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CHUECADILLY CIRCUS

Margoleando por Sitges, el Gayxample y el Parlament

Apagados los últimos fuegos del Orgullo, Chueca entera vibra con el nuevo proyecto ideado por la mariprogresía. Al bueno de César Antonio Molina ya le han montado un circo con el que entretenernos en los próximos meses, el mausoleo dedicado a los logotipos de todos los Europrides celebrados hasta ahora ("No me cabe ninguna duda de que algún día ese estandarte colgará de las paredes de algún museo"). Yo que ellos me lo pensaría dos veces antes de encargar la estatua, no vaya a ser que alguna mala le prenda fuego y algunas acaben peor que una falla valenciana.

Apagados los últimos fuegos del Orgullo, Chueca entera vibra con el nuevo proyecto ideado por la mariprogresía. Al bueno de César Antonio Molina ya le han montado un circo con el que entretenernos en los próximos meses, el mausoleo dedicado a los logotipos de todos los Europrides celebrados hasta ahora ("No me cabe ninguna duda de que algún día ese estandarte colgará de las paredes de algún museo"). Yo que ellos me lo pensaría dos veces antes de encargar la estatua, no vaya a ser que alguna mala le prenda fuego y algunas acaben peor que una falla valenciana.
César Antonio Molina.
Para torrarse ya están las playas de Sitges, rebosantes de arena fina y bañadas por agua cristalina en la que nadan unos curiosos pececillos que proporcionan al incauto bañista unos sustos morrocotudos. Pregunten si no a los fornidos habitantes de las Midlands inglesas, reducidos a frágiles damiselas en apuros al mínimo roce de sus curtidas pieles con las aletas del animalito.
 
Además de reírme a mandíbula batiente, ponerme como un conguito y asistir a todos los happy hours del lugar, en estas breves vacaciones he conocido al sabio Horacio Vázquez-Rial y a su otra mitad, una espectacular morena de ojos azules profundos como la alta mar y gestos gráciles de gacela. Completaban la paellada la politóloga Yolanda Casado, desconocida en el Planeta FAES a pesar de haber redactado su tesis doctoral sobre las rodillas del mismísimo Raymond Aron, y su novio, el difícilmente descriptible Ramón Buckley, estudioso de la obra de Miguel Delibes e hijo del legendario periodista Henry Buckley, corresponsal de guerra del Daily Telegraph.
 
Las malas lenguas aseguran que el angloirlandés fue al Frente Popular lo que Philby a los nacionales, un agente del bando contrario. Sin embargo, la historia fue mucho más prosaica de lo que parece: el periodista se enamoró de una sichetana y en Sitges se estableció tras la guerra, donde dio al mundo una prole la mar de excéntrica y cosmopolita.
 
Ramón, hombre de edad indeterminada y gesto de niño malo a punto de romper unos cuantos platos, se declara anarquista, luce una de las panzas cerveceras más simpáticas del país y posee esa actitud que los británicos califican de no nonsense –¡no me vengas con chorradas!– y que tanto desconcierta al gentío ibérico. Yolanda, más acomodaticia a pesar de sus ideales randianos y opuesta al matrimonio gay por una cuestión de peras y manzanas –si supiera lo que le hicieron a Ana Botella por un comentario similar...–, pasa de etiquetas, aunque los vocablos "comunitarista" y "separatista" le producen una curiosa reacción autoinmune que le hace perder el apetito y clamar por un cigarrillo. Le proporciono varios.
 
Luis López Escánez: UVAS (detalle).Juan, perfecto middle aged metrosexual y daliniano de corazón, se une más tarde. Él y Ramón me ilustran sobre la historia de Sitges –silos–, la malvasía y la peculiar geología de la comarca. No hace tanto tiempo que el subsuelo de muchas viviendas era usado como almacén de uvas, que luego pisaban los mozos del lugar, entre ellos Ramón. Puro double dutch –chino para los que no conocen el Autoinglés on the Road– para un urbanita que aún se pregunta si el vino viene pasteurizado, como la leche.
 
Isabel, conocida por los habituales de Chuecadilly, aparece al día siguiente con Vincent, pijo parisino de los que ya quedan pocos, y su novia –mi gozo en un pozo–, una espectacular marroquí sacada de una superproducción de Bollywood. Con ellos me embarco en un shopping spree agotador. Las tiendas de Sitges son buenas y variadas, aunque es conveniente comparar precios antes de adquirir cualquier prenda. Como abunda la dependienta tipo "todo te queda bien", es recomendable ir acompañado, más que nada para evitar el grito desgarrador una vez que uno llega a casa y descubre que no todos los espejos son iguales.
 
Más tarde, excursión al Gayxample con Isa y Carla Landino, reina de las noches margolianas barcelonesas. Me enseñan la preciosa terraza del hotel Axel, un establecimiento 100% gay que sin embargo se declara heterofriendly. Vamos, que si me presento con mi hermana la pobre chica no tendrá que dormir en la calle. Mucho más simpático es el bar Dacksy (Consell de Cent, 247), donde saboreo un riquísimo kir royal elaborado con una excelente créme de cassis y un cava más que correcto. La decoración es amable y acogedora, y el dueño del garito, eficiente y profesional. A must.
 
A pesar de su look muñeca Barbie, ni Carla ni Isabel son loiras burras, como dicen los cariocas. La primera es una ávida lectora de Stefan Zweig ("Una vez me regalaron un libro de Lucía Extebarría, pero no pude pasar de la página 15; prefiero autores más clásicos") y se rebela contra los que califican a las mujeres que son como ella de mariliendres. Me dice que es falso que fuera Leopoldo Alas quien acuñara el término: "Dile a esa antigua que lo de mariliendre es de la época de la Pasionaria. Yo soy la presidenta de Avón; las maricas llaman a mi puerta".
 
Imagen tomada de la web de Devotion.Nada que añadir. Si acaso, la expulsión de la fiesta Gay Day –todos los domingos en la discoteca Space– porque Carla trabaja para la competencia. Local abarrotado, ambiente irrespirable y mucho ir y venir de musculosa etílica y toxicómana. Si quieren marcha de verdad sin arriesgarse a recibir un navajazo en el servicio o en la sala VIP, acudan a Devotion (Pachá), Ken (todos los jueves, fiesta en la piscina) o Chiko Malo (cada domingo en la Sala Instinto).
 
Parada y fonda en casa de la diputada Carina Mejías, cuyo paso del conservadurismo tradicional al liberalismo moderado está marcado por su amistad con Santiago Fisas, un consejero catalán del Gobierno de Esperanza Aguirre. La sola mención de este nombre provoca en ella y otros peperos aspavientos y signos de profunda y sincera admiración. Si supieran que en Madrid la mayoría de observadores políticos no es siquiera capaz de ponerle cara (good or bad?).
 
Paso mis últimas horas en la Ciudad Condal en el Parlament. Dani Sirera interpela sobre el desastre del Carmelo y asevera que "aferrarse al cargo es un hecho diferencial del Gobierno tripartito". El consejero Nadal se enfada y acusa al PP de hacer oposición a las instituciones de Cataluña. Carga las tintas sobre una falla tectónica y apela a los resultados electorales como exculpación. Tiene suerte el gerundense de no vivir en California, donde una frase así le hubiera costado la cabeza política; a estas alturas la suya adornaría lo más alto del Golden Gate como aviso a navegantes y mangantes de toda condición.
 
En el turno de preguntas al presidente, Albert Rivera se interesa en castellano por los nuevos planes de inmersión lingüística. Montilla responde, en perfecto catañol de gramática confusa y dicción empastada, que hay que defender "nuestra lengua, que es el catalán" (sic). En los pasillos, intensas negociaciones a tres bandas entre PP, CiU y Ciudadanos sobre una propuesta educativa que dará que hablar, pues oculta mucho más de lo que muestra.
 
En el hemiciclo, Piqué es el único que prefiere "España" a "Estado español" y "Debate sobre el Estado de la Nación" al ambiguo "Debate sobre política general" de otros. Como siempre, look impecable y poca sustancia. La política es algo más que cuestión de imagen, como sabe bien el president, peinado imposible –¿será peluquín?– y traje caro que sobre su oronda figura más parece adquirido en un Todo a Cien que en una boutique de postín. Incluso Carod-Rovira luce mejor que él.
 
Miquel Iceta.Sin embargo, el momento más emocionante de la jornada fue el encuentro con el mítico Miquel Iceta, eficaz portavoz del PSC y banderillero oficial del convergente Artur Mastoo much makeup–, que se revuelve como gato panza arriba cada vez que Miguelito, cara de ángel y verbo de azufre, menciona al "Gobierno anterior". Elegantísimo en su smart casual –chaqueta de piel de entretiempo y corbata de molduras rojas a juego con sus gafas– y embriagador en su Kenzo de verano, Iceta resulta mucho más atractivo al natural que en la tele o en su blog. A uno casi se le olvidan los kilos de más –who cares?–, incluso le perdona la calva, que en hombres como él podría considerarse un fashion accessory.
 
Alabo su salida del armario, que, al contrario de lo que sus asustados y a menudo pánfilos rivales margolianos de mi querida derecha piensan, no le convirtió en "el diputado gay", sino en un político que además resulta ser de la acera de enfrente. Una tarea no exenta de riesgos y que puede conllevar costes para algunos. Cuestión de hábitat, pues no es lo mismo Barna que la Cataluña –o la España– profunda.
 
Manuela de Madre asiente abanico en mano. La mención de Libertad Digital le ha causado un cierto sofoco, que intenta aliviar agitando el pericón. En cambio, Miquel sonríe y confiesa sin un ápice de acritud que ni lector de LD, ni oyente de Cope. Espero que tenga un par de minutos para pasarse por estas páginas, y tal vez algo más que eso la próxima vez que me tope con él. Se me ocurren al menos tres temas en los que no habrá desacuerdo.
 
Con las prisas y el ajetreo por llegar a tiempo al aeropuerto me pierdo la votación sobre la Agencia Tributaria y el desfile de Thierry Mugler en Montjuich. El sol se esconde entre las montañas y el cielo amenaza tormenta. Sensación de unfinished business. En la tumultuosa soledad de la terminal, me despido una vez más –la cuarta en menos de un año– de una tierra maravillosa y surrealista que nunca dejará de asombrarme.
 
Al igual que Sitges, los catalanes se me antojan un pueblo lleno de esquinas y recovecos aparentemente engañosos que conviene observar con calma para no llegar a conclusiones precipitadas. Sin embargo, no puedo evitar recordar las palabras de Leon Wieseltier: "El logro americano no es la sociedad multicultural, sino el individuo multicultural (...) Muchas cosas son posibles en América, pero la identidad unívoca no es una de ellas". O, como señala Santayana: "Me parece una terrible indignidad tener un alma controlada por la geografía". Pobre Cataluña, tan cerca de Perpiñán y tan lejos de los EEUU… Prou!  
 
 
Enquire within: chuecadilly@yahoo.es
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