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Cooperantes como objetivo

Las opciones son varias, pero lo que no es en absoluto aconsejable es actuar como si los cooperantes españoles no fuesen objetivo de los terroristas. Lo son y lo seguirán siendo.

Las misiones humanitarias de las grandes ONGs en las últimas décadas se han basado en una premisa: su carácter imparcial en los conflictos y crisis a las que acuden, y la presunción de que para los bandos en conflicto sólo son, a lo sumo molestos testigos, pero no un objetivo primario. La conclusión de esta presunción ha sido que los ataques contra ellos eran excepcionales, puntuales, y por parte de elementos descontrolados pero colaterales a los bandos. Esto ha sido cierto durante un tiempo, pero el devenir de los conflictos en África en los últimos años está mostrando que ambas cosas son falsas, y lo seguirán siendo en el futuro. El secuestro de las españolas, en el mayor y más atendido campo de refugiados del mundo, en un país estable como Kenia, y a cien kilómetros de la frontera con Somalia, muestra que cada vez hay menos lugares seguros en ese continente para la cooperación humanitaria.

Los secuestros cada vez más recurrentes en los países del África negra muestran que las ONGs deben cambiar su forma de entender los despliegues en ese continente. En primer lugar, ellas son cada vez más objetivo del islamismo, y nada hay más irresponsable para Cruz Roja, Médicos sin Fronteras y el resto de grupos de cooperantes que actúan en África que fingir que esto es distinto. Al enemigo no lo elige uno, sino que es el enemigo el que nos elige, y los cooperantes occidentales han sido ya elegidos por Al Qaeda, Al Shahab y el resto de grupos islamistas como enemigos: modernos cruzados culpables del imperialismo humanitario. Son y van a seguir siendo objetivo de los grupos yihadistas. Y no hay nada que puedan hacer para evitarlo.

En segundo lugar, a esta hostilidad creciente se suma la presión geográfica en zonas antes tranquilas: las incursiones de Al Qaeda son cada vez mayores en países antes alejados de su influencia. Hace unos años se trataba de peligro en algunos países musulmanes; hoy de peligro en casi todos ellos. Y a partir de ahora, de ataques en países sin tradición mahometana: ya no es Somalia, son Mauritania, Malí, Kenia o Nigeria las que se las ven y se las desean para contener al islamismo fuera de sus fronteras. Sin éxito. Conforme el islamismo avanza hacia África central, cada vez menos países son seguros para los cooperantes occidentales.

Es decir, lejos de ser acontecimientos excepcionales, la fijación islamista por los cooperantes occidentales, y su creciente facilidad para actuar en cada vez más países, arroja una conclusión que ni gobiernos ni ONGs pueden obviar: en tanto no se frene al islamismo en África –y no vemos quién ni cómo puede hacerlo en los próximos años– la cooperación y el desarrollo van a ser, cada vez más, actividades de alto riesgo, en las que la seguridad de los cooperantes, actuando en países con ejércitos y fuerzas de seguridad mal dotadas y entrenadas, no está garantizada. Es hora de que las ONGs se planteen abiertamente actuar sí y sólo sí sus miembros van convenientemente escoltados y protegidos por fuerzas armadas, si cuentan con el visto bueno de nuestras autoridades como responsables, y si en caso contrario algunos despliegues humanitarios no aconsejados deben realizarse por cuenta y riesgo de los protagonistas, sin poner en jaque al Estado en cada vez más ocasiones. Las opciones son varias, pero lo que no es en absoluto aconsejable es actuar como si los cooperantes españoles no fuesen objetivo de los terroristas. Lo son y lo seguirán siendo.

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