norteamericano de principios de los 70, una vez ajustados los precios a la inflación. Robert Rector, de la Heritage Foundation, ha escrito que la mayoría de los pobres de EEUU disfruta de unas condiciones materiales de vida que hace sólo unas generaciones serían consideradas como "confortables" o propias de "gente pudiente".

¿Y qué pasa con el resto del país? Según la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), entre 1991 y 2005 los ingresos de las familias con hijos crecieron un 78% para el 20% más pobre (de nuevo, una vez ajustados los precios a la inflación), un 23% para el 20% inmediatamente superior en la escala de ingresos, un 18% para el tercer quintil, un 22% para el cuarto y un 54% para el quinto. Las estadísticas de la CBO no tienen en cuenta las prestaciones gubernamentales, los ingresos por inversiones ni las pensiones, sino sólo sueldos y salarios (tampoco tienen en cuenta las remuneraciones en forma de atención médica, por ejemplo).
 
Según el profesor de Economía Steven Landsburg, "en el siglo XX los ingresos per cápita reales, esto es, ajustados a la inflación, crecieron en promedio un 1,5% anual, y durante la última mitad lo hicieron al 2,3%". "Si usted gana un salario de 50.000 dólares anuales y desea que sus hijos, dentro de un cuarto de siglo, ocupen el mismo modesto peldaño en el escalafón económico, con una tasa de crecimiento del 2,3% ganarán el equivalente a 89.000 dólares. Y, dentro de otros 25 años, sus nietos ganarán 158.000".
 
No obstante esta movilidad económica de carácter ascendente, el número de norteamericanos que se definen como "pobres" se ha duplicado en dos décadas. ¿Qué significa todo esto? Pues que la ofensiva desatada a propósito de la "división social" del país está calando hondo. Es decir, que cuando un candidato a la Presidencia como el demócrata John Edwards habla de la existencia de "dos Américas", la gente se lo cree.
 
Por otra parte, la vaina ésa de que "la raza influye en todo lo que pasa en América" afecta, sin duda alguna, a la percepción que los negros tienen de sí mismos. De acuerdo con una encuesta elaborada en 1995, los negros que ganaban 50.000 dólares o más eran menos proclives a suscribir la frase "Todo el mundo tiene facultades para alcanzar el éxito" que los blancos con unos ingresos inferiores.
 
Edwards y los de su ralea hablan y no paran de la brecha que separa a los ricos de los pobres. Los ricos se hacen más ricos, sí; pero también los pobres. En realidad, estamos ante un problema de envidia. Un profesor de Empresariales me contó la siguiente anécdota: una vez, preguntó a su clase qué prefería, un escenario en el que Japón creciera al 7% y EEUU al 4 u otro en que ambos países crecieran al 3%. La mayoría se decantó por la segunda opción, ¡pese a que en ella el crecimiento norteamericano era inferior al de la primera! Los estudiantes aceptaban complacidos un escenario menos favorable... siempre y cuando nadie les superase.
 
Por lo que hace a la pobreza real y persistente, Edwards y los que son como Edwards rehúsan hacer frente a un par de cuestiones. Si se fracasa a la hora de invertir en uno mismo –es decir, a la hora de aprobar, por ejemplo y cuando menos, el Bachillerato–, las probabilidades de sufrir los rigores de la pobreza aumentan. De igual manera, el hijo de una madre soltera pobre tiene más posibilidades de estar entre los que menos tienen que el hijo de un matrimonio también pobre.
 
Los cupones de comida, la AFDC [Ayuda a las Familias con Hijos Dependientes], los programas sanitarios, etcétera, recompensan las pautas de comportamiento que conducen a la pobreza. Esto, evidentemente, no ayuda al pobre, sino que lo perjudica. Aun así, expresiones como "división económica" y "dos Américas" siguen rindiendo excelentes réditos a demagogos como el demócrata Edwards.
 
 
© Laurence A. Elder. Distributed by Creators Syndicate
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