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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Después de la guerra, la guerra

En momentos de crisis política, con guerra al fondo, lo cual siempre constituye un acontecimiento grave, no se puede jugar a las medias tintas, hay que arriesgarse, hay que saber enfrentarse a la opinión pública, hostil o reacia.

Me hizo gracia leer el otro día en El País el artículo de su corresponsal en Roma, Lola Galán, quien tristemente informaba de que de nada habían servido al centro izquierda las grandes manifestaciones “a favor de la paz” que tuvieron lugar estas últimas semanas ya que en los sondeos publicados el pasado domingo 20, en el Corriere de la Sera y en La Repubblica, esa izquierda pierde puntos: pasa del 24,7 por ciento en marzo al 23 por ciento el 13 de abril. También reflejan que Tony Blair es considerado como el hombre político europeo más valioso después del Papa (¿hombre político?) y del presidente de la República, Ciampi, siempre muy popular en Italia, y claramente por encima de Berlusconi. En los mismos sondeos, éste y su Gobierno ganan puntos, pasan del 27,2 por ciento al 32,8 por ciento. Es poco, y ese poco se debe a que el presidente del Gobierno italiano se asustó ante esas manifestaciones, a todas luces dirigidas más contra él que a favor de Sadam (lo de la paz sólo era un pretexto), y se asustó, se tambaleó y su solidaridad con los otros líderes europeos antisadam, se escurrió por las alcantarillas.

Es muy probable que nuestros progres, ante el éxito de Blair en Italia, opinen que eso pasa porque es un país de locos. Resulta que lo mismo ocurre en varios países de Europa, empezando, claro, por el propio Reino Unido, en donde nadie hubiera apostado por Blair hace un mes: crisis en el partido laborista, dimisión de ministros, grandes manifestaciones, por los suelos en los sondeos, todo lo que tanto se comentaba con fruición en las capitales de la vergüenza. Pero Blair se mantuvo firme y combativo, y ha ganado dos batallas: la militar, junto a las tropas norteamericanas, desde luego, y la política, en su propio país y en Europa, precisamente por haberse mostrado firme ante la adversidad.

En Francia, líder del campo mundial antibush (eso decía donde aún se pretende mantener la unanimidad nacionalista) el discurso oficial y mediático está cambiando. Desde el “no nos equivoquemos de enemigo”, de Jean-Pierre Raffarin, hasta los hipócritas “partes de victoria” de la clase política y de la prensa, felicitándose por la caída de la tremenda dictadura iraquí, como si en algo hubieran participado, cuando, al revés, hicieron todo lo posible para que no se tocara a la tiranía de Sadam desde la amenaza de veto en la ONU hasta la complicidad con Sadam en la farsa de los inspectores de la ONU, empezando por Hans Blix, el más farsante de todos. Ahora la Casa Blanca les amenaza con represalias y se ponen a temblar. Pero ¿qué represalias van a poder ejercer contra un país como Francia? ¿Apartar a Francia de la “reconstrucción” de Irak, o sea de su petróleo? Veremos.

Someramente, yo situaría al Gobierno español y a su presidente entre Blair y Berlusconi, indudablemente más firme que el italiano, pero menos que el británico, y veremos cómo todo ello repercute en las próximas elecciones de mayo, aunque evidentemente, y pese a las ilusiones del PSOE e IU, no se votará a favor o en contra de Sadam, ni siquiera a favor o en contra de la guerra, que ya pasó. En momentos de crisis política, con guerra al fondo, lo cual siempre constituye un acontecimiento grave, no se puede jugar a las medias tintas, hay que arriesgarse, hay que saber enfrentarse a la opinión pública, hostil o reacia, hay que explicar y explicar, explicar por qué la solidaridad democrática internacional es indispensable frente a las tiranías, a los estados y organizaciones terroristas, que distan mucho de limitarse a Ben Laden y a su red.

¿Se ha mostrado Aznar lo suficientemente firme y convincente durante esta crisis? Es posible que no. De todas formas, tras la derrota de Sadam, también se nota en España un cambio en la opinión; las críticas a Aznar y al PP son algo menos feroces y los apoyos van creciendo. No nos llamemos a engaño, estas evoluciones se deben a la rápida e inteligentemente conducida intervención militar aliada contra una tremenda tiranía. Las cosas hubieran sido muy diferentes de tratarse de un país realmente pacífico y pobre, como aullaba la propaganda “pacifista”, lo que todo el mundo sabía, pero muchos negaban por ideología “antiimperialista”. Se ha hecho evidente que la dictadura iraquí oprimía salvajemente y masacraba a sus ciudadanos, se ha derrumbado y apenas ha tenido ejército, policía, milicias para, a la hora de la verdad, defender ese régimen y su tirano. Los hechos han sido contundentes y han despejado buena parte de esa propaganda que hoy aparece grotesca: hay que dar tiempo a los inspectores, los norteamericanos no han encontrado armas de destrucción masiva, no existen lazos evidentes entre Sadam y Ben Laden, hay otras dictaduras más peligrosas que Irak.

Más peligrosas, no sé, pero dictaduras, desde luego; pero es de esperar, y es lo más probable que se lo piensen dos veces (y en todo caso muchas más veces ahora que antes de la intervención militar en Irak) en el momento de decidir agresiones contra sus pueblos o contra países vecinos. Tenemos el ejemplo de Siria, apocada. Y en relación con la Corea del Norte, ya tuve ocasión de señalar que ese país, arrasado por el comunismo, con tres millones de muertos de hambre, sólo posee un “tesoro”: su armamento nuclear, y está chantajeando al mundo para destruirle, pero a condición de cobrar por ello un precio elevadísimo que le permita salir de la miseria. Y en cuanto al terrorismo en general y al palestino muy particularmente, hay que tener la caradura de nuestros progres para atreverse a negarlo en el caso de Irak. Ayer, se entiende.

Volviendo a lo nuestro, o sea, España, y a mi título, que puede parecer provocador, pero desgraciadamente no lo es, otras guerras vendrán y una sigue: la guerra sucia de los etarras y de sus cómplices. En este sentido, las elecciones en el País Vasco cobran un aspecto infinitamente más dramático que en otras regiones de España, ya que se trata, nada menos, que de la vida de los ciudadanos y de la existencia misma de la democracia en el País Vasco. Elecciones en medio del terror, “si votas mal, te mato”, elecciones, por lo tanto, no totalmente libres y, sin embargo, elecciones necesarias. Porque los criminales, los terroristas, los candidatos al suicidio asesino, los totalitarios no son sólo los partidos baaz, iraquí o sirio, no es sólo Hamas, Al-Qaeda, no son todos fanáticos islamistas, los hay marxistas-leninistas y narco-guerrilleros, no son idénticos, ni siempre relacionados, pero todos, en cada país, como internacionalmente, constituyen un peligro para la pachorra de nuestras democracias “burguesas”, pero que a veces, en ciertos casos y países, y menos mal, se levanta y dice: ¡Basta ya! y actúan. Esas endebles democracias, tan criticadas, vencieron, sin embargo, al invencible nazismo y, por vías diferentes, al totalitarismo comunista. Y no es imposible que venzan a sus nuevos enemigos, si saben reaccionar, como acaban de hacerlo.

Pero qué infinita vergüenza ha representado la actitud de tantos intelectuales y artistas en esta ocasión. No porque defendieran la paz, ¿por qué no va a tener derecho un novelista o una actriz a “defender la paz”? Pero no se trata de eso, se trata de la pobreza de sus argumentos y de ese afán por someterse a una moda, por ser “de izquierdas”. No hay por qué extrañarse en realidad. Los mismos, o sus padres, ya se pusieron de rodillas ante el totalitarismo comunista. Bueno, los de aquí, en Occidente, porque en los países comunistas, y esto se ha puesto nuevamente de manifiesto durante la crisis actual, muchos intelectuales que sufrían el totalitarismo en sus carnes fueron los abanderados de la lucha por la democracia y lo pagaron con la muerte o largos años de prisión y de Gulag, mientras sus colegas occidentales se forraban con derechos de autor y premios Nobel, y hasta a la concordia, loando a sus verdugos y cantando la felicidad del socialismo triunfante. La misma vergüenza.

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