Menú
Gabriel Calzada

Un aplauso para Carod

Pensé que nunca iba a ocurrir pero, como suele suceder en estos casos, me equivocaba. La pasada semana el indescriptible Carod Rovira consiguió, por fin, sacarme un aplauso.

Pensé que nunca iba a ocurrir pero, como suele suceder en estos casos, me equivocaba. La pasada semana el indescriptible Carod Rovira consiguió, por fin, sacarme un aplauso. El extraño suceso tuvo lugar cuando el político independentista arremetió contra el uso que algunas Comunidades Autónomas hacen de los fondos que se redistribuyen desde Cataluña.

En un auténtico arrebato liberal, Rovira señaló que si se supone que estos fondos han de ayudar al desarrollo de las regiones menos prósperas de España, no pueden dedicarse a incrementar el tamaño del sector público o el número de burrócratas. En efecto, si Extremadura o Andalucía quieren prosperar, difícilmente lo lograrán gastando las ayudas en el lado improductivo de la sociedad. Así sólo logran aumentar el peso de la losa que aplasta el impulso empresarial de andaluces y extremeños. Ya sé que resulta paradójico escuchar estas cosas de la boca de un político de la izquierda más rancia. Pero aún hay más. De acuerdo con nuestro personaje, lo que necesitan estas regiones es invertir en empresas privadas que generen riqueza y empleos sostenibles. Como diría Peter Bauer, todo lo demás es quitar a los pobres de Cataluña para dar a los ricos de regiones más pobres. Provenga de donde provenga, la ayuda al desarrollo no puede usarse en la generación de gastos improductivos.

Pero aún hay más. Carod destacó lo que ningún político se atreve a decir: que “la solidaridad es lo que uno hace libremente”. En definitiva, que la ayuda pública al desarrollo no es un acto de solidaridad, sino un simple robo legalizado. Le faltó indicar, para rizar el rizo, que la verborrea de la redistribución coactiva acaba con la verdadera solidaridad y que posiblemente esto explique que, de entre todos los países desarrollados, España está situada en el segundo puesto por la cola en ayuda voluntaria, esa que sí es un acto de solidaridad. Pero, claro, eso sería pedirle peras al olmo porque, de haberlo hecho, ¿cómo iba luego a defender su proyecto socialista para Cataluña?

Desafortunadamente, mi comunión con Carod no ha duró mucho. Pasó lo que tenía que pasar. Durante el fin de semana Carod se refería a Cataluña como si hablara del coto privado de los nacional socialistas. La libertad volvió a desaparecer del centro de su discurso, y quien no comparte sus ideas no puede opinar. En fin, que por desgracia, este fin de semana las aguas volvieron a su cauce natural.

En Libre Mercado

    0
    comentarios