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Federico Jiménez Losantos

El índice de iberocorrupción

El índice Eigen de corrupción en el mundo acaba de situar a Chile como el país menos corrupto de Iberoamérica, por delante incluso de países europeos como Grecia e Italia. Y aunque este tipo de estadísticas siempre suscita controversia porque debe medir sistemas heterogéneos, lo que no suele suceder es que el Indice de Pagadores de Sobornos ponga a Gran Bretaña por delante de Haití. Todo es discutible, pero no tanto. Y resulta bastante orientador.

Dejando aparte el caso de Cuba, que como toda dictadura comunista supone la corrupción absoluta y la cleptocracia o “kakocracia” institucionalizada al máximo nivel –la famosa “Cuenta del Comandante” en Suiza y otros países, revelada por “Forbes” hace pocos años– es Paraguay el país más corrompido de todos, aunque ve amenazada su supremacía inmoral por Ecuador y Bolivia. Sin embargo, a todos podría superar pronto Argentina, que cae vertiginosamente en el ya limitado crédito ético de sus instituciones.

Detrás de Chile, Uruguay y Brasil son los mejor valorados del hemisferio, mientras México y Colombia se mantienen a cierta distancia de los relativamente virtuosos. Por el lado contrario, el de la corrupción generalizada, el peculado y la cleptocracia, Guatemala, Venezuela y Nicaragua rondan los puestos de cola. Pero se trata de un “farolillo rojo” muy disputado… con permiso del Rojo del Farol, o sea, del Oneroso Tirano Fidel Castro.

Una conclusión se impone a la vista de estos datos, que no es nueva pero en la que no se insiste suficiente al hablar de la crisis iberoamericana: la primera riqueza de cualquier país es la solidez y eficacia de sus instituciones, comenzando por la independencia y honradez de la Administración de Justicia. Ni el petróleo, ni el oro, ni el agua, ni la mayor de las riquezas naturales puede competir con esa riqueza de la civilización, que además es la primera generadora de prosperidad en todos los países y en todos los continentes. Tan sencillo, tan claro, tan evidente. Pero tan difícil de asumir por quienes han hecho de la irresponsabilidad –que es como decir la injusticia- un sinónimo de la política. Esa es la peor ruina de Iberoamérica.

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