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EDUCACIÓN

Universidades norteamericanas, universidades europeas

El principal obstáculo para lograr que las universidades del continente europeo alcancen el nivel de excelencia que caracteriza a los centros norteamericanos de élite no es, como suele repetirse hasta la saciedad, el insuficiente volumen de financiación, sino la ausencia de un conjunto de valores y principios que han hecho de la Universidad de California, de Harvard, del MIT y de Stanford, por ejemplo, mecas del saber científico y la innovación tecnológica.

El principal obstáculo para lograr que las universidades del continente europeo alcancen el nivel de excelencia que caracteriza a los centros norteamericanos de élite no es, como suele repetirse hasta la saciedad, el insuficiente volumen de financiación, sino la ausencia de un conjunto de valores y principios que han hecho de la Universidad de California, de Harvard, del MIT y de Stanford, por ejemplo, mecas del saber científico y la innovación tecnológica.
El Harvard Science Center.
La aplicación de estos valores requiere un cambio cultural: las universidades, públicas o privadas, tienen que ser independientes del poder político y gozar de un sistema autónomo de gobierno. Esta característica es esencial y, en lenguaje matemático, es una condición necesaria aunque no suficiente para lograr la excelencia. Con ella, todo es posible; sin ella, no hay nada que hacer.
 
La creación y difusión de conocimiento es algo tan intrínsicamente complejo que su organización y regulación por una burocracia gubernamental conduce a un laberinto sin salida. Las universidades americanas gozan de una autonomía plena, se dan a sí mismas sistemas propios de gobierno, definen normas propias de contratación del profesorado y de selección del alumnado, crean disciplinas y áreas de conocimiento nuevas, establecen nuevos programas de estudios y titulaciones y eliminan otros, crean nuevos institutos de investigación, etcétera. Todo esto se lleva a cabo dinámicamente, sin consultar con ninguna instancia ajena a la universidad.
 
Dentro de su campo de competencia, los profesores, departamentos y facultades proponen iniciativas al presidente y al Consejo de Gobierno, que las aprueban o rechazan; es decir, cada universidad se reconfigura continuamente de abajo arriba.
 
Estos principios fundamentales son aplicados por cada universidad, y el resultado natural es que no hay dos iguales, incluso en el aspecto cualitativo. Esto contrasta con la iniciativa de Bolonia de crear un espacio europeo uniforme de educación superior.
 
Debe notarse que las universidades públicas de Estados Unidos reciben sólo una parte de su financiación de las Administraciones federal y estatal. La búsqueda continua de financiación privada y pública es un incentivo para mantener los niveles más altos de excelencia, ya que de otro modo los fondos disponibles se asignan a otros centros, atendiendo a criterios competitivos y de mérito.
 
En una visita reciente a Harvard, el MIT, Stanford y la Universidad de California en Berkeley tuve la oportunidad de debatir con profesores de estas universidades. No hubo alusiones al Gobierno o al Departamento de Educación, entre otras cosas, porque ni los estados ni Washington tienen competencias sobre la educación universitaria, pública o privada.
 
La Universidad de California está en manos del Consejo de Regentes, a los que el artículo 9 de la Constitución californiana confiere "poderes plenos de organización y de gobierno", sujetos solamente al control legislativo de la Asamblea del estado en ciertas áreas muy específicas, como los presupuestos. "La universidad será enteramente independiente de cualquier influencia política y sectaria (...) en la administración de sus asuntos", dice también el referido artículo, que fue redactado en 1878, tras una década de conflictos políticos. Fue entonces que se estableció que las Aulas Magnas quedaran al margen de cualquier influencia política.
 
El Consejo de Regentes consta de 26 miembros, 18 de los cuales (la mayoría) son nombrados directamente por el gobernador para mandatos de 12 años; otros siete son miembros natos de la Administración del estado, y uno es un estudiante nombrado por un año por los regentes. Como el mandato del gobernador es de cuatro años, la independencia de los regentes está garantizada. En el presente, la composición del Consejo incluye a miembros nombrados por tres gobernadores. Ninguno cobra sueldo alguno.
 
El Consejo nombra al presidente de la universidad para un período indefinido, y puede destituirlo por mayoría simple.
 
En Berkeley me entrevisté con el profesor Walter Alvarez, el geólogo conocido por su teoría sobre la extinción de los dinosaurios. Después de comer me invitó a asistir a una clase de su nuevo curso, Big History, la historia de todo, desde el Big Bang hasta nuestros días. La clase trataba de la emergencia y desarrollo de la ciencia desde los griegos hasta el presente. La historia muestra claramente que la libertad es esencial para el progreso de la ciencia y el desarrollo de la creatividad.
 
El gobierno y regulación de las universidades por las Administraciones europeas supone una limitación objetiva de la libertad de acción de aquéllas. Las universidades privadas como Harvard, el MIT y Stanford no están sujetas a la más mínima injerencia de Administración alguna.
 
Las luchas políticas dentro de las universidades son a veces muy duras, como quedó de manifiesto con la dimisión forzada del presidente Summers de Harvard, en febrero de 2006, después de años de enfrentamiento con algunos miembros de la facultad de Artes y Ciencias que se resistían a las reformas impulsadas por aquél y que rechazaban su estilo directo y agresivo. Estos problemas son de por sí difíciles, pero al menos se resuelven dentro del ámbito de la universidad, sin que pueda intervenir ninguna instancia externa: ni Administraciones, ni sindicatos, ni benefactores... nadie.
 
La disposición de Harvard a contratar a los mejores talentos, sean cuales sean sus orígenes, es notable. Recientemente, la División de Ingeniería y Ciencias Aplicadas ha sido promovida al rango de Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas, con previsiones de expansión y de contratación de nuevos profesores. Este cambio importante se debe en parte al liderazgo del decano, Venkatesh Narayanamurti, un nativo de Nueva Delhi.
 
El patrimonio de Harvard procede de donaciones de antiguos alumnos y de otros benefactores, y alcanza en la actualidad los 29.000 millones de dólares. Lo administra la Harvard Management Company (HMC), cuyo presidente y consejero delegado es Mohamed el Erian, un gestor financiero de origen egipcio. Aunque despierta resentimientos entre algunos profesores y antiguos alumnos ("¿Por qué tiene que ganar más que nuestros premios Nobel?"), se sabe que los ingresos anuales de El Erian pueden alcanzar los 34 millones de dólares, dependiendo de los resultados obtenidos en las inversiones. El hecho es que el patrimonio de Harvard aumenta continuamente, tanto por los rendimientos de las inversiones gestionadas por la HMC como por las donaciones.
 
Si quieren ser relevantes en el siglo XXI, las universidades europeas tendrán que ser instituciones globalizadas y contar con características similares a las que adornan a las americanas desde el final de la II Guerra Mundial. Si no se abandona el modelo actual de universidades públicas reguladas con profesores funcionarios, las únicas universidades europeas capaces de responder al reto globalizador serán las británicas y las suizas.
 
La pretensión de Gobiernos como los de Alemania, Francia y España de legislar normas de aplicación general a todas las universidades públicas conduce a la uniformidad burocrática, al estancamiento y al despilfarro de recursos. En la misma línea, la UE propone, en la Declaración de Bolonia, la convergencia de los sistemas universitarios europeos hacia un modelo "único", con el que se pretende lograr la movilidad de estudiantes y profesores y la homologación de los títulos oficiales.
 
Las mejores universidades de la UE se encuentran en el Reino Unido (Cambridge, Londres, Oxford). Como no expiden títulos "oficiales", les trae sin cuidado lo que se dice en Bolonia. Sus títulos vienen avalados por su reputación. La movilidad de profesores y estudiantes y la homologación de títulos de que se habla en Bolonia es una solución en busca de problema. ¿Qué es lo que impide la movilidad y las homologaciones? La falta de autonomía plena de las universidades.
 
Emilio Artacho, físico teórico de la materia condensada, doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, ha sido nombrado senior lecturer en Cambridge y fellow del Clare Hall, un centro de estudios avanzados de esa misma universidad. La primera universidad científica de la UE no necesitó que los burócratas de un ministerio o de Bruselas homologasen los títulos del Dr. Artacho para evaluarlo. Sin embargo, si la Autónoma de Madrid quisiera ofrecer una cátedra a un doctor de Cambridge, no podría siquiera planteárselo si antes los burócratas del Ministerio de Educación español no "convalidan" su título, un proceso arcano que puede durar más de dos años.
 
Los males que aquejan al sistema universitario y científico español son sistémicos y han prevalecido con los distintos regímenes –monarquía, república, dictadura, monarquía democrática– y bajo Gobiernos de izquierdas y derechas. Nos referimos, esencialmente, al intervencionismo estatal, al control político de la universidad y al régimen funcionarial del profesorado.
 
Alemania inventó la universidad investigadora en el siglo XIX, y algunos de sus centros de enseñanza superior mantuvieron su preponderancia científica mundial hasta la llegada de Hitler al poder, en 1933. Hoy, las universidades públicas alemanas reciben la misma financiación, independientemente de su calidad. El objetivo es proporcionar una educación "igual" en todo el país. El concepto de meritocracia es rechazado por ser demasiado elitista.
 
El resultado es (al igual que en España) desastroso, como se desprende de los siguientes datos.
 
Vista parcial del Stata Center del Tecnológico de Massachusetts (MIT).El Times Higher Educational Supplement publicó en 2006 una lista con las 100 mejores universidades del mundo. Las diez primeras eran Harvard, Cambridge, Oxford, el MIT, Yale, Stanford, el Tecnológico de California (Caltech), Berkeley, el Imperial College de Londres y Princeton. Entre las 50 primeras había 42 anglosajonas (americanas, británicas, australianas, canadienses y neozelandesas), dos francesas (la Ecole Normale Supérieure y la Ecole Polytechnique), dos suizas (la Escuela Politécnica Federal de Zurich y la Universidad de Ginebra), dos japonesas (Tokio y Kioto) y dos chinas (las universidades de Pekín y Tsing Hua). No había, pues, ninguna alemana. Por cierto, España no aparecía en este Top 100...
 
Consciente de la superioridad del sistema anglosajón y de la decadencia relativa de las instituciones alemanas, el Gobierno de Schröder manifestó en 2004 su intención de impulsar la creación de una universidad de élite, similar a Harvard o a Stanford, e inmediatamente aludió a la necesidad de que contara con financiación y dirección estatal. Mostraba así ignorar que las universidades americanas de élite son excelentes precisamente porque el Gobierno desempeña un papel nulo en su dirección.
 
El multimillonario Klaus Jacob se ha comprometido a donar 200 millones de dólares a la Universidad Internacional de Bremen, un centro privado sin fines de lucro fundado en 1999 y que se llamará en el futuro Universidad Jacob de Bremen. Esta universidad pretende ser una institución global y seguir el modelo anglosajón. Jacob espera que otros potentados europeos sigan su ejemplo, de modo que en Europa continental se puedan crear universidades excelentes.
 
El pasado febrero, el entonces primer ministro francés, Dominique de Villepin, inauguró la Paris School of Economics, una escuela de postgrado cuyos socios fundadores son seis instituciones académicas estatales (entre ellas la Ecole Normale Supérieur y el Centre National de la Recherche Scientifique), algunas empresas y varias personalidades. Se prevé que adquiera características similares a las de las instituciones anglosajonas. Los estatutos han sido publicados en el Journal Officiel, y para su modificación se requerirá la aprobación del Gobierno. El futuro de esta institución dependerá, entre otras cosas, de la medida en que sea independiente del Gobierno. No parece que comience su andadura liberada del atavismo burocrático de la cultura francesa.
 
Los estatutos de Harvard o Stanford no aparecen en ningún boletín oficial, y para su modificación no se requiere el consentimiento de Gobierno alguno. Los estatutos de la Universidad de California, pública, simplemente establecen, como ya hemos visto, un Consejo de Regentes independiente, y no han sido modificados en 130 años. Es de esperar que los políticos europeos acaben de comprender y aceptar de una vez por todas esta característica básica de las universidades anglosajonas.
 
¿Es posible que el cambio de cultura necesario para esta revolución pueda producirse en un plazo breve? La respuesta es un secreto a voces: sí. De hecho, ya se ha producido en el ámbito de las escuelas españolas de negocios. Son privadas, independientes del Gobierno, no invitan a ministros a sus actos académicos y la mayoría de sus estudiantes son extranjeros, así como una proporción elevada de sus profesores, lo cual requiere que la enseñanza sea en inglés. Tres de ellas (Instituto de Empresa, IESE y ESADE) están entre las 25 mejores del mundo, según el ranking del Financial Times. Los graduados del MBA del IESE logran su primer empleo en menos de tres meses y tienen un sueldo inicial de 107.000 dólares, y ello a pesar de que los títulos no son "oficiales".
 
Hay que extender este modelo a las universidades, primero a las privadas y luego a las públicas.
 
 
JOSÉ CANOSA, doctor en Física Aplicada por la Universidad de Harvard, ha trabajado como investigador en el Centro Científico de IBM en Palo Alto.
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