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CURSO ACELERADO DE PROGRESISMO

Cambio de paradigma: ¡A rebuznar!

Para ser un progre enragé en los años 70 del siglo pasado era requisito imprescindible estudiar montañas enteras de literatura granítica y memorizar frases larguísimas, de oscuro significado pero tremendamente eficaces en el combate dialéctico que a diario se desarrollaba en el foro más exigente que ha producido la Historia desde los tiempos del ágora: el bar de la universidad.

Para ser un progre enragé en los años 70 del siglo pasado era requisito imprescindible estudiar montañas enteras de literatura granítica y memorizar frases larguísimas, de oscuro significado pero tremendamente eficaces en el combate dialéctico que a diario se desarrollaba en el foro más exigente que ha producido la Historia desde los tiempos del ágora: el bar de la universidad.
Aunque conviene seguir defendiendo su prestigio intelectual a efectos de márketing, lo cierto es que la filosofía hegeliana de Marx y la dialéctica de Lenin forman un compendio doctrinal tan incomprensible como el hecho de que el Athletic de Bilbao ganara dos ligas seguidas de la mano de Javier Clemente. Ser un progre en los 70 era, en efecto, una tarea que exigía cierto nivel cultural y un gran espíritu de sacrificio. Se daba la paradoja, pues, de que para ingresar en el festivo club de la progresía era necesario cultivar esas dos perversiones típicas de la burguesía más decadente: la exigencia intelectiva y el esfuerzo personal.
 
Había que encontrar un sistema que inmunizara a los nuevos cuadros frente al vicio de la lectura y la tentación reflexiva, para evitar que andando los años llegaran a conclusiones diametralmente opuestas a las que se les había ordenado adherirse de forma inquebrantable. Federico Jiménez Losantos y compañía son el ejemplo palmario de las terribles consecuencias que acarrea la funesta manía de pensar, pues de haber seguido por la senda de la credulidad colectivista hoy estarían incrustados en las cátedras más nutritivas y publicando en El País, sin necesidad de ganarse la vida en la jungla inmisericorde del capitalismo. En el pecado llevan la penitencia.
 
Conscientes de la dificultad de crear continuas hornadas de progres en ciernes a través de los medios educativos públicos, los teóricos del socialismo descubrieron la clave para mantener unos niveles aceptables de producción sin que la exigencia intelectual, antaño requisito insoslayable, se convirtiera en obstáculo.
 
El secreto fue transmutar la pétrea dialéctica marxista en una sencilla compilación de mantras, asequibles hasta para las manadas de futuros progresistas que la Logse engendraba sin cesar. De esta forma, los abstrusos tratados de escatología comunistoide fueron reemplazados, mediante los nuevos planes de estudio de la escuela pública, por un festival ecuménico de lo más atractivo. La lucha de clases, el materialismo histórico, la superestructura y Hegel fueron sustituidos por la tolerancia, el mestizaje, el multiculturalismo y Javier Sardá. Fue bajo el mandato de Felipe González Márquez, el gobernante más solvente que ha dado este país desde Abderramán III, cuando empezó a llevarse a cabo esta vasta empresa intelectual, cuyos frutos recoge ahora el ingrato Zapatero.
 
Ser progre es ahora un objetivo vital que se alcanza sin el menor esfuerzo. Basta con dejarse llevar por el medioambiente educativo y convertirse en asiduo espectador de los programas televisivos de la madrugada.
 
Es bueno ser progre. De entrada, uno adquiere conciencia de que el bienestar material no tiene por qué provenir necesariamente del esfuerzo personal. Basta con aprenderse de carrerilla los mantras elementales y tener una mínima habilidad para succionar cualquiera de las numerosísimas ubres, a cuál más nutricia, que Estado del Bienestar socialista pone a disposición de sus devotos para garantizarse un brillante porvenir, con todas las necesidades vitales más que resueltas. La enseñanza pública, la universidad, las instituciones municipales dedicadas a la cultura, los varios millones de fundaciones públicas dedicadas a las labores más absurdas, las televisiones autonómicas y la miríada de ONG patrocinadas con los impuestos de la burguesía opresora ofrecen al joven progresista un vastísimo horizonte donde fagocitar a sus anchas sin necesidad de doblar mucho el espinazo y, de paso, contribuir a cambiar una sociedad tan tremendamente injusta.
 
Pero, antes de lanzarse en plancha a los ubérrimos senos de la socialdemocracia, conviene que el aspirante domine los arcanos de la filosofía progresista. Este curso acelerado tiene precisamente ese objetivo. En tan sólo unas cuentas clases magistrales, usted aprenderá las claves para desenvolverse en la maraña intrincada de intereses que conforma el universo progre. Y si finalmente no consigue una sinecura estatal, por lo menos habrá adquirido un arsenal dialéctico utilísimo para ligar en los festivales de rock subversivo más exigentes. Lo que no es poco; o moko de pabo, si nos ponemos logsianos.
 
 
fidelvladimir@gmail.com
 
Los lectores tienen a su disposición mi dirección de correo electrónico para lo que deseen. Estaré encantado de resolver las numerosas dudas sobre los misterios del universo progre que sin duda les asaltarán, en tanto que lectores de un periódico tan escasamente progresista como éste.
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