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De El Cairo a las caricaturas

¿Quién iba a pensar, tras su discurso de El Cairo, que Obama acabaría fomentando la censura para no alimentar el odio islamista?

La más preocupante consecuencia de la crisis del vídeo de Mahoma es la constatación de que, al final del primer mandato de Obama, Estados Unidos cuenta con menos regímenes aliados y más regímenes hostiles que en 2008. Los regímenes dictatoriales aliados de antes de la Primavera Árabe han sido sustituidos por regímenes que van camino de ser igual o más repulsivos, pero no aliados... o incluso directamente enemigos. Incluso dos países llamados hace cuatro años a ser aliados fundamentales de Estados Unidos y a tener sistemas más abiertos, Afganistán e Irak, están en peligro de ser todo lo contrario, al punto de que Kabul puede cambiar de bando a corto plazo, cuando los talibanes y los señores de la guerra vuelvan al poder.

Ante la desprotección de los intereses americanos en la región, y la incapacidad de los nuevos dirigentes de la zona para frenar los ataques a las embajadas, la Casa Blanca ha optado por poner el foco en el vídeo de marras, en su autor y su difusión; y por pedir perdón reiteradamente a los islamistas ofendidos por las groseras burlas. Esto tiene un nombre: apaciguamiento. Washington trasladó así el asunto a un terreno inequívocamente occidental, y puso sobre la mesa de la política exterior un tema que corresponde inequívocamente a la interna: la censura. Ése ha sido el punto de llegada americano, tras la pérdida de liderazgo obamita en el mundo árabe.

La falta de liderazgo de Estados Unidos ha repercutido, obviamente, en sus aliados. ¿Qué hubiese ocurrido si, en el caso del video, Obama no hubiese tratado de apaciguar a los islamistas persiguiendo al autor de la cinta? No lo sabemos, pero el caso es que en la muy revolucionaria y progresista Francia al primer ministro le ha faltado tiempo para cargar contra los autores de unas caricaturas sobre Mahoma publicadas en una publicación satírica. Así, sociedades que se muestran intolerablemente tolerantes con las burlas religiosas a cristianos y judíos ponen el grito en el cielo cuando el burlado es el islam y entran en juego las amenazas de muerte.

¿Qué está pasando? Que Europa se halla inmersa en una considerable crisis cultural y artística nos parece un hecho; que ésta se manifiesta en la pobreza creativa y en ataques gratuitos a las religiones, también. El arte contemporáneo se ha convertido, de hecho, en una máquina de enlazar ofensas contra la tradición y la fe. Pero no es esa la cuestión que la actitud de Obama ha puesto sobre la mesa: la cuestión es si con la pérdida de toda capacidad de maniobra se abre una época en la que las sociedades occidentales, con intereses dispersos en tantas y tantas zonas, van a actuar en estas cuestiones según dicten los disturbios en las ciudades árabes o según los ataques que reciban.

¿Quién iba a pensar, tras su discurso de El Cairo, que Obama acabaría fomentando la censura para no alimentar el odio islamista?

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