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Francisco Pérez Abellán

Debajo de los adoquines estaba el sexo de Dani el Rojo

Dany le Rouge, Daniel Cohn Bendit, germano de orfanato alemán, era un tío despepitado, ejemplo de todos, valiente y provocador.

Mi infancia son recuerdos de rojos y nacionales envueltos en muertes y misterios. Un familiar muy directo estuvo cinco años en el trullo por rojo, a punto de ser fusilado. En la cárcel de Franco se lo comió el cáncer. Lo indultaron pero también lo condenaron a más años. Por haber sido del ejército rojo y quemar maletas llenas de dinero. ¡Pero si aquel dinero de la República ya no valía para nada! Daba igual. A los vencedores no eras tú quién para decirles si alguien debía pudrirse a la sombra.

A mi primo todo lo que venía de Rusia le parecía música celestial, y lo que venía de Madrid era una porquería. No se cómo lo lograba, porque que yo sepa de la madre Rusia nunca vino nada, salvo un puñado de novelistas excelentes, y en todo caso la leche condensada era de procedencia yanqui. Como la leche en polvo. Pero en mi calle es como si hubieran ganado los rojos y Franco allí era bajito y dictador, porque los niños éramos más de izquierdas que Carrillo.

A finales de los sesenta, en París, la joven fauna parisina se echó a la calle con su ropa interior tricolor, su revolución sexual, sus universidades, donde si no querías no hacía falta ir a clase para aprobar. Los jóvenes universitarios descubrieron que debajo de los adoquines estaba la playa. Y arrancaban las piedras para tirárselas a los guardias. En Mayo del 68, estaba prohibido prohibir.

Los jóvenes vivían un inextinguible botellón, en el que se podía contemplar sin miedo el tobillo entero de una chica y se marchaba a ritmo del rock & roll. Se le hacía un corte de mangas a la guardia republicana mientras se apretaban contra el pecho los apuntes de marxismo, la Escuela de Frankfurt, Horkheimer y el libro de Theodor W. Adorno. A vueltas con la fimosis, Marx, Engels, el Manifiesto comunista, un fantasma recorre Europa, Freud, El Capital, besos de fuego en la Torre Eiffel.

Entre todo el griterío, resonaban como trallazos las propuestas de Dani el Rojo, el héroe de Mayo, en París. Mayo del 68, con los helicópteros sobre los Champs-Élysées, sobre el Quartier Latin, sobre el césped de los Jardines de Luxemburgo, donde hicieras lo que hicieras durante el amor, la hierba te picaba en los glúteos.

Dany le Rouge, Daniel Cohn Bendit, germano de orfanato alemán, era un tío despepitado, ejemplo de todos, valiente y provocador. Una especie de Che Guevara sin barba ni carabina. Gritaba como una dragqueen de la revolución, con su cabello rubio al viento. Por más que quitábamos adoquines en la Place de la Concorde, allí no aparecía la playa. Ni arena ni agua. Dany le Rouge triunfó sin triunfar en aquella revolución de mentirijilla. Él fue un agente provocador. Y las masas se lo pasaron de cine. Cuando todo terminó, los franchutes de derechas pusieron a Cohn Bendit en la frontera con Alemania. A molestar a tu tierra, bonito. El caso es que la provocación no había terminado. Dany el Rojo, después de poner de rodillas a De Gaulle, se puso a servir en una guardería. La experiencia fue tan buena que escribió un libro provocador, inspirándose en el Marqués de Sade, que ahora, con 68 años, le ha sacado los colores.

Resulta que en su libro El gran bazar (1975) Dany dice: "Ocurrió varias veces que algunos niños me abrían la bragueta". En sus reflexiones se pregunta: "¿Por qué no jugáis juntos, por qué me elegís a mí y no a otros niños? Pero si insistían, de todos modos, los acariciaba". "Podía sentir perfectamente cómo la niñas de cinco años habían aprendido a excitarme". Este obseso sexual trata de convencer de que los que están enfermos de ludibrio son los pequeños. Vaya loca. Aquel pecado de juventud vuelve ahora al primer plano, con un efecto devastador.

O sea, que debajo de los adoquines lo que estaba era esto sórdido de los niños. El buen hacer de trotonas de niñas de cinco años. La bondad de un viejo revolucionario dispuesto a complacer a niños pequeños con un poco de picante. No recuerdo que lo gritara en las calles de París. El gran misterio desvelado. La excitación del rey del botellón del 68. El presidente del Tribunal Constitucional le ha hecho fus como el gato. El importante premio Theodor Heuss, que le han dado, está ahora manchado de semen bajos los adoquines de París. Por mí, que permitan prohibir la desvergüenza de los adultos con el sexo de los niños y sus vomitivos juegos eróticos. Este revolucionario afirma en Youtube que "es divino ver cómo se desnuda una niña de cinco años". Cohn Bendit, diputado verde y amarillo, caca, culo, pedo y pis. Rojo pero de vergüenza. El periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung te ha puesto en tu sitio.

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