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GEES

Primavera árabe

Desde inicios de 2011, la reacción de Occidente ante las revueltas árabes ha pasado de la sorpresa a la indignación, y de la indignación a la impotencia ante unos acontecimientos que se escapaban a nuestro control.

Desde inicios de 2011, la reacción de Occidente ante las revueltas árabes ha pasado de la sorpresa a la indignación, y de la indignación a la impotencia ante unos acontecimientos que se escapaban a nuestro control, sobre los que no podíamos influir y que, definitivamente, parecen discurrir por donde menos debían. Europa y Estados Unidos ni deben ni pueden decidir por las sociedades árabes: a éstas corresponde decidir si quieren poner en marcha la perversión democrática que el islamismo –como otros despotismos– explota con facilidad, expresada en el conocido aforismo, "un hombre, un voto...una sóla vez".

Pero sí corresponde a Occidente exigir a los nuevos gobernantes, egipcios, tunecinos o libios –además de los que puedan venir después– el respeto escrupuloso a determinados principios, que consideramos imprescindibles, y que se pueden resumir en tres requisitos que enumeramos en el GEES hace ya meses: igualdad de sexos ante la ley, libertad religiosa y relaciones pacíficas en la región.

En primer lugar, el respeto a las libertades básicas exige el reconocimiento de la igualdad de derechos y deberes de hombres y mujeres en las constituciones y textos fundamentales de los nuevos regímenes. En este sentido, Túnez va a suspender el examen, Egipto va camino de hacerlo, y lo que sabemos de Libia es descorazonador. Todo indica que a lo largo de 2012 las mujeres, con los nuevos regímenes, verán sus libertades más atacadas que con los Mubarak o Ben Alí del pasado. Así que suspenso en este punto.

En segundo lugar, la libertad religiosa exige no sólo que se respeten los lugares de culto de otras religiones, sino la libre construcción de templos o iglesias en estos países. Aspecto éste tabú en los países árabes, donde las minorías religiosas son perseguidas cotidianamente. Aquí, el retroceso es notable, y eso que partíamos ya bajo cero: en Egipto, la libertad religiosa está más perseguida ahora que cuando Mubarak estaba en el poder, como lo demuestra la salvaje campaña contra los coptos. Los nuevos regímenes que parece se conformarán a lo largo de este año suspenden cualquier examen: no habrá más libertad religiosa en estos países.

En tercer lugar, en términos de estabilidad en Oriente Medio, sólo son aceptables regímenes que favorezcan la cooperación y el entendimiento en la región. Y desde este punto de vista, la prueba es el reconocimiento del Estado de Israel y de sus fronteras, garantía última de una región en paz. Desde luego, el aumento de la inestabilidad en el Sinaí, y las amenazas crecientes que los Hermanos Musulmanes y al Nur realizan contra el Estado Judío auguran un aumento de la inestabilidad y la conflictividad en la región: la primavera árabe no sólo no traerá en el 2012 mayor paz a la región, sino más bien lo contrario.

En fin, más vale no engañarse: por ahora, ni la libertad religiosa, ni la igualdad entre hombres y mujeres ni la estabilidad de la región salen ganando. Y en el año 2012 esta tendencia parece confirmarse. Sin ninguna duda, tras un año de revueltas, la nota es suspenso. Bien que lo lamentamos, pero ahora toca a Occidente sacar las conclusiones, firmes y decididas.

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