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CHUECADILLY CIRCUS

El bolchevismo chic de los Pet Shop Boys... y otras hierbas

Me pasa lo mismo que a algunos articulistas y blogueros de lo que Simancas Nodoyuna llamaría "el facherío radical". Para mí, un mariquita con una camiseta del Che Guevara es como un judío luciendo la esvástica: un mentecato integral. Muchos están pidiendo a gritos un reality tour por Auschwitz o La Habana.

Me pasa lo mismo que a algunos articulistas y blogueros de lo que Simancas Nodoyuna llamaría "el facherío radical". Para mí, un mariquita con una camiseta del Che Guevara es como un judío luciendo la esvástica: un mentecato integral. Muchos están pidiendo a gritos un reality tour por Auschwitz o La Habana.
Pet Shop Boys.
En uno de los pasajes más divertidos de la trágica e imprescindible novela Faggots, de Larry Kramer, descarnado retrato de los aspectos más políticamente incorrectos de la subcultura gay, un anciano rabino casi muere del susto cuando se interna en un bar rosa buscando a su nieto descarriado. La visión de las gorras y demás parafernalia pseudonazi le produce tal impresión que el pobre hombre casi la palma on the spot. Me temo que a más de una víctima del Gulag le ocurriría lo mismo si asistiera al último show de los Pet Shop Boys.
 
Entre proyecciones del filme bolchevique El acorazado Potemkim, uniformes militares soviéticos, kilos de condecoraciones inspiradas en el más fiero estalinismo y puños en alto durante la interpretación de Go West –lo que yo creía una canción prooccidental, convertida en una especie de nueva Internacional– transcurrió el magnífico concierto que los PSB dieron en Madrid el pasado día 5. Siento resultar agorero, aburrido y excesivamente grave, y me parte el corazón ir por la vida de terapeuta del síndrome de Peter Pan, pero el bolche chic me está dejando de hacer gracia. Luego resultará, como me contó un historiador inglés, que la CIA estaba detrás, como ocurrió en los 60 con algunos fenómenos contraculturales, que la Inteligencia norteamericana fomentó para mostrar la libertad de que gozaban los habitantes del mundo libre.
 
Lo preocupante es que la fascinación actual por el totalitarismo genocida –perdonen la redundancia– no es un fenómeno minoritario, sino que se ha instalado en el mainstream. Producto de la Desmemoria Histórica y otros inventos evacuados por el gabinete de estudios de La Moncloa y por tanques de ideas foráneos, supongo. No habría nada que objetar a que los americanos o los sionistas se dedicasen, si por ahí les diera, a financiar las gira de Las Nancys Rubias, grupo autoprefabricado que con gran acierto lidera el singularísimo Mario Vaquerizo, a medio camino entre una versión hetero de Pete Burns e Iggy Pop. Quintales de transgresión, elegancia, glamour y libertad en sólo quince minutos. Ellos no necesitan más para recordarnos las cosas por las que l@s súbdit@s de las tierras en que se fragua esa bizarra Alianza de Civilizaciones son a diario colgad@s, apedread@s y fusilad@s.
 
Alaska.Desde que el equipo de mercadotecnia de Macy’s decidió decorar las bolsas de las rebajas de invierno de la temporada 2004-05 con la infame estrellita roja, el mundo ya no es lo que era. No saben lo duro que me está resultando hacer boicot a esos grandes almacenes; pero, contra lo que algunos ignorantes piensan, el liberalismo es como la belleza, it doesn’t come cheap, aunque en este caso la frase pueda resultar algo paradójica. La de billetes verdes que me he ahorrado en los últimos dos años, y sigo igual de bien, o incluso mejor.
 
Huelga decir que ni Vaquerizo ni su consorte, Alaska, precisan de ningún tipo de subvención, como las prodigadas a concertistas y conferenciantes de la mal llamada Movida Madrileña –sorry, pero las cosas por su nombre–. Del blanco al negro y de la balada romántica a ritmo bacalao de "Descongélate" al guitarreo punk dulcemente amaestrado de "Criticar"¿dedicada tal vez a la cáfila de paniguados que circulan por la Red?– , tanto los chicos de la tienda de mascotas londinense como la huracana mexicana se reconciliaron esa noche con su audiencia, a la que alguna vez han maltratado con actuaciones festivaleras un tanto cutres y que espero conciertos como el del día 5 nos hagan olvidar. Ellos, en cambio, deben recordarlos como lo que nunca debieron hacer. En cuanto al gusto de Neil y Chris por la estética totalizante, lo mejor será tomarlo con buen humor y pensar que es una burla, como el personaje progre chic que la maravillosa Jennifer Saunders interpreta en Absolutely Fabulous, peculiar crítica a la decadencia de la civilización occidental que tantas interpretan de forma literal.
 
Pero el espectáculo también estuvo en la concurrencia. Como era de esperar, mucho marriage material para el uraniano casadero y el hetero avezado, aunque si éste insiste en juntarse con amigotes y dedicarse a la cerveza, que luego no se lamente si no liga. En ese tipo de eventos, el chico moderno con ganas de novia formal debe ir y permanecer sobrio y ahorrarse los abrazotes a los colegas. El male bonding es definitivamente unsexy.
 
Y multitud de rostros familiares de aquellos locos 80-90, cuando muchos perdimos casi al mismo tiempo nuestra inocencia política (con el caso Juan Guerra) y la otra (al ritmo de Depeche Mode y The Cure). Vamos, que han pasado muchos años, así que reconocer a los de entonces –algunos están mucho peor, otros igual, incluso hay algún resucitado tras superar una larga enfermedad– constituye una experiencia cercana al espiritismo. No saludé a ninguno –para eso está JM, que lo hace por él y por todos sus compañeros; luego se queja de estrés, el pobre–, aunque escudriñé a todos.
 
Margaret Thatcher.Y yo dedicado a la disonancia cognitiva, que últimamente me produce gran regocijo. En la universidad, mis amigos de la izquierda radical me llamaban incongruente por portar el ABC junto a Ajoblanco, un número atrasado de The Face o el Up-Tight, o confesar estar leyendo al mismo tiempo las memorias de Margaret Thatcher y los diarios de Andy Wharhol, dos de los libros que más me han influido, tanto en lo estético como en lo político.
 
Con el paso del tiempo descubrí lo desternillante que resultaba convertir esa espontaneidad en un auténtico political statement. A veces incluso pierdo alguna amistad, aunque gano en ligues. Eso de salirse del molde da mucho morbo. Así que en cuanto puedo le cuento al progre de turno lo maravilloso que resulta despertarse con Federico, desayunar con los titulares de Libertad Digital y leer La Ilustración camino del trabajo. También le digo lo feliz que estoy de que LD me publique algunas líneas de vez en cuando, y le cuento el buen rollo que existe en la casa. Durante los primeros segundos, la cara de póquer de la víctima me produce un sentimiento cercano a la ternura, que evito ofreciendo mi mejor sonrisa. Tras el shock inicial, el gesto se torna doloroso, y suele estar seguido de un ¿sincero? deseo de felicidad para mí, que no para FJL y los suyos.
 
No soy cruel. Lo mío es un caso de legítima defensa propia. Estoy harto de que, para algunos, denunciar la reedición de este pacto Molotov-Ribbentrop que aún pretenden algunos miembros del PSE equivalga a estar "derechizado". ¿Qué es lo que más le pone a un socialista? Un fascista con quien poder hacer negocios.
 
Prefiero estar derechizado a convertirme en compañero de viaje de los euskonazis. Todos esos ilusionados con el magnífico proceso de Zapatero podrían, por eso de predicar con el ejemplo, trasladar sus negocios al País Vasco. Me encantaría leer las maravillosas misivas de amor que al poco de llegar recibirían de los aguerridos y apuestos soldados de la paz euskaldunes. Si lo hacen, me comprometo a regalarles una cajita estampada de Laura Ashley, para que guarden allí esos tiernos testimonios epistolares entre pétalos de rosa y ramitas de romero. "La paz y yo".
 
Confío en que el efecto sea igual de terapéutico que el de la bella Alicia cuando despertó de su sueño tras el encuentro con la pérfida reina de corazones. Yo tampoco pierdo la esperanza. 
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