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Terrorismo yihadista en Túnez

El creciente deterioro de la seguridad en el país magrebí preocupa dentro y fuera de la región.

Aunque sigue habiendo quien se empeña en calificar las revueltas tunecinas de Revolución del Jazmín y de semilla de la Primavera Árabe, el creciente deterioro de la seguridad en el país magrebí preocupa dentro y fuera de la región.

Los combates que se desarrollan desde hace días en el monte Chaambi, en Kasserine, evocador escenario bélico de la Segunda Guerra Mundial que vuelve a ser zona de operaciones setenta años después, son la mejor muestra de que la situación no sólo no mejora sino que empeora. La zona donde el Ejército y las Fuerzas de Seguridad tunecinas tratan de erradicar a los terroristas está a tan sólo 25 kilómetros de la frontera argelina, y el terrorismo de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI), diezmado en el norte con las operaciones del Ejército argelino –siete terroristas eliminados en Tizi Uzu y en Bumerdés, al este de Argel, este martes– y en el sur profundo gracias al empuje franco-africano de la Operación Serval en el norte de Malí, encuentra ahora en esta frontera argelino-tunecina un nuevo escenario de proyección, gracias al debilitamiento en materia de seguridad tanto de Túnez como de Libia.

Las células terroristas en Túnez aprovechan una orografía difícil para hacerse fuertes y dificultar la labor a militares y policías. Han minado el terreno, lo que provoó gravísimas heridas a dos sargentos el lunes, pero la voluntad de los mandos castrenses es firme y lo que hace falta es que las autoridades políticas, en manos en buena medida de los islamistas de En Nahda, no reaccionen de forma dubitativa ante lo que es una lacra terrorista que hay que eliminar. Túnez es precisamente buen reflejo de las dificultades a las que cada vez con mayor frecuencia nos enfrentaremos en el futuro inmediato: los islamistas etiquetados desde fuera como moderados suelen tener problemas para definir la amenaza del yihadismo salafista y darle la respuesta contundente que requiere. En Túnez, fuentes militares y policiales han filtrado en las últimas semanas que las autoridades políticas no aportan ni los medios ni las órdenes que se precisan, y que eso está debilitando al Estado y a la sociedad frente a los terroristas.

Lo triste es que estamos hablando de dos años de activismo terrorista –los atentados de Rouhia, en mayo de 2011, de Bir Ali, en febrero de 2012, y de Feriana, en diciembre de 2012 lo demuestran– y de veinticuatro meses de espera para acudir a combatir a sus ejecutores a su base, en el monte Chaambi. El tercero de los atentados citados costó la vida a un policía, y la operación ahora en marcha tras tantos meses de espera ha provocado ya decenas de heridos entre militares y policías, pues los terroristas han tenido todo el tiempo para preparar bien su defensa.

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