Menú
CRÓNICA NEGRA

Fugados como peces de oro

Míralo, ahí va, Dioni el del Furgón, apresurado, estrábico, peluquín y ray-ban ahumadas, arrastrando el misterio de más de ciento cincuenta kilos de lana perdidos para siempre. Su abogado fue aquel otro, barriga prominente, sotabarba y bigote, gafas Carrera, hijo de la suerte, al que el mal tiro de un desamor casi deja tieso en el Mercedes de Mecha: Rodríguez Menéndez, huido a la Argentina, donde pensaba encontrar a Antonio Anglés para hundir el Ya como una ballesta en el trasero de la democracia.

Míralo, ahí va, Dioni el del Furgón, apresurado, estrábico, peluquín y ray-ban ahumadas, arrastrando el misterio de más de ciento cincuenta kilos de lana perdidos para siempre. Su abogado fue aquel otro, barriga prominente, sotabarba y bigote, gafas Carrera, hijo de la suerte, al que el mal tiro de un desamor casi deja tieso en el Mercedes de Mecha: Rodríguez Menéndez, huido a la Argentina, donde pensaba encontrar a Antonio Anglés para hundir el Ya como una ballesta en el trasero de la democracia.
Dioni, el del Furgón, anduvo en canciones como la célebre de Sabina que ponía de relieve cómo se lo hizo sin odio, sin armas ni violencia, sólo dándole gas al blindado cuando sus compañeros bajaban con el 38 al costado a por una nueva recaudación. Entonando bajito "Jalisco, no te rajes" se levantó cuatrocientos millones de las antiguas pesetas.

El Dioni dice que si él fue un sinvergüenza, más lo fue su abogado, y que su fallo fue fiar su destino no en la justicia, sino en los aeropuertos, la escasa capacidad de los guardias para recordar una cara y algún dinero colocado de extranjis en el extranjero. También Menéndez fue un pez de oro fugado, hasta que la buena vida le delató: los restaurantes de lujo, las mujeres glamurosas, las limusinas, la corte lisonjera y los guardaespaldas, la cartera abultada y ese mirar distante, como si fuera del planeta Venus.

Menéndez sacó al Dioni del trullo, aunque el vigilante desleal ya no lo recuerde, y luego tuvieron un desacuerdo sobre la tostá: de creer al del Furgón, cometió un solo robo y se hartó de repartir lo robado.

Y luego tenemos a Pepe el del Popular, un curioso personaje que llegó a director de sucursal después de haberse jugado la vida persiguiendo a un atracador. Se reventaron en una carrera de fondo, hasta que finalmente el saltimbanqui cayó, con la caja a cuestas. Fue un punto de inflexión para Pepe, el del Popular, un banquito aseado, capitaneado por los Valls Taberner, que gozaba de muy buena fama que este personaje le hizo un agujero de seis mil millones.

Pepe se marchó un día tras recibir un aviso de los inspectores que venían a auditar las cuentas de su sucursal, la número uno de Santander, la número uno en el ránking de chorizadas de aquellos tiempos. Se le acusó de llevar una doble contabilidad, de una estafa más grande que la Pirámide de Keops, y aunque no se le juzgó, parece que, con la huida, otorgó callando.

Pepe, el del Popular, ha pasado 18 años en México, dicen que en Veracruz, donde debió de llegar, según quienes le acusan, con más bolsas de dinero que Roldán, billetaje oculto y sabrosón. Tanto tiempo después, lo han localizado. Una vez más, cae el pez pero no aparece el dinero.

Se hacía pasar por mejicano, lindo y querido, hasta que en la embajada yanqui lo descubrieron por la huella del índice de la mano derecha. Tantos años dándosela con queso a Interpol, y van y le cazan en un control rutinario, cuando menos se lo esperaba. Si no le hubiera entrado la urgencia de ir a Chicago, cuna y tumba de gángsteres, todavía estaría dándole a la margarita y escuchando a los mariachis.

Pepe: dieciocho años no son nada, y te va a caer la intemerata. Eras el último héroe malvado del pueblo, el único que robó un banco sin daño y se marchó sin dejar rastro. De la misma especie era el Dioni, con su sueño de mulatas. El Dioni se cambió la cara, y si no fuera porque le traicionó su toque vago de capo, porque los brasileiros se mosquearon con tanto poderío brut imperial, se habría puesto como un pincel, más bonito que un San Luis, vengativo hasta el final del maltrato que, dice él, le propinaba su empresa. En su valija sin abrir había una pistola, maldita la hora, y los reportajes del Interviú con esa gesta suya, que ni el Cid. ¡Anda que no se arrepintió cuando los brasileiros le aplicaron el tercer grado!

A Pepe le cambió la cara por los años, y se dejó una barbita de chivo que le prestaba cierto aire de abuelo indiano. Nadie le habría reconocido jamás, si no fuera por el puto dedo índice de la mano derecha, ese con el que Colón señala América, la ruta de la huida. Allí se fue también La Dulce Neus, todavía cimbreante; de allí la trajeron negocios de esmeraldas. Allí se busca a Javier Anastasio, un pájaro desmadejado como una cigüeña, que llevaría en el pico restos del crimen de los Urquijo. Y tal vez a Rafa Bueno Latorre, atracador, rey de las fugas, que se llevó por delante en Burgos a dos policías. Todos éstos son o fueron peces de oro en un estanque en el que pesca el azar.


FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
0
comentarios