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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

El enemigo en casa... y pasando consulta

Muchas cosas marchan mal en el sistema sanitario estadounidense; y en cualquier otro. Pero ésa no es la cuestión; la cuestión es si Estados Unidos quiere seguir o no el ejemplo del Reino Unido, Canadá o Cuba, por citar tres de los países cuyos sistemas sanitarios admira Michael Moore, según se desprende de su última cinta, Sicko.

Muchas cosas marchan mal en el sistema sanitario estadounidense; y en cualquier otro. Pero ésa no es la cuestión; la cuestión es si Estados Unidos quiere seguir o no el ejemplo del Reino Unido, Canadá o Cuba, por citar tres de los países cuyos sistemas sanitarios admira Michael Moore, según se desprende de su última cinta, Sicko.
Cartel del último docu-prop de Michael Moore, SICKO.
Cuba es un Estado totalitario, y ni siquiera la gente guapa de Hollywood quiere vivir allí, aunque les guste dejarse caer de visita de vez en cuando. (Por cierto, el lugar de Cuba donde mejor asistencia se presta es Guantánamo). En cuanto al Reino Unido, es un país libre, pero el Jeep Cherokee que lanzaron el otro día contra el aeropuerto de Glasgow ha venido a arrojar una extraña luz sobre su curioso sistema público de salud.
 
Siete de los ocho detenidos en relación con el complot terrorista son médicos del Servicio Nacional de Salud; el otro, es decir la otra, una técnica de laboratorio que trabaja en un hospital, es la mujer de uno de ellos. La bombas fallaron porque una jeringuilla no funcionó bien. O sea, no es que no funcionara correctamente como jeringuilla (porque incluso en el SNS las jeringuillas funcionan); falló como detonador. Había sido manipulada para ello, pero con escasa pericia.
 
¿Acaso la sanidad pública lleva a los médicos homicidas más impacientes a subirse a un todoterreno en llamas y empotrarlo en un mostrador de facturación? No. A lo que lleva la sanidad pública es a depender del personal médico que se pueda importar de otros países.
 
Alrededor del 40% de los galenos que ejercen en el Reino Unido se formaron en el extranjero, y tal porcentaje no hará sino incrementarse a medida que los médicos nativos de más edad se vayan jubilando. Según la BBC, más de dos tercios de los médicos que se dieron de alta para poder ejercer como tales en 2003 procedía de ultramar, y la mayoría procedía de países no europeos.
 
Bilal Abdulá, en el momento de su detención.Cinco de los ocho detenidos por el ataque frustrado al aeropuerto de Glasgow son árabes musulmanes; los otros tres son indios musulmanes. El wahabí Bilal Abdulá, el que conducía el Cherokee en llamas, es uno de los 2.000 médicos iraquíes que trabajan en el Reino Unido (él, en el Royal Alexandra Hospital). Buena parte de este personal médico importado jamás ha ejercido en sus países de origen. Tan pronto concluyen su formación, ponen rumbo a ese mundo occidental ávido de doctores con que sostener sus sistemas sanitarios. El doctor Abdulá se sacó la licencia en Bagdad en 2004, y en 2006 ya estaba ejerciendo en el Reino Unido. Su compinche Mohamed Asha, de profesión neurocirujano, se licenció en Jordania también en 2004, y ese mismo año ya estaba instalado en Inglaterra.
 
Cuando el presidente Bush habla de que necesitamos inmigrantes para que hagan "los trabajos que no quieren hacer los americanos", la mayoría de nosotros pensamos que se refiere a recolectar fruta o servir de camarero en un hotel. Pero es que en el Reino Unido los británicos ya pasan hasta de ser médico.
 
A Aneurin Bevan, el socialista que creó el SNS tras la Segunda Guerra Mundial, le pidieron una vez que explicase cómo había convencido a los médicos británicos para que aceptaran convertirse en funcionarios. "Les llené los bolsillos de oro", respondió. Sesenta años después, no hay oro suficiente para convencer a los súbditos de Su Majestad de que se pasen la vida en los viejos y espantosos hospitales del país. La laboral, se entiende: pues, para su desgracia, de sobra conocen esos lugares; de cuando les toca esperar lo que no está escrito para ser examinados, ingresados, operados...
 
De acuerdo con una información publicada por el British Medical Journal, los varones blancos representan el 43,5% de la población... y menos del 25% del alumnado de las facultades de Medicina. O sea, que lo de ser médico ya no tiene tirón entre la clase media británica. He aquí lo que da de sí, el entusiasmo que suscita el sistema por el que bebe los vientos Michael Moore.
 
El SNS necesita personal, proceda de donde proceda. Así las cosas, el Gobierno puso en marcha programas especiales de inmigración, de inmigración por la vía rápida. A Mohamed Asha y a sus compinches ni siquiera les exigieron permisos de trabajo para ejercer como médicos en los hospitales públicos del país. Y claro, no necesitas ser el yihadista más listo de la cueva para ver ahí una oportunidad. Todo el mundo, desde los campesinos venezolanos hasta los mafiosos rusos, sabe cuáles son los puntos débiles de los sistemas occidentales de inmigración. ¿Iban a ser menos los yihadistas?
 
Quizá su error fue que trataron de volar el aeropuerto, en vez de optar por alguna forma más sutil de provocar estragos entre los infieles. ¿Qué me dice del sustito que nos acaban de dar los chinos? "En los hospitales de la provincia de Hubei se han detectado cerca de 420 botellas de albúmina, una proteína presente en la sangre, en mal estado", hemos leído en alguna parte. "No obstante, ninguna de ellas se había empleado en el tratamiento de enfermos, declaró Liu Jinai, un oficial adscrito a la División de Inspección de la Administración Provincial de Medicinas y Alimentos". Como lo ha dicho un funcionario del Gobierno chino, que miente más que habla cuando se trata de asuntos sanitarios, podemos quedarnos tranquilos: ninguna de las botellitas se ha empleado para el tratamiento de enfermos... Dejémoslo ahí y volvamos al Reino Unido: ¿se imaginan la que hubieran podido liar los Jihad Doctors si, en vez de empeñarse en utilizarlas como detonadores, les hubiera dado por seguir usando las jeringuillas como jeringuillas?
 
Con todo, el caso del todoterreno en llamas ilustra una realidad aún más importante. El SNS británico es el mayor empleador de Europa, y depende por completo de personal importado, de gente como los doctores Asha y Abdulá. En Occidente contemplamos la inmigración en masa como una prueba de nuestra generosidad, de nuestra fe en el multiculturalismo. Pero no lo es: depender de ella es, siempre, una debilidad estructural, y como tal debería ser considerada.
 
En los sistemas públicos del Viejo Continente, las cada vez más reducidas y envejecidas cohortes de nativos europeos serán atendidas en sus últimos años de vida por jóvenes doctores (y enfermeras) musulmanes. De hecho, en el SNS la geriatría ya está casi por completo en manos de personal inmigrante. Japón, en cambio, no está en la misma situación.
 
La Tierra del Sol Naciente tiene las paupérrimas tasas de natalidad que Europa, pero un nivel prácticamente cero de inmigración. En mi último libro doy cuenta de una interesante tendencia del sistema sanitario nipón: la escasez de recién nacidos ha provocado que haya asimismo escasez de tocólogos. En un país que tiene la demografía en el lecho de muerte, ¿para qué querría un estudiante ambicioso y con talento adentrarse por semejante callejón sin salida? Así que, en el Japón, el de la natalidad es un negocio en vías de extinción.
 
Volvamos al Reino Unido. Tras ser rescatado del Cherokee en llamas, el doctor Kafil Ahmed está siendo atendido en su propio hospital, el Royal Alexandra, por los mismos colegas a los que trató de asesinar. Por otro lado, y en cierta medida, ni él ni los igualmente doctores Asha y Abdulá necesitan volar absolutamente nada. El hecho de que el SNS –"la envidia del mundo", como dice ese topicazo tan absurdo como palurdo que tanto gustan de citar los políticos británicos– tenga que contratar a médicos wahabíes sin hacer la más mínima comprobación nos dice bien a las claras el rumbo que ha tomado el Reino Unido de la Gran Bretaña.
 
 
© Mark Steyn
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