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Vacío de poder en Mauritania

Un país tan relevante para la seguridad nacional de España vive dificultades que es preciso que supere cuanto antes.

Un país tan relevante para la seguridad nacional de España como Mauritania vive dificultades que es preciso que supere cuanto antes. La ausencia del presidente, Mohamed Oul Abdel Aziz, del país por motivos de salud y el aprovechamiento que de tal coyuntura hacen los islamistas define las dificultades más relevantes. A ello se unen las lacras económicas y medioambientales a las que Mauritania debe de hacer frente desde antaño, por un lado, y el efecto desestabilizador de un vecindario saheliano que no está ni mucho menos estabilizado, a pesar de las operaciones militares desarrolladas en Mali, por otro.

En el seno de la denominada Coordinación de la Oposición Democrática (COD), los islamistas del movimiento Tawassoul llevan la voz cantante, y ello es así desde antiguo. El líder de Tawassoul, Mohamed Jemil Mansour, no sólo exige que las autoridades aclaren de una vez en qué situación se encuentra el jefe del Estado –quien sufriera un atentado a fines de 2012 y cuya salud está muy deteriorada desde entonces–, con la clara intención de, a renglón seguido, exigir su destitución por incapacidad, sino que acusa al mismo de tener vínculos con el narcotráfico, que tanto afecta al país y a toda la región.

El presidente Abdel Aziz lleva tres semanas en París, sometiéndose a cuidados médicos, mientras la situación del país y de la región no deja de deteriorarse.

La COD agrupa a partidos y movimientos muy variados, y no todos se mueven en la misma dirección. De entre todos destacan los islamistas, muy en su papel de liderazgo rupturista, siguiendo la práctica de movimientos del mismo perfil en otros países árabo-musulmanes. El problema adicional es que los sectores más radicalizados del islamismo en Mauritania están particularmente activos en estos últimos meses, dinamizados tanto por la evolución interna como por la creciente conflictividad regional, con su epicentro en Mali. Aparte de la canalización de combatientes hacia dicho país para luchar contra un esfuerzo militar combinado francés y africano, lanzado según los islamistas para "combatir al islam", en Mauritania preocupa no sólo la fuga de yihadistas de las vulnerables prisiones locales –varios se escaparon en mayo de la de Aleg–, sino la llegada en los últimos días de algunos internos de Guantánamo (Cuba) y de Bagram (Afganistán), entregados por los EEUU a las autoridades de Nuakchot. Las familias de dichos presos, y sus redes de apoyo, llevan años presionando al Gobierno mauritano, y el regreso de dos internos el 31 de mayo puede tener un gran efecto desestabilizador en las circunstancias difíciles que el país atraviesa.

Con este telón de fondo, el nuevo comandante en jefe del Mando Africano de los EEUU, general David Rodríguez, visitaba Nuakchot el 30 de mayo, donde se reunió con la cúpula militar del país, a la vez magrebí y saheliano. Washington teme que la inestabilidad aún reinante en Mali, y la que crece en Níger o en Nigeria, se extienda también a Mauritania.

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