Menú
CIENCIA

Ratas solidarias

Si a usted le dicen que es una rata, es muy probable que no se sienta muy agraciado. Las ratas son mezquinas, voraces, egoístas, violentas y, a los ojos de muchos, desagradables. Así que en nuestro lenguaje la mera mención del nombre común de este roedor es un insulto.

Si a usted le dicen que es una rata, es muy probable que no se sienta muy agraciado. Las ratas son mezquinas, voraces, egoístas, violentas y, a los ojos de muchos, desagradables. Así que en nuestro lenguaje la mera mención del nombre común de este roedor es un insulto.
Pero puede que todo esto empiece a cambiar. Quizás las ratas puedan beneficiarse de una cierta mejora de imagen tras las investigaciones realizadas con sus congéneres, los ratones de laboratorio, en la Universidad McGill de Canadá y publicadas en la revista Science. Un equipo dirigido por el psicólogo Jeffrey Mogil ha descubierto que las reacciones al dolor de un grupo de ratones se intensifican si se encuentran en compañía de otro ratón que también sufre. Es más, los individuos de esta especie sometidos a investigación parecen tender a sincronizar sus respuestas al sufrimiento.
 
Según los expertos, ambos fenómenos hacen pensar en la existencia de una cualidad hasta ahora impensable en roedores: la empatía. Es decir, que estaríamos ante ratas simpáticas, solidarias y agradabilísimas.
 
Anteriormente, la empatía se pensaba que era una propiedad exclusiva de los primates superiores. De hecho, han recibido cierta atención mediática reciente las investigaciones sobre la configuración neuronal de grandes simios y humanos que sugiere un origen evolutivo de la solidaridad y la empatía, reflejado en las que han venido a llamarse "neuronas espejo". Pero la investigación canadiense podría ampliar el abanico de especies empáticas hasta extremos insospechados.
 
El experimento fue como sigue. Los investigadores utilizaron ácido acético para producir una sensación de moderado dolor de estómago a los animales. Posteriormente dividieron la muestra en dos grupos: en uno se permitió que los ratones vieran a otros ratones padeciendo el mismo dolor, en el otro se aisló al individuo sufriente.
 
Los primeros desarrollaron un subtipo de relación empática conocida como "contagio emocional": cuando un individuo intenta imitar el estado en el que se encuentra el otro. Pero, curiosamente, eso sólo ocurrió entre ratones que previamente habían sido compañeros de habitáculo, al menos, durante dos semanas. Quince días, parece, es el límite de tiempo en el que un ratón crea lazos afectivos con sus compañeros de caja, genera confianza y "empatía".
 
La investigación no acabó ahí. Para determinar cómo se comunican las sensaciones de dolor entre individuos en el mundo ratonil, los científicos bloquearon algunos sentidos de los animales. Mediante sulfato de cinc saturaron la percepción olfativa ambiente, por lo que se descartó que las señales de alarma se transmitieran mediante feromonas. También se evitaron contactos táctiles y auditivos. Con todos estos sentidos, los ratones seguían percibiendo el sufrimiento del compañero e imitándolo.
 
El único bloqueo efectivo a esta interacción fue separar a los individuos con una placa opaca de plexiglás. Parece demostrado que, en los ratones, la comunicación emotiva tiene un componente claramente visual.
 
Al igual que los humanos podemos detectar que una persona querida tiene "mala cara" y nos preocupamos por su salud, los ratones utilizan pistas visuales para conocer el estado de otro. Pero ¿para qué? Los etólogos no lo saben muy a ciencia cierta. Aunque parece que la empatía visual es una estrategia de supervivencia. Los mamíferos necesitan conocer el estado de estrés de sus crías para reaccionar rápidamente ante posibles carencias o amenazas. Posteriormente, esta habilidad se expande entre adultos. Los animales han de estar en "sintonía" con las señales de alarma, miedo y ataque de sus pares.
 
Ahora los médicos pueden encontrar alguna utilidad a estos estudios. Imaginemos que se encuentra un origen genético, molecular o fisiológico a los comportamientos empáticos. Este avance podría ayudar a localizar estrategias de actuación farmacológicas o clínicas para combatir alteraciones de la función social como el autismo.
 
Saber qué genes, moléculas o partes del cerebro humano nos hacen más sociables nos conducirá a una psiquiatría y una psicología más eficaz, cercana al paciente y fácil de aplicar. Así que demos las gracias a estos empáticos ratones que aguantaron sus dolores de estómago por el bien de la ciencia
0
comentarios