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Obama amenaza a Europa

Obama llegó a decir que la crisis europea dificultaba la recuperación económica americana. La realidad es la contraria.

Obama llegó a decir que la crisis europea dificultaba la recuperación económica americana. La realidad es la contraria. Recientemente el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, dio a entender que gran parte de la incertidumbre que pesa como espada de Damocles sobre la revitalización europea procede del denominado abismo financiero al que se van a asomar los americanos a fin de año. Vencen las rebajas impositivas de Bush y cobran vigor los recortes indiscriminados en el gasto, con fuerte incidencia Defensa.

Sea quien sea el presidente, en una elección que promete ser reñida, resultará crucial la composición de la Cámara de Representantes y el Senado. El uso de la expansión monetaria para compensar una política presupuestaria y regulatoria desastrosa no rinde más frutos, y la llegada al mismo tiempo de las facturas de ésta y del estímulo obligará a recaudar mucho más. Por un lado Bernanke, que acaba de lanzar su cuarta ronda expansiva al grito de "¡Chatarrerooo!", pues compra casi cualquier activo tóxico, sostendrá la economía hasta los comicios de noviembre. Pero ha acumulado en su balance casi tres billones de dólares. La mayoría de esta inmensa impresión de dinero ha servido para financiar los descomunales déficits federales de los tres últimos años, cuya media es el PIB español. Un 77% de la nueva deuda emitida por USA en 2011 la compró su banco central. Uno de cada seis dólares de deuda nacional está en manos de Bernanke, proporción superior a la de finales de la II Guerra Mundial. En algún momento la Fed tendrá que recoger las velas de esta liquidez.

La inflación hasta ahora generada por el petróleo, las materias primas y los otros países que usan el dólar no se ha manifestado todavía en USA. Cuando lo haga, los intereses, que están al 0% desde hace dos años –desincentivando el ahorro necesario para la inversión–, subirán con ganas, incrementando el déficit. Pero la economía que ha sostenido esta irresponsabilidad se resume así: crecimiento del 2% con una inflación equivalente, paro estabilizado encima del 8%, 46 millones de personas que reciben subvenciones para comer –hace cuatro años eran sólo 30 millones– y la población activa menos numerosa desde 1981.

Obama propone solucionarlo a costa de los ricos. Pero el 1% más holgado de la población ya paga el 37% de los impuestos sobre la renta, mientras el 50% no contribuye. Acaso prevalezca otra mayoría –en el Ejecutivo, en el Legislativo o en ambos– que reduzca impuestos expandiendo la base de contribuyentes, promueva la estabilidad monetaria, liberalice el comercio, controle el gasto y reforme los programas del estado del bienestar y disminuya las regulaciones. De no ser así, la debacle estaría asegurada.

Es triste que el país ejemplar de Occidente haya caído tan bajo, pero las elecciones tienen consecuencias, como dijo Obama al líder republicano la primera vez que rechazó llegar a acuerdo alguno con sus adversarios. Aunque Europa hiciera bien sus ajustes y acertase en su unificación económica, un Obama desbocado la haría descarrilar.

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