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ASUNTOS EXTERIORES

Posguerra en Irak

Bush ha hablado poco sobre Irak desde que proclamó el final de la guerra. Pero, como recoge un editorial de USA Today (09.07.03), la opinión pública norteamericana está cambiando de posición ante la intervención norteamericana.

En abril, el 61% de la población pensaban que el asunto iba bien encaminado. Hoy sólo lo piensa el 23%. USA Today subraya incluso que algunas esposas de soldados americanos han empezado a manifestarse para que sus maridos vuelvan a casa. El fantasma de un nuevo Vietnam, aparentemente descartado tras la rápida victoria de las fuerzas angloamericanas, parece cobrar fuerza.

The New York Times (10.07.03) apunta cómo las pocas palabras que Bush ha ido desgranando en este tiempo van recogiendo este cambio. La semana pasada, Bush parecía lanzar un desafío a los terroristas iraquíes. Ahora, desde Botswana, hace un llamamiento a la firmeza de sus tropas y asegura la firmeza de su compromiso en la tarea de pacificar y reconstruir Irak. Obviamente, las 83 bajas sufridas por la coalición (entre incidentes no militares y operaciones de combate) están haciendo mella en la posición del gobierno norteamericano, tanto o más que la tardanza en descubrir las armas de destrucción masiva y la debilidad de algunos de los argumentos utilizados en su momento por los líderes políticos para justificar la guerra.

Sobre las causas de esta situación, se está desarrollando un amplio debate. Hay explicaciones de tipo técnico, como que sean soldados los que se estén encargando de mantener el orden público, una tarea para la que no están preparados. Hay quien arguye elementos casi culturales, e insinúa que los británicos tienen una experiencia de “nation building”, o construcción nacional, de la que los norteamericanos carecen. En contra de este argumento, The Economist (28.06.03-04-07.03) recordaba que uno de los incidentes más serios de la posguerra ha sido la muerte de seis policías militares británicos en una ciudad del sur de Irak.

El mismo número de The Economist aclaraba que el incidente resultaba excepcional por haberse producido en zona de población mayoritariamente chiíta, bien controlada por una jerarquía que hasta ahora ha acogido con relativa simpatía la ocupación norteamericana. Los incidentes, en cambio, tienden a producirse en las zonas dominadas por los sunitas, que controlaron el poder bajo el régimen de Sadam Husein. Unas elecciones democráticas en libertad retirarían a los sunitas –minoritarios– del poder, por lo que tienen gran interés en boicotearlas, aunque sea por medios terroristas.

Se suma así una explicación política a las anteriores de orden técnico y cultural. En el fondo, el desorden iraquí vendría a ser una guerra civil larvada con soldados extranjeros interpuestos, lo cual no simplifica la situación. Cualquier intento norteamericano de aplacar a los sunitas mediante el establecimiento de una autoridad provisional se enfrentará a la oposición de los clérigos chiítas, que desean unas elecciones cuanto antes. The Economist cita la “fatwa” lanzada por un alto clérigo chiíta a favor de unos comicios para elegir una convención constituyente.

Por otra parte, todos los medios, y más en particular los círculos gubernamentales norteamericanos, atribuyen la violencia en Irak a otros factores, en particular a los militantes y grupos armados del partido baasista, a algunos grupos terroristas relacionados con Al Qaeda e incluso a los delincuentes liberados por Sadam Hussein antes de su derrocamiento.

Estas explicaciones refuerzan la sensación de que el empantanamiento de la situación ha puesto a la administración Bush a la defensiva. Para describir la comparecencia de Rumsfeld ante el Senado, el 9 de julio, The Washington Post (10.07.03) titula “Los senadores ´interrogan` a Rumsfeld sobre el futuro de Estados Unidos en Irak”. Como es sabido, Rumsfeld ha dicho que la intervención va para largo, que va a costar mucho dinero a los contribuyentes americanos (cerca de cuatro mil millones de dólares mensuales) e incluso que daría la bienvenida a cualquier ayuda, por ejemplo por parte de la OTAN, ayuda que muchos (por ejemplo, The Wall Street Journal, 10.07.03) juzga muy improbable.

En contra de lo que se suele escuchar o leer en muchos medios periodísticos españoles, los demócratas han apoyado con rotundidad y firmeza la intervención de su país en Irak. La nueva situación, y la relativa cercanía de las elecciones presidenciales, están haciendo variar esta posición. En el “interrogatorio” de Rumsfeld hubo algunos senadores demócratas particularmente duros con el gobierno republicano. Un editorial de The New York Times (10.07.03) retoma el argumento de que Estados Unidos debe salir cuanto antes de Irak y devolver el gobierno del país a los iraquíes.

Se cumple así lo que constata Lawrence F. Kaplan en una columna de The Wall Street Journal (09.07.03): los demócratas están recuperando la línea pacifista y aislacionista que Clinton había logrado desterrar del partido. Como dice Kaplan, más que reivindicar el espíritu de Truman o de Kennedy, los demócratas parecen estar sacando su inspiración de “la izquierdista The New York Review of Books”. En The Washington Post lo expresan de manera menos sofisticada: “En el Partido Demócrata, gana la izquierda”, frente a la inspiración centrista, en política exterior, de la etapa de Clinton. ¿Les suena a ustedes algo?

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